El tejado es lo último que se construye de una casa, pero puede ser lo primero en repararse. A la cubierta de sus edificios miran los vecinos de las casas de Franco cuando llueve o hace frío, en invierno y en verano. Porque por el tejado sufren casi todas las viviendas, las casi 580 que suman los cinco bloques que conforman la zona, el principal problema por el que han demandado intervenciones al Ayuntamiento a lo largo de los años: la humedad.

Ahora los vecinos se agarran con esperanza, no la misma en cada uno, a la próxima convocatoria de ayudas a la rehabilitación que ha anunciado el Gobierno local, la primera después de tres años sin promoverlas, para la que el Concello prevé en 2022 que entre las administraciones local, autonómica y estatal contribuyan a cofinanciar reparaciones con casi 530.000 euros en concepto de subvenciones solo en las casas de Franco, zona popularmente conocida en el barrio como Katanga.

Es una fe relativa, prudente. En julio de 2015 las casas de Franco fueron declaradas por la Xunta áreas de rehabilitación integral (ARI), pero el Concello no las incluyó en las convocatorias de ayudas hasta 2018, año en el que no llegó a justificar ninguna obra vinculada a esta línea de subvenciones, ni en esta zona residencial entre el Agra do Orzán y O Ventorrillo ni en Labañou ni el casco histórico. Repetirán también estas ARI el próximo año, la primera con 571.280 euros y la segunda con 237.477; 1,33 millones en total.

Uralitas desgastadas en un patio interior, techo desconchado en un cuarto de baño y manchas de humedad en las fachadas laterales. | // VÍCTOR ECHAVE R. D. Rodríguez

“El Ayuntamiento invirtió primero en Palavea y en Os Mariñeiros antes que en nuestras casas, y quedaron muy bien, pero nosotros reclamamos obras ya desde 2015 porque padecemos problemas de humedades desde hace décadas. Hace unos 35 años el Concello nos obligó a retirar las uralitas por una cuestión de estética y empezamos a tener filtraciones”, repasa Rosa María Pereira, que desde 1984 vive en el segundo grupo de las casas de Franco.

La humedad se filtra por los tejados y las fachadas, cimentadas con arena de la playa de Riazor cuando se construyeron las casas a comienzos de los años sesenta, que a poco que se desgaste por las inclemencias meteorológicas “se va cayendo” a pequeños trozos. Los muros exteriores de alguno de los doce portales han sido impermeabilizados en los últimos años, como el de la esquina de la ronda de Outeiro con Monasterio de Bergondo, pero la gran mayoría no se tocan desde hace décadas o están casi como el primer día, y en ellos las huellas de humedad bajan desde la parte más alta del bloque y bajo las ventanas de las cuatro plantas salpicando las fachadas de feas manchas.

Interior de una de las viviendas. | // VÍCTOR ECHAVE R. D. Rodríguez

De fachada para dentro, la humedad se advierte en el techo de algunas habitaciones, no solo de la planta más alta, y alrededor de las ventanas. Las viviendas, de poco más de 50 metros cuadrados las más grandes y de 45 las más pequeñas, transmiten la sensación de estrechez que también se tiene en los portales y las escaleras. El diseño de los edificios distribuye patios interiores apretados donde se han instalado los únicos cuatro ascensores de todo el ARI de las casas de Franco, el primero hace menos de cinco años. Plásticos y uralitas sucias y desgastadas cubren la ropa tendida y pegadas a los muros están colocadas las bajantes de aguas fecales.

Ana María Martínez llegó a denunciar las filtraciones sufridas en su domicilio. “De las humedades de los pisos se encargan las aseguradoras, pero de las que tienen el origen fuera de la casa, nadie”, lamenta. “Empecé a vivir aquí hace quince años y todo me parecía bonito, pero pasa el tiempo y vas sumando pequeñas obras, hasta que te das cuenta de que hay que arreglar también la fachada y el tejado. Eso es mayor inversión y a la hora de pedir ayudas, o no se quiere contribuir o no llegan, y al final se nos deja en la estacada”, explica.

