En Monte das Moas, entre el instituto y polideportivo del mismo nombre, el parque de Eirís y la calle Curtis, se encuentra un polígono de algo más de 57.000 metros cuadrados, situado a ambos lados de la vía Fariña Ferreño y ocupado actualmente por fincas con huertas, árboles y maleza. En este terreno está previsto construir, ya desde el plan general de 1998 (el anterior al actual, de 2013) una docena de edificios, con una edificabilidad total de más de 139.000 metros cuadrados. El ordenamiento en vigor no prevé que ninguna de las viviendas sean públicas, ni de protección oficial. Tras varias arrancadas en falso, los promotores han reactivado el desarrollo y someten de nuevo el proyecto de urbanización a evaluación ambiental, ahora en exposición pública.

Los edificios, de entre siete y nueve plantas, modificarían completamente la fachada de esa parte de O Castrillón. El planeamiento permite 2,44 metros edificables por cada uno de superficie, el más alto de todos los polígonos proyectados antes de 2013 y de los más altos que se contemplan en el PGOM. Los promotores preveían en 2018 que las obras se prologasen 18 meses, con un coste de unos 4,9 millones.

Y cambiará la superficie de la ladera. El documento de impacto ambiental contempla aplanar la superficie, lo que obligará a construir dos muros de hormigón armado para contener el movimiento de tierras, con un muro de 265 metros de longitud y otro de 20. Las necesidades de las viviendas obligan a cambiar el sistema de bombeo de agua desde el depósito de Eirís, una operación que, según el informe de impacto ambiental, ya ha sido “consensuada con Emalcsa”. El plan también incluye construir nuevos viales, que conectará directamente la calle Vila de Ordes con la avenida de A Pasaxe, donde desemboca la vía de Monte das Moas.

Se prevé una pequeña cantidad de zonas verdes, si bien la superficie es muy limitada en relación a la del conjunto del polígono: cuatro espacios que ocupan en total 2.330 metros cuadrados (un 4% del polígono), ocupada con césped, corteza de pino y plantas ornamentales. Otros 9.000 metros cuadrados quedarían reservados para equipamientos municipales.

En 2018, durante la fase de alegaciones al proyecto urbanístico, la asociación de vecinos O Castrillón Urbanización Soto IAR presentó once reparos contra el proyecto, entre ellas cuatro contra los muros previstos. Preveían un impacto visual negativo y consideraban que las paredes, junto con los edificios de gran altura, impedirían la conexión peatonal entre el parque de Eirís y las viviendas, y defendían que se construyese en los terrenos una residencia de mayores (actualmente proyectada en Eirís). En cuanto a la dotación de la plaza central y zonas peatonales, consideraban que era un “insulto a la inteligencia”, pues solo incluía césped, plantas tipo matorral y “cuatro bancos en las aceras y una papelera”.

El informe admite posibles “conflictos” con los vecinos, si hay “falta de información y mala gestión de los impactos”. Entre estos se encuentran los causados por los trabajos de construcción, como los posibles daños en los pavimentos y construcciones cercanas durante la obra, así como las “molestias” en el instituto, polideportivo y centro de salud cercanos. La eliminación de las huertas supondrá “una disminución del autoconsumo y actividad de ocio” para los particulares que actualmente las explotan.

Así, el informe identifica tres impactos “severos”: la alteración de la dinámica social, la compactación del terreno y pavimentación (sobre la vegetación), y el del consumo de agua, energía y generación de residuos por el aumento del número de vecinos. Sin embargo, el informe considera que las facetas positivas de la obra superarán a las negativas y que creará puestos de trabajo de servicios, además de dar acceso a los vecinos a nuevos viales y zonas verdes.

Segundo documento ambiental

El informe ambiental es el segundo del proyecto, ya que el primero caducó durante su larga tramitación. El proyecto de compensación del polígono de Fariña Ferreño se aprobó ya en diciembre de 2008, y al año siguiente se presentó un proyecto de urbanización. El documento de impacto ambiental original, y otro sobre las consecuencias del proyecto sobre el patrimonio cultural, fueron evaluados favorablemente por la Xunta entre 2011 y 2012.

Al año siguiente se elaboró un nuevo PGOM en A Coruña, y el polígono de Fariña Ferreño se incorporó como Área de Planeamiento Incorporado (API). En 2016 el ingeniero municipal emitió un informe señalando deficiencias, y al año siguiente el Concello reclamó a la junta de compensación que presentase un nuevo proyecto de urbanización, ajustado al planeamiento en vigor.

Los promotores lo presentaron en enero de 2018, incorporando información de empresas suministradoras de servicios e informes técnicos municipales. La aprobación inicial se produjo en abril, y se sometió a información pública. El entonces edil de Rexeneración Urbana, Xiao Varela, señaló ese año que estaba negociando con los propietarios del polígono para reducir la edificación, si bien admitió que si esta disminuía podrían pedir indemnización al Concello, al afectar a derechos reconocidos.

¿Por qué ha sido necesario repetir el proceso de evaluación por impacto ambiental? Porque, de acuerdo con la ley de evaluación ambiental de 2013, las declaraciones positivas anteriores a la normativa pierden su vigencia a los seis años de aprobación de esta, en el caso de que no se hayan iniciado los trabajos. Como el plazo acabó en 2019, los promotores han tenido que iniciar de nuevo el proceso. Ahora, la Xunta deberá decidir si el proyecto tiene efectos significativos sobre el medio ambiente, con lo que se alargará el proceso, o si, como ya ocurrió en la primera solicitud, el procedimiento se solventa con un trámite abreviado.