La coreógrafa, bailarina e historiadora del arte Carlota Pérez codirige junto con Jordi Cortés el espectáculo de danza contemporánea Habitados, que se representará a las 20.00 horas de hoy en el Teatro Rosalía de Castro dentro del Festival de Artes pola Inclusión Cultural (Festigual). Es también intérprete en la obra, junto con Clara López (en silla de ruedas), Davide Salvado, Daniel Pérez, Mikel Aristegui y los músicos Davide Salvado y Cibrán Seixo, que tocarán en directo.

¿De qué idea parte Habitados?

De las personas o las historias en tu vida que te habitan, que te crean una cicatriz. Esas personas y momentos que están en lugar que no quieres abrir, y ahí hay un límite. Hablamos de las relaciones humanas en general, y de esa supuesta fragilidad que parece que tiene una persona en silla de ruedas, pero que al final nos está sostenido a todos.

¿Cómo diseñan la manera de transmitir esas ideas a los espectadores? ¿Se intentan ponen en el lugar del público?

Intentamos tener un guión y escenas, pero no es esencial pensar en el público. Tienes algo que mostrar que a veces es abstracto, y una persona lo va a entender de una manera, otra de otra. Pero los intérpretes saben a dónde van. El público se suele emocionar, pero tampoco pensamos demasiado en él cuando creamos. Es más un trabajo nuestro, de proceso, y luego, que el público lo compartan con nosotros. No decimos: “A ver qué le va a gustar al público”. Si no, iríamos a una puesta en escena más fácil.

¿Cuál es el papel de la música?

Davide canta y toca la pandereta, y luego está Cibrán, el violinista. Davide es un personaje más, y, con Clara, la conciencia de toda la obra. El espectáculo es también parte de lo que le habitaba, de su vida. El espectáculo tiene mucho que ver con todos nosotros, con capítulos de nuestras vidas, de momentos que han sido importantes y cómo de algún modo los compartimos y los llevamos al cuerpo de los otros.

El espectáculo ya se ha bailado varias veces. ¿Está pensando como algo cerrado, o hay improvisación y cambios en cada representación?

El esquema está cerrado, pero en algunas escenas damos pie a liberarnos más, ampliar o poder hacer crecer. No está todo completamente pautado.

Cuando forma a bailarines, ¿qué es lo que les intenta trasladar, aparte de temas formales? ¿Cómo los prepara para tener que aportar o improvisar?

Es un trabajo físico previo, también de contacto con los otros... Trabajamos mucho regímenes como el yoga, la meditación. Luego, aparte, yo personalmente trabajo con texto, desde la historia. No empiezo a crear movimientos y luego les doy forma: siempre hay una temática, un guión, una historia por la que pasa el cuerpo.

¿El espectáculo incluye escenografía u otros elementos?

No, la escenografía son unas sábanas, sin más.

Ya había realizado otros proyectos de danza con inclusión.Para mí son sobre todos proyectos comunitarios.¿Por qué empezó a trabajar en este campo?

Por una crisis vital que tuve en relación con la profesión de la danza. Pensé que valía para mucho más que para bailar; era una herramienta para la transformación. Tuve la suerte de empezar a trabajar en las prisiones de Teixeiro y Monterroso, en 2008s. En una prisión hay personas con diversidad, módulos de enfermedad mental… Trabajar ahí me abrió al campo de la inclusión, y en paralelo creé la compañía 5S, en la que hay personas con diversidad funcional. Se fue profesionalizando, y ahora es una compañía estable de danza inclusiva. Antes formamos, en A Coruña y en Santiago, a personas con diversidades. Pero también hay algunos que no tienen diversidad, y eso es lo interesante del proyecto.

¿Cómo concebía antes la danza, y cómo la concibe ahora?

Para mí antes la danza era más competitiva, estaba más presente el ego, bailar, bailar bien, que te miren. La crisis que tuve me trajo humildad y honestidad. Me hizo ir a otro lugar, y ver que la danza la tenemos todos, y que hay que dar formación a cualquier persona, más allá de su capacidad o diversidad. Hay gente escondida, porque está tapada, invisibilizada, pero que a veces tiene mucho más que decir que bailarines profesionales, es un talento que no está explotado. Aquello me cambió toda mi perspectiva: ahora me cuesta mucho trabajar solo con bailarines profesionales. Antes era cuestión de técnica, ahora busco más ser verdadero.