Leer el informe de Sugerencias y Reclamaciones del Concello en el 2020 es como abrir un diario colectivo y leer los problemas a los que se enfrentaron los vecinos durante el año en el que las palabras coronavirus, mascarilla, gel hidroalcohólico, ambulancia, incidencia acumulada, estado de alarma, confinamiento, restricciones, prohibición y distancia de seguridad empezaron a ganar terreno en el día a día, tanto, que protagonizan muchas páginas de este relato escrito a muchas manos.

Vecinos salen a pasear por el paseo a partir de las ocho de la tarde, en el desconfinamiento. | // VÍCTOR ECHAVE

El año 2020 empezó como cualquier otro, con quejas y sugerencias por contenedores sucios en la calle, por coches abandonados que forman ya parte del paisaje urbano o por que los camiones de la basura hacen más ruido del deseado, sobre todo, durante la recogida nocturna. Las preocupaciones de enero y febrero eran las mismas que en el año anterior y en el anterior, con denuncias de aceras rotas y baches, pero todo cambió en marzo, con el decreto del estado de alarma, con aquellos quince días de confinamiento, que no se sabía si serían los únicos o tan solo los primeros. Para entonces, aquello de “nueva normalidad” o “desescalada” era ciencia ficción.

La plaza de Pontevedra, con sus semáforos encendidos, durante el confinamiento. | // CARLOS PARDELLAS

Los técnicos municipales indican en su resumen que, durante 2020, recibieron 16.559 comunicaciones, de las cuales 12.127 cumplían los requisitos necesarios para ser consideradas Sugerencias y Reclamaciones, de modo que 4.432 se quedaron fuera del informe. La cifra de comunicaciones con el Concello ha ido en descenso todos los años desde 2017, cuando se registraron 13.480 informaciones de los vecinos. En 2018, el registro se cerró con 13.338 informes y 2019 con 12.913. En 2020, la caída fue del 6% con 12.127 informes que cumplen los requisitos.

Este año descendieron significativamente las comunicaciones realizadas por los servicios internos del Concello y de las vías públicas, seguramente, por el confinamiento y la imposibilidad de salir a la calle. De las más de 400 comunicaciones registradas en 2019, bajaron a 24 en el año de la pandemia.

La mayoría de las reclamaciones y sugerencias realizadas —el canal más utilizado, con diferencia, es el teléfono 010 de atención ciudadana— se registraron en la categoría de Medio Ambiente y Sanidad (5.714 reclamaciones y sugerencias, un 46, 35% del total) porque es bajo esta etiqueta donde se agrupan las quejas por los árboles sin podar, por la maleza en las escaleras, por los contenedores que no se vacían o que desaparecen y las quejas por los objetos voluminosos que copan la vía pública y también las plagas de ratas y gatos.

Después, están los avisos por infraestructuras (2.614) por baches y desperfectos, por falta de iluminación o porque no se apaga el alumbrado, y las de movilidad (1.820), muchas de ellas por la reducción de frecuencias de bus durante la pandemia, por la eterna espera para poder renovar la tarjeta Millennium o para solicitar que, durante el confinamiento, se bajase el sonido a los semáforos que indican a los peatones con diversidad funcional que pueden cruzar; también porque las terrazas invaden la acera o por falta de plazas de aparcamiento. Este año, también por la necesidad de aumentar el espacio para los peatones y para poder conjugar la salida a la calle con la distancia de seguridad de metro y medio entre personas que, por fin, podían pasear, después de un encierro severo en el que los boletines oficiales regulaban qué era y qué no un desplazamiento esencial.

Solo el 8,96% de las preocupaciones de los vecinos en 2020 (1.105 comunicaciones) fueron por temas de seguridad y eso en el año en el que, el que más el que menos, solo podía entretenerse viendo por la ventana y esas largas horas de observación derivaban en avisos a los técnicos municipales. Así que, hubo llamadas reiteradas al 010 y registros en la web por jóvenes haciendo botellón en los parques y soportales o por salir a hacer ejercicio cuando no tocaba, y por mal comportamiento con los animales, tanto dentro como fuera de casa.

