Josele Santiago, miembro de Los Enemigos, actúa hoy a las 21.00 horas en Garufa, acompañado por su compañero de banda David Krahe. En el concierto, del ciclo Km.C, tocarán repertorio de sus discos en solitario, con “alguna sorpresilla”.

Lleva media docena de álbumes en solitario, y, en paralelo, volvieron Los Enemigos. ¿Qué aporta cada proyecto, artísticamente?

Cuando empecé en solitario lo que quería era probar nuevos sonidos y abandonar el clásico dos guitarras-bajo-batería. Hacer acústicos, hacer contrabajo. Y sobre todo buscar silencios, trabajar con otros músicos. Aprender, en definitiva. Pero lo que me interesa ahora es hacer canciones; vestirlas de tal manera, probar según qué arreglos o trabajar con otros músicos ya lo tengo hecho. Estoy muy centrado en Los Enemigos. No me planteo a corto plazo otra cosa, porque pa qué. Ya vendrán otras etapas. Estamos centrados, hay canciones nuevas... El tema de los silencios está superado.

¿De donde nacen las canciones?

Cada una de su padre y de su madre; cuando menos te lo esperas, aparece una chispita. Lo demás es cuestión de sentarse, disciplina y oficio. Pero la chispa es algo completamente aleatorio e impredecible, no sigue un patrón.

Habrá alguna diferencia con cómo escribían o trabajaban en los años 80, cuando empezó Los Enemigos, con cómo lo hicieron para su último disco, Bestieza.

Básicamente es lo mismo. El tema surge paseando, en un bar escuchando a la gente, leyendo un libro, viendo una película o conduciendo. Luego hay que trabajar y hasta que no te quedas a gusto no la sueltas. Y esa es otra: saber cuándo una canción está terminada.

Hay que saber cuándo parar.

Sí, a eso me refiero.

¿Cómo es su relación con Krahe?

Llevo trabajando con él mucho tiempo, pero lo conozco desde hace muchísimo más. Yo era amigo de su madre, le conocí cuando no levantaba cuatro palmos. Estamos muy a gusto y creo que se nota en el escenario: la compenetración es absoluta. Hemos hecho miles de bolos juntos y con una mirada ya sabemos qué queremos. Estoy muy contento de que esté ahora en Los Enemigos. La cosa gana muchos enteros.

¿Lo introdujo usted?

Cuando Manolo [Benítez] se va, el primero en el que pienso es en David. Le llamo, y él encantado, pues probablemente ha visto más conciertos de Los Enemigos que nadie desde que era pequeño.

Bestieza castellaniza un término catalán, bestiesa, que significa burrada. ¿De quién fue la idea de ponérselo al disco?

Fue una palabra que me encantó cuando la conocí, ahora que vivo en Cataluña. Según iban saliendo canciones, y eran bastante bestias a nivel de arreglos, se me ocurrió.

¿Esperaban el éxito de ventas de este último disco?

Ni de coña.

¿Sigue escuchando grupos clásicos de rock o mira lo actual?

Vas viendo bandas nuevas, pero las que me gustan parecen antiguas [ríe]. También, con el tiempo, uno se abre a otros estilos, sin ánimo necesariamente de incorporarlos a su repertorio. Por ejemplo, me encanta escuchar jazz. Y tampoco ha cambiado mucho el rock, es una música bastante atemporal. Cambian las producciones y este tipo de cosas.

Esto de que las bandas de rock de hoy suenen como hace décadas, ¿es bueno o es malo?

No es ni bueno ni malo, es lo normal. Es como si me hablas del jazz; tiene algunas innovaciones en cuanto a producción o instrumentación, alguna influencia de otras músicas, pero básicamente es lo mismo. O la música clásica, o el folk, o el blues... Es lo que hay.

¿Y por qué eligió el rock para comunicarse artísticamente?

No lo sabría decir. Las cosas no siempre obedecen a un por qué. Me gustó la primera vez que lo oí, con siete años, y me sigue gustando ahora que tengo unos pocos más [ríe]. Uno se acerca a ello con curiosidad, con asombro, de una manera muy sana, y procura tirar por ahí. Si la cosa funciona y puedes vivir de esto, maravilloso. Si no, estoy seguro de que tendría un grupo e iría los fines de semana a ensayar, no te quepa la menor duda. Me gusta.

Ya pasó la época en que el rock que movía más a la juventud.

Es natural. El jazz fue el centro de todo en la década de 1920, 1930, 1940, y ahora es minoritario. La música clásica era la única que había, y ahora tiene que compartir con otras músicas populares y cultas. Además, lo del rock creo que era un poco exagerado. Todos estos aviones privados y estas mierdas... La idea que tengo del rock no tiene nada que ver con la de una superestrella; más bien al contrario.

¿No le preocupa la estética?

No. La concepción que tengo del rock es la falta de ortodoxia. Para mí es un mundo mucho más libre. Escuchas a Iggie Pop y a Bjork y son rock las dos cosas. Ahí está el espíritu del rock: están haciendo la música que les place saltándose todas las normas que quieren. Cosas que en el jazz o en la música clásica no puedes hacer, o no puedes tanto.

¿Cuál es ese espíritu del rock?

Sería abordar la música sin prejuicios y sin normas.

Han anunciado varias veces su muerte, como la de la novela o la de los periódicos. ¿Habrá rock en 2121?

Será más minoritario, o lo que quieras, pero siempre habrá cuatro chavales con guitarras eléctricas dando caña en un local.