En A Coruña caben varias A Coruñas. Una ciudad pequeña pero diversa, que alberga entre sus 38 kilómetros cuadrados realidades heterogéneas y barrios tan distintos que nadie diría que pertenecen a la misma ciudad. Si bien A Coruña tiene casi 50.000 habitantes menos que Vigo, supera con creces a la vecina del sur en densidad de población, con 6.400 habitantes por kilómetro cuadrado frente a los 2.625 de Vigo. Los kilómetros cuadrados más poblados caen, curiosamente, en dos barrios tan distintos como son Juan Flórez y el Agra del Orzán, dispares tanto en diseño urbanístico como en servicios y población.

El Agra es un barrio relativamente joven, nacido de lo que una vez fue la periferia rural de la ciudad en los 40 y caracterizado por un crecimiento imparable en los años sucesivos. Es un barrio muy ligado a la migración, que también se fue transformando a lo largo de las décadas, lo que repercutió, de ese modo, en la idiosincrasia del distrito: si bien sus buenas conexiones por carretera con la comarca de Bergantiños lo convirtieron en destino estrella para trabajadores de Costa da Morte en una primera etapa, luego fueron los migrantes de otras latitudes mucho más lejanas, como Senegal, Venezuela o Brasil los que eligieron el barrio coruñés para asentarse y buscar mejores porvenires.

Allí viven, “de toda la vida”, Elena Seijas, Francisca Vázquez, Flora López y Carmen Gómez, que disfrutan la jubilación tranquilamente en una terraza de la calle Barcelona. “Aquí hay mucho ambiente de gente. Es como la calle Real de este barrio”, comentan. No en vano, en su momento, la peatonalización de esta vía la convirtió en la gran arteria comercial del distrito. El ir y venir de gente de todas las edades y nacionalidades es una constante en la zona, debido también a su proximidad con la plaza de As Conchiñas, anegada de niños a cualquier hora del día, y el mercado del mismo nombre, con la actividad concentrada en la jornada matutina.

Transeúntes en la calle Barcelona Víctor Echave

Aunque los vecinos de la zona coinciden en señalar, en los últimos tiempos, un aumento de la sensación de inseguridad en ese y otros barrios de la ciudad, este grupo de amigas relativiza los hechos. “En todos los barrios hay ladrones sueltos. La calle Barcelona siempre fue muy tranquila, ahora un poco menos, pero se está bien”, juzga una de ellas. “A mí me robaron en la calle Real y en el Cantón, pero aquí nunca”, apostilla otra. La respuesta es unísona cuando se les pregunta si cambiarían su barrio por otro: “No”. “Aquí tenemos de todo. Supermercados, fruterías, cafeterías... en mi edificio somos 74 vecinos y no hubo nunca ni el más mínimo problema”, resuelven.

En la plaza de As Conchiñas, otra vecina, Rosa, toma café mientras su nieto juega al fútbol con otros niños. Aunque su sentir es similar al de sus vecinas, percibe algún que otro déficit. “Aquí por las tardes da gusto, ves más ambiente que en el centro. Eso sí, siendo tantos, se agradecería algún parque más, sobre todo para que jueguen los chavales. Tenemos poco verde en general”, aprecia.

Antonio Blanco y Ataúlfo Domínguez, en un bar de la calle Costa Rica, junto a su dueño, Miguel. | / V. ECHAVE Marta Otero Mayán

Si bien el fenómeno de la superpoblación del Agra do Orzán es bien conocido desde hace años, el del otro kilómetro más poblado, emplazado en el entorno de Juan Flórez, sorprende más, quizá por ser uno de los barrios que más población itinerante proveniente de otras zonas de la ciudad recibe. Se trata del barrio con mayor renta per cápita de A Coruña, con una renta bruta media de más 45.000 euros, frente a los apenas 22.000 del Agra y Ventorrillo. De esta zona partió, hace más de un siglo, el primer ensanche de la ciudad, y ahora es una de sus principales calles comerciales, como también una de las más transitadas. A su alrededor se arremolinan, también, los edificios más altos de la urbe: la torre Hercón o el edificio Trébol se erigen, en el barrio, visibles desde cualquier otro lugar. Una circulación constante que sirve de aliada, sin duda, a la hora de sacar adelante un negocio. “Depende de las horas, claro, pero por las mañanas, y hasta la hora de comer, se nota mucha circulación de personas. La afluencia es enorme”, observa Miguel Alganz, gerente del bar Rincón Esperanza.

La Torre Hercón, situada en Juan Flórez, es el edificio más alto de la ciudad. | // VÍCTOR ECHAVE

“Es lógico que aquí viva mucha gente, es donde están las mayores alturas”, reflexionan Antonio Blanco y Ataúlfo Domínguez, vecinos del barrio, a quienes no sorprende el dato de población. Aseguran estar contentos con la zona en la que residen, “en la que todo está a mano”, pero destacan algún que otro hándicap de vivir en una localización tan poblada y, sobre todo, tan visitada: el espacio disponible para aparcar cada vez es menos y está más disputado. “El aparcamiento es el mayor inconveniente, pero eso ya es mal nacional. Supongo que no es solo aquí, imagino que afectará también a otros lugares de la ciudad, pero aquí cada vez hay menos sitio para aparcar”, lamentan.

La remodelación de algunas de sus calles, que se viene acometiendo en los últimos meses y que sus vecinos agradecen, acentúa no obstante la dificultad para dejar el coche particular cerca de los portales de los edificios, pues la mayoría, aseguran, no dispone de garaje. “En mi calle han hecho obras, y está muy bien, ahora parece una calle, quedó muy bonita, pero donde cabían 42 coches ahora caben 12. Esas plazas no las han repuesto en otras zonas”, señala Ataúlfo Domínguez. No obstante, el cómputo global, aseguran, es positivo. Sobre el estado de unas viviendas destinadas a albergar a tanta gente, tampoco hay queja para sus vecinos de toda la vida. “Lo máximo que ves es algún edificio que tiene algún problema de fachada, tema de pintura o revestimiento. En general, se vive bien, no ves ninguna que esté para caerse”, observan.