Quedamos en una céntrica cafetería coruñesa y Stefan Utanu llega súper puntual. Es su primer día como jubilado, el segundo retiro profesional en la Orquesta Sinfónica de Galicia tras el del contrabajista Serguéi Rechetilov, hace un año tras 28 en la formación coruñesa. Stefan Utanu parece que pretende seguir la misma línea de profesionalidad por la que es conocido como músico. Pero ¿quién es Stefan Utanu? “Nací hace 66 años y 10 meses en Iasi, región moldava de Rumanía, y al poco de nacer, mis padres, ingenieros ambos, se trasladaron a Timisoara, donde viví hasta que fui a la Universidad en Bucarest. Allí me gradué en violín”.

Siempre tiene una sonrisa en la boca y muestra una amabilidad exquisita, aun cuando habla de lo horrible que fue vivir en la época del dictador Ceausescu: “En las tiendas no había nada, había que buscarse la vida en el mercado negro, era horrible. Recuerdo una gira con una orquesta pequeña, de unos 16 músicos, por Alemania; volvimos trece ya que tres pidieron asilo político. El primero de ellos era mi mejor amigo, que se escapó al día siguiente de llegar y no me dijo nada”, me dice entre risas. “Había mucho miedo; nadie hablaba porque no sabías si te iban a delatar o acusar de estar en contra del sistema”.

Stefan Utanu rememora su llegada a A Coruña: “Mi primer día en la Sinfónica de Galicia, fue el 18 de julio del 94 y recuerdo que tocaba con un violinista checo, Alois Mares”. En este momento, mis ojos se iluminan porque Alois no solo fue mi profesor de violín, sino casi como un padre para mí,. Inmediatamente hice una videoconferencia para que hablasen. Alois, violinista llegado a la Orquesta Sinfónica de Galicia en 1992, trabaja en la orquesta de Linz desde 1995. La primera pregunta fue obvia: “Alois, ¿cuando te jubilas?”. “Recuerdas que te preguntaba ¿pero esta orquesta suena siempre así de bien?”, le dice Stefan.

De su jubilación, el ya exviolinista de la Sinfónica explica: “Ahora voy a leer, a ver partidos de fútbol enteros [esto de enteros me descoloca un poco], y a estar con mi mujer, Rita, ingeniera aunque aquí ejerce de traductora, con la cual me vine a España. Junto a mi hijo Bogdan han entendido el sacrificio que es tocar el violín en una orquesta”. Y es que si hablamos de ser profesional, en el mundo del fútbol entendemos esa rigurosidad en cierto modo por lo efímero de la profesión, pero la carrera profesional del músico y su proceso de formación se prolongan más tiempo. “Hasta hoy —comenta Stefan Utanu— practicaba todos los días entre dos y tres horas, aparte de los ensayos de cuatro horas con la orquesta, los sábados menos, y el domingo entre tres y cinco horas. Para ello, me acostaba a las diez de la noche y me levantaba a las siete de la mañana, porque me gusta ser de los primeros en llegar al ensayo, unos 45 minutos antes para calentar y estar preparado”. Mira su reloj y dice: “Es larga la entrevista, ¿eh?”. Me río, porque en realidad más que una entrevista estoy recibiendo una lección de vida y profesionalidad de alguien a quien admiro por ese trabajo con un instrumento, con el cual a mis 51 años sigo manteniendo una relación de amor y odio.

Mientras nos despedimos dice: “Preparé mucho mentalmente mis últimos momentos como profesional de la orquesta para no derrumbarme y que la emoción me pudiera”. ¿Volverás a Rumanía?, le pregunto: “Ya nos sentimos coruñeses y no nos iremos, seguiré yendo a escuchar a la Sinfónica, dejo grandes amigos”. De ello doy fe como oyente de su último concierto, en el que todos los músicos y personal de oficina de la orquesta, se acercaron a arroparlo y desearle una feliz y merecida jubilación. Mientras se alejaba, pensaba que me habría gustado preguntarle si elegiría volver a ser violinista si volviera a nacer.

*Marcos Seoane es director del Conservatorio Profesional de Música de Culleredo