“Cuando tenemos que aplicar el protocolo, ya hemos llegado tarde; de ahí la importancia de la prevención”. Quien afirma sabe, con certeza, de lo que habla. Sonia Camino, directora y orientadora escolar del CPR Possumus, en Vigo, tiene el mejor campo de investigación sobre el acoso escolar en su labor diaria: por una parte, en las aulas, donde puede observar de primera mano las dinámicas que sigue el bullying, y, por otra, en las reuniones con las familias de los implicados, donde la visión sobre lo que puede motivar estos comportamientos -tanto del acosador como del acosado- se dota de contexto.

La profesional docente fue una de las participantes en un webinar sobre acoso escolar organizado por LA OPINIÓN en colaboración con el Concello de Arteixo, a través de la concejalía de Igualdad, Servicios Sociales, Sanidad y Educación. Junto a ella, intervinieron profesionales de la salud mental y las ciencias del comportamiento: el psicólogo clínico del Chuac, Jorge García, y el investigador y profesor de la Universidade de Santiago de Compostela y experto en Metodología del Comportamiento, Antonio Rial Boubeta. Los tres expertos aunaron esfuerzos, desde sus experiencias y disciplinas, para responder a una serie de incógnitas que el acoso escolar, un problema debatido hasta el hartazgo y al que pocos han sabido dar una solución acorde a su magnitud. Al contrario: desde hace unos años, el bullying ha extendido sus tentáculos: si bien antes los escenarios circundaban el centro escolar, desde las aulas hasta la parada del autobús, ahora entran directamente en las casas de las víctimas a través de su teléfono móvil. “24/7. No hay escapatoria”, resume Rial Boubeta.

Profesionales de distintos ámbitos participan en el webinar sobre pervención del acoso escolar. | // L.O.

Una situación que se vuelve insostenible para quien la sufre y que acaba, en ocasiones, en desenlaces trágicos; y una circunstancia que, insisten, no se puede seguir abordando desde ópticas reduccionistas o la narrativa del “caso aislado”. Los datos confirman la urgencia: “Uno de cada tres chavales del mundo podría estar sufriendo acoso o ciberacoso. Las tasas de depresión infantojuvenil son 4 o 5 veces mayores, como las ideaciones suicidas. Es un problema de salud pública, pero el Observatorio Nacional para la Convivencia no emite informes desde 2010. ¿Cuándo vamos a abordar el problema en su magnitud?”, critica el psicólogo social.

¿Por qué acosa un niño?

“Es importante que nos preguntemos si nuestro hijo sufre acoso, pero también si nuestro hijo puede ser el acosador”, advierten. Los expertos participantes abogan por escrutar el origen de estas conductas dañinas que llevan a un niño, en ocasiones de muy corta edad, a hacerle la vida imposible a otro y a ignorar su sufrimiento. La respuesta la da, a ojos de los participantes, un cóctel de factores: malos ejemplos, permisividad, exposición a la violencia y ausencia de valores. “Estamos viendo, cada vez más un perfil de bullyvictim, víctima agresora, que es más común que el de víctima pura o acosador puro. Las redes sociales están normalizando y banalizando la violencia”, apunta Rial Boubeta.

"Es importante que nos preguntemos si nuestro hijo sufre acoso, pero también si nuestro hijo puede ser el acosador"

¿Dónde empieza el problema? ¿En los centros, en las redes, en la construcción de las relaciones? Los expertos señalan más allá: en los hogares y en las familias, un primer modelo de conducta que no siempre representa el referente de comportamiento que se le presupone. “En el colegio podemos intentar prevenir, pero si el niño viene totalmente intoxicado de casa, no podemos hacer nada. Nos enfrentamos a reuniones con padres que son para grabar en vídeo; te das cuenta de que la conducta de sus hijos es exactamente igual. Te preocupa porque sabes que ahí ya no hay salida”, apunta Sonia Camino.

Un niño conectado a su ordenador. Un joven conectado a su ordenador.

