Este verano, la atleta gallega Susana Rodríguez Gacio llegó a lo más alto del pódium en los Juegos Paralímpicos de Tokio tras una impresionante prueba de triatlón en la que todas las miradas se centraron en ella. Rodríguez Gacio mordió la medalla que culminaba un camino de esfuerzo, disciplina y sacrificio, pero no se subió sola al cajón del número uno. A su lado estuvo, en el momento de la entrega de galardones y durante toda la competición, Sara Loehr, su guía, una pieza fundamental del triunfo de la gallega y cuya labor como segunda de abordo en aquella gesta suscitó, entonces, el interés de muchos.

No hace falta volver los ojos hacia la alta competición para encontrar figuras que dedican su día a día a hacer del deporte una actividad inclusiva y al alcance de la mano de todos. Moncho Muíños es incapaz de imaginar su vida sin el deporte, y trabaja diariamente para que otros no se vean obligados a hacerlo debido a sus circunstancias. Durante una estancia pasada en los Picos de Europa, descubrió todo lo que podía aportar el deporte adaptado. Desde entonces, no ha parado de sumar, con sus ojos como herramienta. “Allí tuve la oportunidad de aprender a guiar a personas con discapacidad en la montaña. Al volver a Galicia, por medio de los clubs con los que trabajaba, surgieron colaboraciones con la ONCE, Enki o Obra Social La Caixa, y empecé a hacer de guía para personas sordas, ciegas y con algún tipo de discapacidad física”, explica Muíños.

De todo esto y más habló la semana pasada en una conferencia organizada por la ONG ¿Por qué no?. La charla tenía, sobre todo, un objetivo: animar a los amantes del deporte a adentrarse en esta disciplina y hacerles ver que, sin saberlo, pueden aportar mucho. “Igual hay gente que ve esto un poco lejos o imposible, pero hay muchas formas de hacerlo. Ser los ojos de un corredor consiste en adaptarse a esa persona, a su nivel, su ritmo, sus manías, su forma de mover los brazos y las piernas. Requiere cierto tiempo de adaptación, pero en el deporte amateur, con un deportista ciego que tenga ganas, te adaptas en dos semanas”, asegura Moncho Muíños.

El guía ofrece, más que una asistencia física, una herramienta para interpretar el paisaje, sobre todo cuando se trata de personas ciegas. “Se trata de explicarle lo que ves, por dónde están pasando. Se les dan pequeños avisos, pero ellos, como tienen otros sentidos súper desarrollados, ya saben cuándo hay que girar, o dónde hay un bordillo. Lo tienen muy controlado”, explica el guía. El apoyo es diferente cuando se trata de personas ciegas de nacimiento con respecto a las que perdieron la vista por alguna circunstancia. Las referencias cambian. “Si se ha quedado ciega, puedes hacer comparativas con caminos que ya conoce. Si la persona es ciega de nacimiento, trabajas más con sonidos y con olores. A veces, tú vas más despistado y ellos ya saben por dónde estamos pasando por el olor o por la pisada. Saben, por ejemplo, si van pisando por un camino en el que hay pinos o castañas. Lo notan”, explica.

Recientemente, el guía ha extendido su asistencia, al amparo del Club Atletismo Sada y la Obra Social la Caixa, al deporte adaptado con personas con discapacidad intelectual que, si bien requiere otro tipo de apoyo a la hora de entrenar, sigue estando al alcance de la mano de quien quiera sumarse a practicarlo. Muíños destaca, por encima de todos, el caso de Jorge, un joven de 20 años con parálisis cerebral que se integró en el grupo de entrenamiento hace dos años por mediación de Aspronaga. Allí encontró su sitio. “A él le gustaba el atletismo en pista. Se pusieron en contacto con el club para que formase parte de un grupo, no para hacer deporte de forma individual. Lo incluimos en el grupo de montaña, porque le gustaba la naturaleza. Es un chaval que aporta mucho al grupo, y el grupo le aporta mucho a él”, explica el guía.

En los dos años en los que Jorge lleva formando parte del equipo ha ganado en forma física, pero, sobre todo, en autoestima, al haber comprobado hasta dónde es capaz de llegar en la práctica deportiva. En el grupo, Jorge es uno más, sin paternalismos ni condescendencias por parte de sus entrenadores y sus compañeros. “Hace lo que le gusta y aprende a pasos agigantados. Jorge es súper simpático y siempre está pendiente de todos. Se siente parte. Las personas con discapacidad son perfectamente conscientes de cuando se les aparta”, advierte el entrenador.

El cambio en la actitud y en las perspectivas es notable cuando no se duda de sus capacidades y se les muestra que pueden hacer lo mismo que sus compañeros sin discapacidad. Y para muestra, un botón. O, más bien, para muestra, Jorge. “No se le da más atención que al resto, se le deja hacer las cosas y, si falla, lo vuelve a intentar. No se siente fuera del grupo ni que va de favor. Del primer año al segundo se nota que viene mucho más contento, porque se siente parte”, explica Moncho.

El equipo lo completa, dos días a la semana, Carmen, deportista ciega a quienes sus compañeros y entrenadores consideran un auténtico referente. “Es todoterreno, ha hecho todo tipo de deportes adaptados. Es una referencia muy grande en la ciudad. Ha hecho cosas que a personas sin discapacidad no se le pasarían por la cabeza”, asegura.