Adela y Vladimir, de la butaca a las páginas
La escritora y el músico publican una obra que recoge el periplo vital del violonchelista, retirado de la Sinfónica tras perder una pierna

Adela Sande y Vladimir Litvikh / Arenas
La vida, a veces, trae conexiones inexplicables. Adela Sande, docente de profesión, escritora de vocación, escuchó durante años las notas que brotaban del violonchelo del ruso Vladimir Litvikh desde la butaca número 15 de la fila cuatro del Palacio de la Ópera. Dejó de hacerlo forzada por las circunstancias, en concreto, por las del propio Vladimir, que tuvo que abandonar su plaza en la Orquesta Sinfónica de Galicia, que había ocupado durante más de dos décadas, debido a la amputación de una de sus piernas por un problema circulatorio. Con la extremidad perdió también uno de los cuatro apoyos que necesitaba para sostener el instrumento durante la interpretación de las piezas, lo que le arrebataba también la posibilidad de continuar rindiendo como hasta el momento en un conjunto de la talla de la Sinfónica coruñesa.
En su lugar quedó un hueco imperceptible dentro de la maquinaria perfecta que forma la OSG, pero notorio para una oyente adepta y fiel como Adela Sande, que no podía imaginar entonces que acabaría siendo la que pondría negro sobre blanco las memorias del músico. De ese vínculo fortuito nació La vida de un “Artista”, la obra biográfica que ambos cofirman y que se presenta hoy, a las 20.00 horas, en el Sporting Club Casino, de la mano de la librería Arenas y con la presencia, en la mesa, del violinista de la OSG, Enrique Iglesias, y del exalcalde de la ciudad y fundador de la institución, Francisco Vázquez.
La nota emotiva la pondrá, al comienzo y al final del acto, el trío de cuerda compuesto por la violonchelista Ruslana Prokopenko, el violista Wladimir Rosinskij y el violinista Ruslan Asanov; que compartieron con el músico sonatas y sinfonías durante sus años en activo y que traerán al presente una reminiscencia de aquello que Litvikh relata en sus memorias con la colaboración de Sande. Una relación profesional que se remonta a año y medio atrás y que nace, como ellos mismos cuentan, fruto de la casualidad. “Cuando nos conocimos, tenía que sellar la Primitiva, y no lo hice. Me tocó otro tipo de Primitiva: conocer a Adela”, relata Vladimir.
Era julio del 2020. El confinamiento de primavera afrontaba sus últimos estertores, y ambos coincidieron en un bar, que él frecuentaba y que ella eligió por su terraza al aire libre. Ella lo reconoció al instante, y así se lo hizo saber. “Le dije que era una gran admiradora de la Sinfónica. Él solo nos saludó y siguió, porque tiene un carácter muy suyo, muy ruso. Otro día, se sentó conmigo y con mi amiga y ella le dijo que yo era escritora”, narra ella. En ese momento descubrieron dos cosas: que eran vecinos en el municipio de Carral y que buscaban lo mismo. Ella, escribir; él, que alguien le ayudase a contar sus historias. “Yo tenía la ilusión de escribir un libro desde hacía 17 años. Después de más de 30 años tocando en orquestas, tenía muchas ideas”, explica Vladimir.
Lo que empezó siendo una ayuda para poner en orden sus vivencias y pensamientos a lo largo de su carrera acabó convirtiéndose en un auténtico periplo novelado que parte desde la I Guerra Mundial y de las raíces de Vladimir en la aristocracia alemana, repasa la revolución rusa y los años del comunismo en la Unión Soviética, en la que se crió, y llega hasta nuestros días. Por el medio, miles de experiencias y cientos de países recorridos con su violonchelo al hombro, entre las que destaca un escenario peculiar: la calle Real de A Coruña, que, además de devolverle el auditorio que había perdido cuando dejó su plaza, le salvó la vida.
Fue en 2018, poco después de perder la pierna, cuando decidió comenzar a tocar en la calle. No lo hizo por motivos económicos, sino por pura supervivencia. “Cuando me amputaron la pierna lo pasé mal psicológicamente. Mi hija estaba en el instituto, mi esposa trabajando, y yo estaba en casa solo, aprendiendo a andar con muletas. Decidí comprarme un coche adaptado y probar a tocar en la calle. Eso me ayudó a salir de la crisis psicológica en la que estaba. Cuando tocaba, los malos pensamientos no tenían espacio en mi cabeza”, recuerda el músico.
El hilo conductor de todas esas vivencias lo encontraron en la ópera Eugenio Oneguin, basada en el libro homónimo de Aleksandr Pushkin y musicada por Chaikovski. Una obra que a Adela le apasionaba y que Vladimir interpretó más de una vez. La voz narrativa recae en el personaje de Julia, que escucha, como en Las mil y unas noches, las historias que un músico le relata en el parque de Santa Margarita. “La ópera hace un paralelismo entre la obra y la vida de Vladimir. El personaje de Eugenio Oneguin, un ser frívolo y desapegado de los sentimientos, representa a la Unión Soviética, ese estado omnipotente que creaba músicos y atletas. La víctima de Oneguin, en la obra, se llama Vladimir Lenski, que comparte iniciales con Vladimir Litvikh”, explica la coautora del libro.
La obra recorre, junto al músico, la geografía mundial, en la que fue aterrizando en los muchos viajes que emprendió con las orquestas de las que formó parte, y los contrastes que fue encontrando desde que salió por primera vez de la Unión Soviética. “Hay experiencias alegres y no tan alegres. No es un libro típico. Trata muchos temas, la revolución de 1917, el comunismo, algunas historias trágicas de mi familia, anécdotas de las giras. En la Unión Soviética no había nada. Cuando salí, recuerdo ver cosas que en Leningrado, ahora San Petersburgo, no tenía”, explica el músico. Para el violonchelista, el libro no solo es una forma de dejar constancia de todas sus experiencias, sino una manera de rendir tributo a sus ancestros. “Así los hago inmortales”, comenta.
Dos personalidades totalmente opuestas unidas por el amor a la música, que se encontraron por casualidad y que ahora recogen, en La vida de un “Artista”, casi año y medio de confidencias y tardes compartidas. El entrecomillado del título no es casual: para Adela, escenifica el carácter de Vladimir, “un artista en el sentido general y con connotaciones peculiares en su personalidad”. Cada uno lo resume a su manera. “La vida es dura, pero a veces también es generosa”, dice ella. “Si la amiga de Adela no hubiese mencionado que ella era escritora, no habría salido este libro. A veces una frase lo cambia todo”, añade él.
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