El agua es protagonista de uno de los estudios del equipo de investigación Reactividad Química y Fotorreactividad, adscrito al Centro de Investigaciones Científicas Avanzadas (CICA), formado por Moisés Canle, Juan Arturo Santaballa, María Isabel Fernández, Daniel Rodríguez y Zenydia Martín. Juntos han dado alas al proyecto Tecnología sostenible de reducción de contaminantes emergentes para la economía circular del agua, un trabajo que acaba de recibir el premio Epifanio Campo. El objetivo es plantear metodologías que permitan reutilizar el agua para usos como el riego, la limpieza de rías o circuitos de refrigeración. “Queremos garantizar el futuro de los que vienen”, explica Canle.

En todos sus proyectos, este grupo de trabajo sigue un hilo conductor: “Mejorar los problemas medioambientales y de sostenibilidad”. Ahí se encontraron con un obstáculo que hoy parece sencillo, pero que en el futuro no lo será tanto, por lo que es importante ir avanzando en su solución. “En el análisis del agua que bebemos en países más desarrollados se localizan pequeñas sustancias que no son peligrosas pero que van aumentando, así que hay que ponerse manos a la obra”, detalla.

Moisés Canle reconoce que “no es un problema de ahora”. De hecho, tampoco será un problema en dos o tres décadas. “Pero sí en 80 o 100 años y con la pandemia hemos aprendido que es importante ir avanzando”, expone.

El ejemplo que pone es sencillo y parte de una pregunta: “¿Cómo puede haber cafeína en un lago de una montaña?”. Todo empieza en casa. “Igual que cuando hacemos café huele en toda la casa, si lo tiramos por el retrete, esa cafeína acaba en ríos o en el mar. Y así vuelve a las cabeceras de los ríos disuelta en la lluvia”, explica.

Y no solo ocurre con la cafeína. También se pueden encontrar partículas de “friegasuelos, que solo dan olor, fármacos, pesticidas...”. De todo. “Pero en muy pocas cantidades”, avisa el catedrático, aunque reconoce que los estudios demuestran que “va aumentando”. “Y si cada día aumenta, nos podríamos encontrar con toneladas”, señala.

Canle insiste en que “ahora no es peligroso”, pero puede que en el futuro lo sea. De ahí la importancia de desarrollar tecnologías que permitan eliminar estas partículas. “Intentaremos avanzar en esa tecnología para el tratamiento de agua de consumo y residuales”, comenta. El investigador coruñés es consciente de que “nadie se bebería el agua residual”, aunque estuviese limpia, pero apunta que podría servir, por ejemplo, para “regar”.

En este problema hay también un componente social pues, además de las tecnologías que se puedan desarrollar, es importante la implicación de la población. “Hay que tener esa responsabilidad, no tirar fármacos o detergentes por el retrete. También las industrias se están poniendo las pilas”, informa uno de los integrantes de este grupo de investigación, que opina que “cada uno tendrá que poner algo de su parte”. De lo contrario, en el futuro será “complicado encontrar agua de calidad”.

Es este el comienzo de una solución que tardará mucho tiempo en llegar. Mientras, el equipo Reactividad Química y Fotorreactividad del CICA recibe una primera “palmadita” en el hombro, para saber que están en el “buen camino”. Es el premio Epifanio Campo, convocado por la cátedra del mismo nombre de la Universidade da Coruña y promovido por el grupo empresarial Rodonita. Un reconocimiento “especial” para Moisés Canle. Él mismo explica por qué: “Estuve muchos años trabajando fuera y cuando volví ya definitivamente, en 2001, envié un proyecto sobre esto. La evaluación que recibí decía que era científicamente inviable. Se ve que, 21 años después, no lo es”. Y no se rindió. Siguió trabajando, investigando y buscando soluciones, junto a sus compañeros, para evitar los problemas medioambientales que cada vez son más protagonistas.