Un problema que trasciende al ámbito escolar y que se extiende, en muchas ocasiones, a la manera en la que los adultos interactúan y se relacionan, que puede tener (y, de hecho, está teniendo) un impacto muy negativo en los comportamientos que interiorizan los niños. “Esto es responsabilidad de todos, como la violencia de género o los accidentes de tráfico. Todo esto se aprende en distintos contextos: si nuestras familias bromean porque el de arriba tiene cara de conejo o la del primero tiene sobrepeso, mal vamos”, añade Jorge García, que se muestra escéptico con el hecho de que el problema esté en las redes sociales, que, en cualquier caso, pueden suponer un amplificador para estas conductas. “He trabajado con 20 equipos diferentes en ámbitos sanitario y universitario, y hay sitios donde los adultos nos hacemos bullying entre nosotros, y otros en los que eso no vale. Hay sitios donde las conductas son admitidas y otras en las que no: ahí está la diferencia”, observa.

¿Funcionan los protocolos?

“La mejor forma de luchar contra el acoso es evitar que empiece”. Una afirmación que, sin contexto, puede resultar obvia, pero que para Sonia Camino es crucial a la hora de decidir cómo enfocar el problema. Su perspectiva se remite a la frase que inicia este reportaje: en los centros gallegos hay un protocolo que desde la Inspección Educativa y otros organismos superiores apremian a aplicar “ante la duda”, pero el método falla desde su propia concepción. “Se trata de un protocolo de prevención de acoso, pero cuando abres el protocolo, significa que ya existe ese acoso”, aprecia la docente.

"Nos preocupan los llamados niños invisibles, el acoso que no se ve"

Los profesionales de los centros conciben estos protocolos como una forma de depurar responsabilidades ante situaciones complicadas de resolver, y que dejan, cuando los casos se cierran, una sensación de frustración y de esfuerzo infructuosos. “Cuando abrimos un protocolo, somos conscientes de que estamos haciendo lo que nos mandan. Casi siempre se cierran demostrando que no había acoso. Hacemos un enfrentamiento en los centros durante días, para acabar cerrándolo y así depurar responsabilidades del centro porque se ha aplicado. Al final, ¿qué hemos conseguido? Enemistar a padres y a niños que se encuentran en las calles cada día”, aprecia la profesional.

Cuando se aplica el protocolo, advierten, a menudo cambian los papeles, y el que se presentaba como víctima se revela como el agresor. “Nos preocupan también los llamados niños invisibles: el acoso que no se ve. Ese niño que está sufriendo desde hace tiempo, pero que no se queja ni pide ayuda. Cuando nos damos cuenta, ya es tarde. Hay que formar al profesorado para detectarlo”, advierte.

Valores y sistema educativo

Si bien los modelos de conducta no siempre están a la altura de lo que se espera de ellos, el aumento de la permisividad y la ausencia cada vez más acusada de normas y obligaciones es otro de los ingredientes que propician la existencia de estos comportamientos a edades tempranas. Los profesores advierten: “Ahora todo vale”. Los límites de lo que se puede o no se puede hacer, o de lo que está bien y lo que está mal, están cada vez más desdibujados para niños y niñas que normalizan, con una frecuencia cada vez mayor, conductas inapropiadas. “Dejamos a los niños, quizá por nuestra poca presencia en casa, que tengan todas las tecnologías a su alcance, sin horarios. Decir “no” da lugar a unas consecuencias fuera de lo normal”, observa la orientadora escolar. Una situación cada vez más habitual que provoca que los niños no tengan que hacer frente a las consecuencias de sus actos, lo que repercutirá, más adelante, en el sistema de valores que vayan interiorizando.

Familias se concentran en los exteriores de un colegio el año pasado en apoyo a un niño que había recibido acoso SANTOS ALVAREZ

¿Para que sirve la educación primaria? ¿Para formar en competencias profesionales, o para educar a las personas? Antonio Rial Boubeta se muestra muy crítico con la forma en la que se han estado haciendo las cosas, tanto desde las familias, como desde las instituciones y hasta en los centros educativos. “Estamos tan centrados en las competencias STEM, (Science, Tecnhology, Engineering and Mathematics), que no estamos educando en valores”, lamenta. Jorge García, cuya disciplina, la psicología clínica, es la última estación de los jóvenes afectados cuando todo lo demás ha ido fallando previamente, insiste en la necesidad de educar en estos valores para no tener que llegar a la reparación. “Para mí las palabras de respeto, aceptación y tolerancia quedan cutres. Hay que ir más allá: educar en generosidad, cordialidad, acogimiento. Lo otro es perdonarle la vida al diferente”, aprecia.