Los datos de ejecución recogen que 3. 404 incidencias fueron solventadas en un plazo menor a 90 días y que 8.923 fueron atendidas fuera de este periodo, con un resultado de 2.167 casos cerrados y todavía 6.756 abiertos. En las conclusiones del informe, los técnicos municipales indican que, en cumplimiento de la Ley de Transparencia, se incorporaron a los datos totales del resumen del año las quejas y sugerencias que no se resolvieron durante los años anteriores y que, durante 2020 se consiguieron cerrar más expedientes en plazo que en el año anterior.

Inicio del año. De enero a principios de marzo. El año empezó, como tantos otros, con quejas sobre la tarjeta Millennium, una persona reclamaba poder hacer el trámite a través de internet para evitar ir a las oficinas de Movilidad, con un horario limitado, también con quejas por malos olores en la avenida de Oza y en la calle Alameda, entre otras, con una papelera quemada en la ronda de Outeiro, con un padre preocupado porque a su hijo no le llega una carta a los Reyes Magos, con complicaciones en la aplicación para pagar la ORA y con quejas de que había ratas (entre otras ubicaciones, en las inmediaciones del instituto de Monelos y el polígono de Pocomaco), estorninos y gatos (cerca de las instalaciones deportivas de Elviña) campando a sus anchas. Empezó con locales que sobrepasaban su horario de apertura, con desperfectos en aceras en la calle Parque o en la de la Torre y también con varios avisos para que Servicios Sociales atendiese a personas sin hogar, con la queja recurrente de que el reloj de María Pita no funciona y que era necesario desbrozar y podar en A Zapateira y en la ronda de Outeiro, entre otros barrios. Se quejaban los espectadores de una proyección en el Fórum Metropolitano, porque se estropeó la cinta y no pudieron ver el final de La ceniza es el blanco más puro. A principios de marzo se produjo una reclamación colectiva de los vecinos que se oponían a las obras en el muro exterior del cementerio de San Amaro y pedían su paralización. En la lista de vehículos abandonados aparece una referencia a un bus frente al cementerio de San Pedro de Visma. Los vecinos estaban preocupados por la seguridad de los estudiantes a la entrada y salida de los centros escolares y, por ello, solicitaban más presencia policial. En el siguiente trimestre, la formación se trasladó a los ordenadores y las casas y esta incidencia quedó en stand by.

El confinamiento. De marzo a mayo. Con el estado de alarma cambiaron las preocupaciones, así que, llegaron las quejas por la reducción de frecuencias en los buses 17 y 23 y las de los que consideraban necesario que se adaptase el servicio a los horarios de los sanitarios. Llegaron las llamadas de personas que se ofrecían voluntarias para hacer la compra a vecinos que no pudiesen bajar a la calle, incluso una empresa de hostelería quiso, el 20 de marzo, donar dos cajas de gel hidroalcohólico al Concello, cuando el líquido era casi un bien inexistente y, por supuesto, llegaron las quejas por incumplimientos de la cuarentena, de personas que salían a caminar por el Paseo de los Puentes o por el barrio de Xuxán, cuando no estaba permitida tal actividad, también se registraron quejas por los vecinos que apuraban los momentos de libertad bajando a los perros muchas más veces de las necesarias o los que aprovechaban para correr en lugares alejados del centro, intentando evitar a los agentes, pero a la vista de los policías de la ventana. A partir del 14 de marzo empezaron los nuevos problemas, como los de los estudiantes que no tenían impresora, los que se quejaban de que la wifi del Circo de Artesanos estuviese apagada, los que querían que los servicios de emergencias felicitasen el cumpleaños a sus hijos o los que solicitaban que les llevasen material e instrucciones para hacer mascarillas en sus casas y poder repartirlas después entre las personas que más necesitasen y los que exigieron, más que nunca, y debido a la emergencia sanitaria, que se extremase la limpieza de los contenedores y de las calles. Los ruidos se hicieron más presentes y también los de los semáforos, que interrumpían la jornada de los que teletrabajaban y pedían insistentemente que se les bajase el sonido porque nadie los utilizaba. Llegaron los problemas con la Administración para prorrogar la vigencia de las tarifas sociales en la tarjeta del bus y también con los vecinos que alimentaban desde sus ventanas a gatos, gaviotas y palomas y la necesidad de contar con baños públicos en la calle, ante el cierre de la hostelería. A partir del 13 de abril se produjo la demanda colectiva de los residentes en la avenida de la Concordia, que pedían en bloque al Concello que no multase al joven que, desde el inicio del confinamiento puso música tras los aplausos de las 20.00 horas y amenizaba con sus discos el mediodía de los fines de semana. Hasta veinte entradas hay en el registro en apoyo de este joven, al que la Policía Local propuso para sanción. En el apartado de vehículos abandonados, el más singular es un Porsche azul, en la calle Regata Cutty Sark.

