¿Quién no ha ojeado el álbum familiar alguna vez y se ha encontrado con alguna reliquia que le gustaría recuperar? Aquel vestido con hombreras que se ha vuelto a poner de moda, o ese coche clásico que encajaría a la perfección en un videoclip de C Tangana. Álex López no llegó a montar nunca en el Citroën CX con el que su madre, de niña, posaba en las fotos, porque nació años después de que su abuelo se hubiese deshecho de él; pero heredó el buen recuerdo que todos sus familiares guardaban del vehículo. Y con eso fue suficiente.

“En mi casa siempre se habló de este coche. Todo el mundo tenía buenos recuerdos de él. Yo siempre quise tener el coche de mi abuelo. No uno como el suyo: el suyo”, explica el joven, amante de los clásicos, que compagina sus estudios con su trabajo en una productora de cine. Un propósito que vivió en su cabeza durante algún tiempo hasta que, finalmente, se decidió a buscarlo. Entre ese momento y el desenlace de la historia, que cristalizó con el coche de su abuelo aparcado en su casa de Miño pasaron unas cuantas cosas. El primer paso estaba, cómo no, en el álbum familiar. “Me faltaba saber la matrícula para encontrarlo, y en mi casa nadie la recordaba. Al final, juntando trozos que se veían en varias fotos, conseguimos recomponer el número”, recuerda.

La madre de Álex López y una prima, de niñas, junto al coche. | // L.O.

Con el número en la mano llegó la confirmación de que el coche no había sido dado de baja permanentemente, lo que, al menos, aseguraba que seguía por ahí. El siguiente paso era saber exactamente dónde. Sus pesquisas le llevaron hasta la Comunidad Valenciana, donde se pierde su rastro. “Indagué en el tema y descubrí que el coche había sido rematriculado en su día tras pasar por una compraventa, donde había sido adquirido por un particular. “Traté de buscar al propietario actual. Descubrí que el coche llevaba parado 22 años, pero no estaba dado de baja definitiva, eso me animó”, cuenta. En efecto, el coche del abuelo llevaba más de dos décadas cubierto con bolsas en un hangar abandonado de un antiguo club de aviación privado en concurso de acreedores. El propietario se llevó un buen susto. “Nadie le había preguntado por el coche durante años. Me preguntó cómo sabía que el coche estaba allí. Le conté la historia, llegamos a un acuerdo y pude recuperarlo. Fue una sorpresa”, relata.

El vehículo estaba en un estado aceptable, salvo aquellos achaques que lleva a cuestas cualquier maquinaria después de dos décadas de parálisis. El Citroën CX del abuelo regresó a A Coruña en grúa, donde, con la ayuda de un amigo mecánico, pudo ponerlo a punto. Un año y medio después, el clásico recorre la ciudad como si no hubiesen pasado 50 años y mil kilómetros.