En sus redes todavía es Enjuto Mojamuto. No se despega de todo lo que le regaló La hora chanante. De hecho, Joaquín Reyes se siente “orgulloso” de aquella época que todavía hoy le persigue. Ahora hace reír con su espectáculo Festejen la broma, que llega esta tarde (20.30 horas) a Palexco, y disfruta de la experiencia de haber publicado su primera novela.

Trae a A Coruña su espectáculo Festejen la broma, ¿es lo que hay que hacer con el humor, celebrarlo?

Claro. Hay que celebrarlo porque después de estos momentos que hemos pasado, una situación tan difícil, es una buena oportunidad para evadirse, festejar la broma, reírse y olvidarse todos los problemas.

¿La gente tiene ganas de reírse del coronavirus o todavía es pronto para hacerlo?

La gente no tiene muchas ganas de que le recordemos la situación que hemos pasado y la enfermedad. Si te das cuenta, en la ficción apenas hay referencias a eso ni mascarillas. No ha pasado suficiente tiempo como para hacer una obra. Sí se pueden hacer referencias a cómo han cambiado nuestras costumbres, pero tampoco muchas. La gente quiere volver a lo que tenía y reírse de las cosas que se reía antes. Por ejemplo, en el monólogo de Festejen la broma, que lo estrené en enero de 2020, pensaba que lo más importante que iba a pasar ese año era el aniversario de Beethoven, y obviamente no hablaba de nada de esto. Cuando volví, tenía que hacer alguna referencia porque sino iba a parecer un marciano.

Dicen que no ha perdido la frescura de sus inicios chanantes. ¿Es algo que siempre le acompaña?

Sí, me siento orgulloso de lo que hicimos, de los orígenes del programa que nos dio a conocer. La gente recuerda con mucho cariño La hora chanante. De repente, califican un humor como un humor chanante. Estoy orgulloso. Sigo teniendo muchas cosas en común con el cómico que era en mis orígenes, aunque obviamente he madurado en aspectos, pero no me diferencio en lo esencial.

Incluso crearon un lenguaje.

Sí, el vocabulario nuestro ha calado en la gente. Alguna de nuestras palabras se utilizan y eso nos hace sentir orgullosos, significa que ha llegado a la gente. Como viejuno, gambitero, tunante o viejoven. Todo eso se ha introducido en el vocabulario. También es verdad que nosotros estuvimos una década haciendo sketches, entre La hora chanante y Muchachada Nui, así que fue bastante tiempo y pudimos influir en una generación.

Empezó haciendo monólogos en 2001 en el programa Nuevos cómicos. ¿Entonces era más fácil hacer reír que ahora?

Yo creo que no. La sociedad ha cambiado y el humor también. Todo cambia. Pero el humor sigue siendo algo que la gente valora mucho y lo asume. No noto que ahora tenga que hacer una cosa diferente a lo que hacía antes.

En televisión hay más espacios para la comedia. ¿Esto le da otra categoría al humor?

Sí. La verdad es que el humor ahora mismo llena muchos espacios. Está presente en programas que no te esperabas. Hay programas de sociedad en los que, de repente, hay una persona imitando o haciendo chistes. Eso tiene que ver con que el humor se valora y la gente lo demanda. Si estuviésemos en una mala época para el humor, no pasaría esto.

También se llenan los teatros.

Sí. La gente está yendo a los teatros y a los eventos en directo. Sobre todo, con muchas ganas. A ver si esto también se contagia al cine, que está un poco regulín. Como hemos pasado un momento de encierro, se entiende que la gente quiera vivir el directo y esa energía que se crea.

Hablando de cine, firma el guión de Camera café. ¿Cómo ha sido recuperar ese proyecto?

Fue un encargo. Es un proyecto que llevaba tiempo intentando salir adelante. Camera café fue el primer proyecto fuera de Paramount en el que yo me involucré. Fue una serie muy exitosa. Pero había un hándicap a la hora de adaptar la serie al cine, nos enfrentamos a problemas como superar el propio formato, porque la serie era una tira en la que la cámara estaba colocada en una máquina de café imaginaria. Tuvimos que trabajar con un elenco coral de muchos personajes y, a la vez, no traicionar la esencia de la serie. Pero nos hizo mucha ilusión. La escribimos Ernesto Sevilla, Miguel Esteban y yo, y la rodamos este verano. Esperamos que a la gente le guste.

¿Estamos en un momento de muchos remakes y reencuentros en lo audiovisual?

Es una dinámica que se da cada cierto tiempo. Al fin y al cabo, hay cierta garantía a recuperar lo que sabes que triunfaba y no aventurarte. Me parece que hay cosas que merece la pena recuperar para otras generaciones que no lo han vivido. A mí me gusta. En canales como Factoría de ficción, se reponen contenidos de los 90 y 2000. Ahora hay chavales que lo están flipando con Los Serrano o Compañeros. Me hace mucha gracia porque mis sobrinos están flipando con Los Serrano. Y yo pienso “pues espérate al final”.

Además, en septiembre publicó su primera novela, Subidón. ¿De dónde viene ese salto a la literatura?

Soy un escritor tardío, porque he publicado mi primera novela a los 47 años. Pero llegó por mi afición a la lectura, mi pasión por la literatura y, sobre todo, por la novela, es un género que me fascina. Había publicado un libro de humor gráfico y mi agente, Mónica, me animó a escribir un libro. Tenía una idea, empecé a desarrollarla y, mira, ahí está. Estoy muy contento, pero es una vocación temprana a la literatura, es una cosa que me he encontrado como tantas otras en mi vida.

Deja claro en su portada que se trata de una novela.

(Ríe) Me hacía gracia eso de poner novela para avisar al lector. Conmigo existe ese riesgo de acercarse al libro con cierto prejuicio. Soy cómico, soy famoso, y la gente dice “bueno, el libro de un famoso”. Y no. Pretendía que el libro se valorase como lo que es, una novela como otra cualquiera. Sé que la gente lo va a relacionar conmigo y con mi trabajo, pero no es el libro de un famosete.