Hace una década, el coruñés Jesús Echarri, que trabajaba como informático por cuenta ajena, decidió dejar su empleo y emprender, aunque no tenía “contactos, ni clientes, ni dinero”, aparte de 3.000 euros que le dejó su madre para constituir una sociedad. Y... dio un traspiés: “Mi primera idea falló, el plan de negocio falló”. Pero tenía conocimientos de analítica de datos, es decir, del tratamiento informático de grandes cantidades de información para analizarla y ayudar a administraciones y empresas a realizar sus estrategias. Aunque antes había pensado que “no había demanda”, se enfocó en este nicho, trabajando primero en solitario. Ahora su empresa, Improving Metrics, que acaba de cumplir una década de vida en su sede de la calle Betanzos, tiene una facturación millonaria, unos 40 empleados (la mitad en A Coruña) y trabaja para firmas como Abanca, Springfield o los grupos Janssen, Inditex o Planeta.

Su crecimiento tiene que ver con el auge de la demanda de profesionales que puedan trabajar el big data. Las empresas, en especial las que trabajan con aplicaciones informáticas, tienen gran cantidad de datos sobre sus usuarios, y estos expertos analizan su comportamiento y los dividen en grupos según sus gustos y hábitos. Esto les permite a sus clientes adaptar su oferta y comportamiento, con objetivos como mejorar el mercado en cierta zona.

Cuando la sociedad coruñesa empezó, había “cinco o seis empresas de nicho, como nosotros”, explica Echarri “pero en torno a 2013 o 2014 otras empezaron a meterse, y ahora las grandes consultoras ofrecen servicios similares a los nuestros: competimos contra Indra o Everis”. Estas empresas tienen más historia, y cientos o miles de empleados, pero Echarri defiende que “muchas veces les ganamos. La diferencia en la empresa la dan las personas que la formamos, y cómo conseguimos canalizar el talento”.

En este sentido, el CEO de Improving Metrics defiende que las empresas informáticas coruñesas y gallegas pueden competir en el mercado global. “Una vez que empezamos a salir de Galicia nos damos cuenta de que somos muy buenos en lo que hacemos” argumenta el empresario, que en principio trabajaba en solitario y para empresas locales, pero que se vio en la necesidad de contratar a un trabajador para que le ayudase con un proyecto cuando su empresa ya llevaba en marcha un par de años. “Eso me creó un problema: tengo que conseguir otro proyecto para darles e comer; ahí empezó la bola a crecer”. Fue llegando a clientes nacionales, y luego internacionales, y tras visitar “mecas del ámbito tecnológico” en California, Reino Unido, Francia o Alemania, descubrió que “aquí estamos igual que ellos, y a veces por encima”.

Las ventajas gallegas en el ámbito tecnológico nacen, en opinión del empresario, de la formación y el talento. De lo primero hay “un montón de oportunidades” entre Universidades y escuelas, y en cuanto a la calidad de los trabajadores, se encuentra “un talento brutal, impresionante”. También destaca la calidad de vida, que puede ayudar a atraer trabajadores, y grandes empresas tractoras como Inditex, Hijos de Rivera, PSA Citröen o Abanca, que generan un ecosistema de empresas que las proveen de servicios.

Pero también dos fallos, del que el primero tiene que ver con la autoestima y el marketing. “No estamos acostumbrados a vendernos y nos creemos peores de lo que somos” resume Echarri. El otro surge de la división a nivel empresarial. “Nos veo muy fragmentados: en Madrid o Barcelona hay más asociaciones e interés por trabajar juntos, mientras que aquí no acabamos e unirnos, y para irse negocios hay que ir fuera” protesta Echarri, que explica cómo ha hecho clientes gallegos en otras ciudades de España.

El empresario indica que otras ciudades españolas, como Málaga, Barcelona o Murcia, están convirtiendo el sector tecnológico en “valor para la ciudad”, y protesta porque “no se esté hablando de crear un centro de negocios” en los terrenos desafectados del Puerto. Su empresa trabaja con clientes privados, pues las administraciones también les achaca que incluyen requisitos en los pliegos “a los que solo pueden recurrir las grandes”, y que, pese a que “amo y respeto el gallego”, recibir documentos en este idioma le penaliza por tener trabajadores en otras partes de España y del mundo.