El concertino de la Filarmónica de Berlín, el violinista japonés Daishin Kashimoto, nos cita en el Teatro Rosalía de Castro ayer, antes del ensayo previo a su recital de esa noche, dentro de la gran temporada programada por la nueva directiva de la Sociedad Filarmónica de A Coruña. En el teatro, aparte de aclimatar su impresionante violín italiano Andrea Guarneri de 1674 a la humedad del ambiente, está acabando de ensamblar, junto al pianista Eric Le Sage, un repertorio que hace días tocaron en Bruselas y que próximamente llevarán de gira por Japón.

Nacido en Londres, a los tres años empezó a estudiar violín en Tokio por la influencia de su madre, profesora de piano. Con siete años se trasladó a Estados Unidos, donde estudió en la prestigiosa Julliard School; y a los once comenzó a estudiar con el reputado profesor de la Escuela Reina Sofía de Madrid Zakahr Bron en Alemania, país que ya no ha abandonado.

Daishin Kashimoto explica que “nunca antes de pertenecer a la Filarmónica de Berlín había tocado en una orquesta”. “Pensaba que no podía ser un buen músico de orquesta ya que siempre estudiaba para solista. El contacto con grandes músicos con los que hacía música de cámara, como Pahud, Fuchs y Braunstein, me animó a probar. Tuve la suerte de que las dos semanas que me invitaron a tocar con ellos fueron programas divertidos, y no solo me enamoré de tocar en orquesta sino de la Berliner,. Eso fue lo que me animó a preparar las audiciones y ganarlas”. Sobre la Filarmónica de Berlín, Kashimoto recuerda que tuvo “la suerte” de que “los músicos apostaran” por él “a pesar de no tener experiencia”. “Esta orquesta —señala— es especial ya que apuestan por la personalidad del músico, no solo por la técnica o virtuosismo”.

Cuando le pregunto qué busca él cuando ahora le toca estar en el tribunal, responde: “Piensa que los músicos que escuchamos no tienen ningún problema técnico, son de lo mejorcito del mundo. Yo personalmente, y creo todos, buscamos a alguien que nos cuente una historia mientras audiciona”.

Su puesto, de gran responsabilidad, no está exento de presión. Piense el lector que la Berliner es a la música lo que el Real Madrid al fútbol a nivel mundial, por lo que todos los ojos de los espectadores, los compañeros de profesión y los directores se clavan en su espalda : “No siento nunca esa presión; en nuestra orquesta están los mejores músicos del mundo, y esa presión está compartida por todos al mismo porcentaje,. Nos ayudamos entre todos, y sobre todo nos divertimos, esa es la base de nuestro éxito”.

Es habitual ver y escuchar como solistas en las orquestas españolas a músicos de la Berliner. Hace pocos días tocaba Andrea Ottensamer en Valladolid, Stefan Dohr con la Orquesta Sinfónica de Galicia, y el español Joaquín Riquelme, violista de la mítica orquesta, también tocaba en Asturias. “Cuando toco en una orquesta —detalla Kashimoto sobre su experiencia—, necesito respirar y cambiar a tocar música de cámara, y cuando llevo ya tiempo viajando y tocando música de cámara o como solista, necesito volver a tocar en orquesta. Es en esa combinación donde encuentro mi felicidad como músico”. En la docencia, asegura, no encuentra “de momento” la satisfacción que le reporta tocar. “Por eso no doy clase... de momento”, concluye entre risas.

Casado con una percusionista y con una hija en común, cuando hablamos de cómo educar a los hijos ya no como músicos, sino como público, expone: “Nosotros no tenemos ese problema, ya que nuestra hija está rodeada de música todos los días, por eso creo que el secreto como padres para transmitir esa pasión por la música es ese, rodearse de música”. Sobre ese punto incide antes de rematar la conversación mientras se dirige al escenario: “La música nos acompaña desde que nacemos, cuando nos casamos hay música, cuando morimos en nuestro funeral hay música, sería absurdo no rodearse de música a diario”. Sabios consejos de un virtuoso como Daishin Kashimoto. Rodéense de música, no hay excusa en A Coruña: Orquesta Sinfónica de Galicia, Sociedad Filarmónica, Amigos de la Ópera...