Machas de humedades en las fachadas laterales. | // VÍCTOR ECHAVE R. D. Rodríguez

La mayoría de los vecinos son gente mayor. Ricardo Lamas tiene a sus padres, de más de 80 años, en las casas de Franco “desde que se entregaron, hace 60 años”. “Aquí se pintaron y se arreglaron los portales con nuestro dinero. Pero la arena de playa de las que están hechas las casas no soporta tanta humedad y los materiales de construcción no son como los de hoy”, detalla, criticando además el mal estado en que está la “selva” que separa la calzada de los edificios en la ronda de Outeiro: “Parece que este jardín está para tapar las casas”.

“Lo único que reivindicamos es que se nos preste atención, como se le ha prestado a otras zonas de la ciudad, por el deterioro de las viviendas, sobre todo por las humedades, que hay que reparar constantemente con nuestro dinero. Pedimos rehabilitación de las fachadas, los tejados, los patios interiores descubiertos y llenos de excrementos de aves todos los días y los jardines delante de las casas en la ronda de Outeiro, que no son ni jardines y están descuidados”, reclama Alfonso Vaquero, vecino desde 1964, a los pocos años de que el Estado entregase las casas a la población.

Asegura que desde 2018 más de un portal ha presentado la documentación requerida por el Concello para poder acceder a las ayudas, algunos con presupuesto y proyectos redactados, pero no todos con la licencia de obra en su poder, tampoco respuesta municipal a sus solicitudes. “Y sin saber aún qué porcentaje de subvención se nos concederá”, añade Vaquero, que reprocha al Gobierno local que se enterase de la próxima convocatoria de subvenciones “por los periódicos, sin avisar antes el Concello para darnos tiempo a preparar las solicitudes y presentar la documentación que se pide”.

Dos vecinas en un patio interior sin ascensor | Echave

“Si la convocatoria de ahora va para delante, nos tocarán 530.000 euros para cinco bloques de viviendas. Apurando mucho serán 100.000 euros a cada uno, que no llega ni para cambiar las ventanas. Pero si nos los dan, bienvenidos sean. Y que el que más apure sea el primero cobre las ayudas”, expresa con escepticismo Rosa Pereira.

Tendrán dos meses estos vecinos —y los de Labañou y Ciudad Vieja y Pescadería— para solicitar las ayudas, aunque después de que fuesen aprobadas esta semana en la Junta de Gobierno Local no se conoce todavía cuándo comenzará ese plazo. “No me importa el tiempo que tengamos, lo que me importa es que nos digan que nuestras solicitudes estás aprobadas, y que con el dinero que se nos dé al final hagamos lo que podamos hacer para mejorar las casas”, añade Vaquero.

El área de Urbanismo prevé convocar próximamente a los vecinos de las casas de Franco para trasladarles información relativa a las ayudas para rehabilitar en las ARI. Los propietarios de uno de los portales, en Monasterio de Cines, ya tienen la licencia de obra desde 2019, que le otorgó el Concello después de que finalizase el plazo que había establecido para reunir toda la documentación requerida. Aquel año no se justificaron obras en ninguna de las tres ARI incluidas en la convocatoria. Esos vecinos ya han instalado un andamio de obra delante del edificio.

El Ayuntamiento alegó desde 2019 que no volvió a convocar las ayudas de rehabilitación para ARI porque había un atasco en la tramitación de solicitudes recibidas desde antes de aquel año. Lo que no ha explicado ahora, y que le ha preguntado este periódico, es si han resuelto aquel problema; de haberlo hecho, podría haber peticiones retrasadas que entren ahora en la nueva convocatoria y se unan a las que puedan surgir tanto en el casco histórico de la ciudad como en Labañou y en las húmedas casas de Franco.