La desescalada. De junio a agosto. En mayo comenzaron a abrir las terrazas de los bares y, con ellas, llegaron las denuncias por los locales que copaban el espacio público con sus sillas y sus mesas. No cesaron esas quejas los meses siguientes. En este tramo del año, los vecinos solicitaron en varias ocasiones más bancos para sentarse, por ejemplo, en la ronda de Outeiro, o que el paseo marítimo fuese peatonal, o que se instalasen más papeleras en los parques, también en el de Vioño, ya que su ausencia generaba suciedad. Hay vecinos que no se rinden y en 2020 solicitaban que el Concello realizase las “obras entre Ribeira Sacra y Fragas do Eume prometidas hace casi diez años”. Otra de las quejas clásicas, que floreció de nuevo en verano de 2020, cuando parecía que la pandemia remitía, volvió a los informes municipales: la eliminación de las vías del tranvía, para evitar accidentes, sobre todo, entre los ciclistas. En esta época llegaron también las dudas sobre cómo y cuándo pedir plaza para entrar en la red municipal de escuelas infantiles. En junio se movilizaron las familias en contra de la cancelación de las Becas USA, ya que solicitaban que el programa siguiese adelante a pesar de la pandemia. Y, a partir de agosto, se multiplicaron las preguntas sobre el anuncio del Concello de hacer un plan de rescate, el Presco. A estas alturas del año, como en ediciones anteriores, los vecinos seguían solicitando que los coches no aparcasen en los carriles bici y que respetasen su circulación. Los usuarios del parque de Santa Margarita intentaron que el Concello reparase los columpios, la fuente del Palacio de la Ópera y el estanque.

Un intento de normalidad. De septiembre a diciembre. Con la puesta en marcha de los bonos Presco, algunos vecinos se quejaron de que se hubiesen agotado en algunos negocios, como las librerías especializadas, y empezaron a perder peso ya las reclamaciones relacionadas con la pandemia y a ganarlo otras, como la solicitud para retirar nidos de velutinas, el desbrozado de las zonas verdes, que se reorientasen los espejos que guían el tráfico en Someso o que se mejorase el riego en parques y jardines de la ciudad. En septiembre, los escaladores del rocódromo de Riazor se unieron para pedir que les dejasen entrar en las instalaciones y en octubre, los del club de golf de la Torre reclamaban que se ampliase su horario. A finales de este mes también se registró un episodio de turbidez en el agua que afectó a varias viviendas, que dieron parte al 010. El 1 de octubre, un vecino solicitó ya que se pusiese alumbrado navideño en toda la calle Emilia Pardo Bazán. Con la vuelta la calle y el lema de salvar la Navidad, que marcó las fiestas del año pasado, los usuarios del bus urbano exigían que se repusiesen algunas de las frecuencias suprimidas durante las primeras olas. También un vecino alertaba del mal estado de la tirolina del parque de As Conchiñas, tan solo unos días después, una madre advirtió de que su hija de siete años se había caído de este columpio y que se había roto el brazo. Para evitar otros daños, también una de las usuarias del espigón de la playa de Oza, alertó de que había una piedra “peligrosa”