La muerte del joven empresario coruñés Diego Bello a manos de la policía filipina, en enero del año pasado, estuvo llena de dudas desde el primer momento. Los agentes decían que se trataba de un traficante de drogas que se había resistido a un arresto empuñando una pistola; una de los miles de muertes ocurridas en lo que en se denomina Filipinas nanlaban (sospechosos que supuestamente se enfrentaron a la Policía o intentaron huir tras ser arrestados) que han jalonado la guerra contra los estupefacientes del presidente filipino Rodrigo Duterte y que denuncian organizaciones de Derechos Humanos.

La familia de Bello siempre negó que hubiese tenido nada que ver con armas o drogas, y ahora la Justicia filipina ha presentado cargos por asesinato, manipulación de pruebas y perjurio contra tres agentes implicados en la muerte. La revisión se produce dentro de la comprobación de más de medio centenar de casos de nanlaban (casi todos con resultado letal) en la que la versión policial resulta endeble. En el caso de Bello, gran parte del cuestionamiento aparece recogido en el informe de 2020 de la Comisión de Derechos Humanos filipina, un organismo previsto en la Constitución de país asiático independiente del Gobierno y que Duterte quiso eliminar. En un documento de 27 páginas, la Comisión presenta testimonios y pruebas que contradicen la versión oficial.

¿Traficaba con drogas? De acuerdo con la Policía filipina, Diego Bello era un traficante de cocaína de gran importancia; de hecho, “la personalidad número 1 relacionada con la droga en la región de Caraga”, donde ocurrió la muerte. Afirman que un informante anónimo le contó a los agentes que le había comprado esta substancia el 30 de diciembre de 2019, y que más tarde un policía, con la ayuda del informante, le compró una nueva muestra.

Siguiendo la versión policial, en la noche del 7 al 8 de enero de 2020 este agente fue a casa de Bello para realizar una tercera transacción, pero esta vez acompañado por otros agentes que, escondidos cerca, debían arrestarlo. Bello le entregó un pequeño bote con polvo blanco, desencadenando el intento de detención y el tiroteo. Del cadáver, de acuerdo con los agentes, se recuperaron más recipientes.

La familia de Bello defiende que no tenía nada que ver con el tráfico, y que, cuando se le hizo una autopsia en España, el cadáver no tenía trazas de haber consumido droga. Pero además, la versión policial de que se trataba del principal traficante de la región queda erosionada por Ruel Oraliza, el punong barangay o jefe de barrio local: un cargo electo que, en Filipinas, tiene responsabilidades administrativas y judiciales. Oraliza testificó que Diego Bello no estaba en la lista local de personas relacionadas con el tráfico de drogas, por lo que la Comisión pone en cuestión que fuese el principal narcotraficante de la zona. Además, una de las empleadas de Bello, que llevaba dos años trabajando para él, testificó que ante las autoridades no tenía nada que ver con el narcotráfico.

Incluso aceptando la versión policial, los agentes solo sabían que Bello traficaba desde unos pocos días antes de la operación, y lo habría hecho en pequeñas cantidades.

¿Iba armado? Los agentes afirmaron que, cuando fueron a detener a Bello, este extrajo un arma de una riñonera, en la que también llevaba la droga, y disparó contra los agentes, que respondieron. Luego, tuvo tiempo para cubrirse en una pared y abrir fuego una última vez antes de ser abatido; según los agentes, portaba una pistola y munición. La muerte, según esta versión, habría sido un acto de legítima defensa.

Pero, además de los testigos locales que conocían a Bello y afirman que no llevaba armas, una grabación de Bello poco antes de su muerte muestra que no llevaba riñonera, por lo que la Comisión señala que habría que demostrar cómo este objeto, y por tanto los materiales ilícitos que supuestamente portaba, llegaron al lugar de los hechos.

¿Se le permitió rendirse? Cuando Bello desenfundó, el oficial responsable de la operación, según su versión, le gritó “Policía, somos la Policía. No te muevas”, pero este no le hizo caso y disparó primero. Asimismo, después de que el joven coruñés fuera abatido, gritó “Alto el fuego”.

Pero varios testigos cuestionan esta versión. La novia de Bello, que vivía en su casa junto con una hija de una relación anterior, declaró que escuchó cómo Bello abría la puerta de bambú que da acceso a la vivienda. Inmediatamente escuchó disparos y un grito inarticulado de su pareja, seguido por pasos y murmullos. Rápidamente, se encerró en la habitación de su hija y ambas se escondieron bajo la cama. Preguntaba sobre si había escuchado identificarse a los agentes, declaró que no: de hecho, llamó a la Policía.

Los caseros de Diego, un matrimonio local, vivían junto a su vivienda, del otro lado de la calle, y no escucharon ninguna conminación a rendirse: solo disparos. Cuando salieron a ver qué ocurría, hombres armados con los rostros cubiertos por camisetas “como guerreros ninja” les obligaron a volver adentro. También declararon haber escuchado a alguien diciendo “Por favor, señor, no”.

¿Tenía enemigos? El socio de negocios de Bello contó que en agosto de 2019, mientras trabajaba en uno de los locales de ambos, se presentó el gobernador de otra provincia, Camarines Sur, junto con su novia y un guardaespaldas. El gobernador, Miguel Luis Reyes Villafuerte (alias Migz Villafuerte), es un joven político del partido de Duterte. Bello, en ese momento, estaba en Manila, la capital de Filipinas, recuperándose del dengue.

Villafuerte empezó a hablarle del ruido que provenía del local, y se puso “agresivo”, diciéndole que “¿no sabes quién soy? No sabes lo que puedo hacer con vosotros. ¡Sois tres! ¿Verdad? ¿Dónde están con los demás?”. Cuando el socio le explicó que el local solo tenía dos dueños, él mismo y Bello, el gobernador le dijo que “¡puedo pegarte un tiro y te haré desaparecer y te tiraré en el manglar!”. De acuerdo con los investigadores de la Comisión, tanto Villafuerte como el policía que dirigió la operación que acabó con la vida de Bello, Panuelos, son de la misma provincia.

¿Seguían a Bello? La novia del fallecido declaró que, unas horas antes de su muerte, su novio había llegado a su casa “muy nervioso y asustado” tras haberse encontrado con cuatro hombres. Uno se había acercado a él y Bello había echado a correr, después de que le diese la sensación que lo iban a apuñalar. Los caseros de Bello vieron, sobre esa hora, a dos personas de apariencia sospechosa bebiendo cerveza cerca de la casa del joven coruñés.

¿Quisieron matarlo? La familia de Bello cree que los policías acudieron a la casa del fallecido con la intención de acabar con su vida. El cuerpo mostraba seis heridas de bala, la más severa en el cuello-cabeza, y el organismo filipino de defensa de los derechos humanos presume que hubo “intención de matar”. También considera que, incluso siguiendo la versión de los agentes de que Diego sacó un arma, la reacción policial “se asemeja al uso de fuerza excesiva”, siguiendo las normas de operación de las fuerzas filipinas.

Estas, explica el informe de la Comisión, establecen que los policías pueden usar la fuerza, “pero solo cuando es necesario para vencer o someter la resistencia” de un criminal. Bello, señalan, podría haber sido eliminado como amenaza con un solo disparo, pero la localización y el número de las heridas apuntan a que se hicieron con la intención de acabar con su vida. Indica que son los agentes los que tienen que probar que actuaron en legítima defensa. Si no pueden, defiende la Comisión, el caso “puede ser considerado una ejecución sumaria”.