Entrevista | Felipe Cabrerizo Coautor de ‘La Codorniz, de la revista a la pantalla y viceversa’, hoy en el homenaje a la revista
“La prensa de humor que ha habido desde los años de Franco es hija de ‘La Codorniz”
“En la revista coincidían falangistas con gente que había sido mal fusilada durante la guerra”

Felipe Cabrerizo, coautor de ‘La Codorniz, de la revista a la pantalla y viceversa’. | // CARLOS PARDELLAS / Marta Otero Mayán
La revista La Codorniz inauguró, en pleno franquismo, las bases de una nueva forma de hacer humor que dejó su impronta en géneros como el cine o la literatura. Un legado que Felipe Cabrerizo explora, junto a Santiago Aguilar, en el libro La Codorniz, de la revista a la pantalla y viceversa. Ambos autores estarán hoy presentes en el homenaje a la revista que organiza el Ateneo Republicano de Galicia junto a la Fundación Wenceslao Fernández Flórez y la Filmoteca de Galicia, y que se celebrará en Afundación a las 19.30 horas.
La Codorniz estaba considerada “la revista más audaz para el lector más inteligente”. ¿Qué la hizo merecedora de tal consideración?
Esta era una frase que se inventó Álvaro de Laiglesia, el director, que era un gran genio de la autopromoción. No creo que sea una frase exagerada. Es una revista que surge en el año 41, en un momento en el que en España no había absolutamente nada, y mucho menos elementos que dieran espacio al humor. Al final, ofreció un reflejo perfecto de la sociedad española desde el año 41 hasta que terminó la revista.
¿Cómo se las arregló La Codorniz para hacer crítica y humor durante el franquismo?
Era muy difícil. En el año 41, cuando Miguel Mihura hace la propuesta de publicar La Codorniz, tiene la fortuna de que conoce a gente dentro de la cultura franquista, porque él ya estaba trabajando antes en otra revista, La ametralladora, que fue un poco el borrador de lo que luego sería La Codorniz, y consiguió superar trabas gordas. Una era que te dieran un permiso para hacer una publicación nueva, que no era nada sencillo en aquel entonces; y la otra era conseguir papel, que tampoco había. Una vez conseguido esto, empezaron haciendo un humor muy blanco, muy asociado con las vanguardias de aquellos años, prácticamente abstracto. Como no era un humor que tuviese un elemento cínico o crítico con nada, se pudieron manejar con una cierta soltura. Unos años después, Miguel Mihura deja la dirección de la revista y se la cede a Álvaro de Laiglesia, que entiende que, con ese humor tan abstracto, la revista no tenía futuro. Poco a poco, va dejando meter elementos de crítica social más blanca, y, con el paso de los años, dio cabida a un montón de humoristas entre los que había gente franquista y antifranquista, sin establecer una línea común. Allí estaba Álvaro de Laiglesia, que había estado en la División Azul, pero también Gila, que había sido fusilado mal durante la guerra.
¿Cómo fue posible esta convivencia?
Creo que todo lo miramos con este punto de vista crispado que tenemos hoy en día con el elemento político. Es curioso que, coincidiendo falangistas con gente que había sido fusilada mal, no hubiese ningún problema. Allí se creó una especie de zona neutra en la que los temas políticos no se podían discutir, pero donde había gente que encontraba puntos de encuentro a través de su sentido del humor y sus aficiones.
¿Escapó la crítica a la censura?
Escapaba y no. La Codorniz tuvo muchos conflictos con la censura. Álvaro de Laiglesia lo aprovechaba mucho. Él vendió mucho esta imagen de revista antifranquista y de resistencia por estos problemas. En los años 50, un grupo de falangistas entró en la revista, amordazó a los redactores que estaban allí y prendió fuego a las máquinas. Estos problemas fueron a más, sobre todo en el tramo final, en el que había mucho menos control de la dictadura. Álvaro de Laiglesia entendió que en aquel momento de ebullición política, el intentar jugar a ver hasta dónde podía llegar el límite de lo que podía permitir la censura era una forma de dar publicidad a la revista.
La revista se publicó hasta el año 78. Es curioso, justo el año en el que llega la democracia y, por ende, una mayor apertura.
Sí, es paradójico y no lo es al mismo tiempo. Cuando llega la mitad de los 70 y la dictadura ha bajado el nivel de censura, esto permite que entren muchas otras revistas, que son competencia directa de La Codorniz, que, si había sido un ejemplo prácticamente único, de repente tuvo que luchar contra otras muchas publicaciones, entre ellas una muy importante, Hermano lobo, fundada por dos antiguos integrantes de La Codorniz, Manuel Summers y Chumy Chúmez. La Codorniz se había quedado ya un poco vieja, era una revista para gente más mayor, menos crítica con el régimen. Los jóvenes buscaban cosas más cañeras.
La revista es, en cierto modo, madre de todo lo que vino después: El Papus, el Jueves...
Sí, toda la prensa de humor que ha habido desde los años de Franco hasta ahora, en cierto modo es hija de La Codorniz, en parte porque eran redactores que habían estado allí, y que luego dieron el salto a proyectos más arriesgados.
En el libro que presentan hoy hablan de la huella de esta revista en el cine. ¿Cuándo comienza el vínculo?
Fue una relación continua. Estos humoristas de La Codorniz son la primera generación que entienden el cine como un hecho artístico y no como una diversión de barraca de feria. Muchos estaban trabajando como guionistas o directores, con lo que la simbiosis fue inmediata. Algunos tenían un recorrido largo cuando empezó La Codorniz. Hubo un intento, al poco de su fundación, precisamente por la rareza que era, de pasar el humor alocado y surrealista que tenía al cine, aunque no terminó de funcionar bien. Cuando pasa al cine de pleno derecho fue en los 60, con gente como Rafael Azcona, que había estado trabajando en la revista haciendo gags y relatos. Se va a convertir en, posiblemente, el mejor guionista del cine español, y es el que hace ese salto, acompañado de mucha otra gente.
¿En qué se aprecia la huella del humor de La Codorniz en el cine?
Fueron diferentes humores, fue cambiando de línea y amoldándose al ritmo de los tiempos. En los 40 o 50 apostaba por una comedia más elegante, con juegos de palabras ingeniosos y diálogos brillantes. Según va modificándose, la línea que triunfa es el humor negro, sobre todo con la llegada de Azcona, con Berlanga, etc. La revista ya había empezado a dar pie a este tipo de humor, diferente al de hace 20 años, que fue el que triunfó; este humor esperpéntico y un poco macabro en ocasiones.
Se me pasa por la cabeza El verdugo, de Berlanga.
Es un ejemplo perfecto, porque es el tipo de humor que llevaba haciendo Berlanga en La Codorniz o incluso en libros que él publicaba. Tiene un libro muy famoso que se llama Pobre, paralítico y muerto. Ahí ya estamos hablando de un humor muy directo. El verdugo es una película que acaba escribiendo Rafael Azcona, y que termina llevándose al cine con un éxito enorme. Después hubo otra gente como Chumy Chúmez, o Summers, que dieron el salto al cine e hicieron esto mismo.
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