El 30 de junio de 2012, una Primitiva sellada en el Carrefour de Alfonso Molina resultó agraciada con un premio de 4,7 millones de euros. Un boleto que se comprobó el 2 de julio en la administración de San Agustín. La máquina registra que se pasó junto a otros tres boletos, que se volvió a pasar minutos después y una tercera vez, aunque el lotero, Manuel Reija, mantiene que estaba “solo” cuando se encontró ese billete. Han pasado más de nueve años desde entonces y el premio roza ya, por los intereses, los siete millones de euros. Dos agentes de la Policía Nacional han investigado durante tres años hasta dar con el legítimo propietario, que falleció en 2014 y que nunca reclamó el premio. De hecho, fue el 091 quien informó a la viuda, que desconocía que su marido es presuntamente el ganador del premio.

El jefe de la comisaría del Distrito Norte explica las dificultades con las que se encontraron cuando iniciaron la investigación en 2018. “Si avisan en tiempo, en todos los centros comerciales hay cámaras de seguridad. Las grabaciones están solo unos días, luego se borran. Aunque nosotros también hemos comprobado si ese día hubo un robo por si se guardó la grabación por otra denuncia, pero nada”, cuenta.

Según el informe policial, el lotero de Carrefour, que se había interesado por el propietario del boleto, apuntó en su intervención con la policía que el delegado de Loterías —hermano de Manuel Reija— podía haber hecho algo más por intentar conocer quién era el legítimo dueño de la Primitiva millonaria ya que, si bien la administración no tenía cámaras de seguridad, sí que las había en el centro comercial.

Germán Lago insiste en que “tanto los jugadores habituales como los loteros sabían que había tocado un premio de 4,7 millones de euros”.