"Para mí las palabras de respeto, aceptación y tolerancia quedan cutres. Hay que ir más allá: educar en generosidad, cordialidad, acogimiento. Lo otro es perdonarle la vida al diferente”

Pero, ¿se puede hablar de que estemos viviendo, actualmente, una crisis de valores entre las generaciones más jóvenes? Cada día se asiste, por un lado, a la normalización de estas conductas dañinas. Por otro, a una generación de jóvenes cada vez más concienciados con conceptos como la diversidad racial o sexual, la identidad de género y la igualdad a cualquier nivel. Los expertos muestran, en este punto, visiones contrapuestas. “Mi visión es crítica. Creo que estamos avanzando a peor. Según los datos, tenemos los mismos problemas que hace 30 años. Cuando preguntamos por tasas de acoso y tasas de victimización y orientación sexual, y preguntamos quién creen que tiene más posibilidades de sufrir acoso escolar, contestan, sobre todo, que eres más propenso por ser transexual o intersexual o por la obesidad: físico, identidad y orientación sexual”, apunta Rial Boubeta.

“Yo creo que sí hemos avanzado. Cuando se imparten las charlas, a veces te dan lecciones de empatía con toda esa diversidad"

Sonia Camino, en cambio, dibuja un panorama sensiblemente diferente desde su experiencia en las aulas, donde niños y jóvenes aportan “auténticas lecciones” en materia de aceptación de la diferencia. “Yo creo que sí hemos avanzado. Cuando se imparten las charlas, a veces te dan lecciones de empatía con toda esa diversidad. A veces estás explicando algo y te dicen que no hace falta, que es lógico. Aceptan algunos casos con normalidad que no necesitan explicación”, observa.

La prevención: Curarse en salud, el único camino

Con el diagnóstico en la mano, el remedio parece unánime entre los que estudian y viven estos fenómenos diariamente en las aulas: invertir en prevención, antes de que sea tarde. Los expertos insisten en que hay herramientas, mucho más efectivas que los talleres o las charlas y que, en los lugares en los que se han ensayado, funcionan. El paso más urgente, coinciden, es abordar la implicación de ese primer escalón que falla: las familias. “Hay que reeducar a las familias. Los padres tienen que estar presentes en la escuela, coordinadamente y haciendo equipo, no como sindicalistas de sus hijos. En 30 años se han cambiado las tornas: antes, el beneficio de la duda el alumno no lo tenía”, señala Rial Boubeta.

Sonia Camino, desde las aulas, añade un ingrediente: la obligatoriedad de estas acciones, que, a día de hoy, estriban demasiado en la buena voluntad de las familias comprometidas y los profesores con tiempo y ganas para ponerlas en marcha. “No podemos depender de que un equipo directivo esté implicado. A las formaciones vienen los 20 o 25 padres que no lo necesitan, porque ya lo hacen bien. Hace falta una obligatoriedad para las formaciones, para llevar a cabo estos talleres y estas charlas. Yo me apunto a todas las formaciones que hay y hay muchas cosas que ya se, pero depende de mí, nadie me obliga. Lo mismo con las familias”, apunta.

Niños participan en un taller de prevención del acoso escolar

El siguiente paso, definir el sistema educativo al que queremos aspirar en un futuro y en un presente a medio plazo: dirimir el peso que debe tener la formación académica frente a la formación en valores. Si se llega a un consenso y existe una inversión e implicación real desde las administraciones públicas, para articular este cambio de paradigma en el abordaje de estos conflictos, que vayan más allá del protocolo, es posible.

“Estamos primando el rendimiento académico por encima de la formación de personas. Tiene que haber un programa de prevención desde la comunidad, tenemos que invertir en eso: la detección es posible”, juzga Rial Boubeta, que cita como ejemplos mecanismos que ya funcionan en una treintena de centros gallegos, como las Prácticas Restaurativas, un mecanismo de restablecimiento de la convivencia basado en establecer dinámicas entre la víctima y los agresores, con la implicación imprescindible de sus familias. “El director no tiene competencias y habilidades para gestionar todo esto, tiene que haber expertos y los hay; pero hay que implementar esto de forma sistemática”, apremia.

"Estamos primando el rendimiento académico por encima de la formación de personas. Tiene que haber un programa de prevención desde la comunidad: la detección es posible"

Por último, los profesionales advierten: el acoso trasciende a los centros educativos, con lo que las medidas preventivas tienen que salir también de las lindes de los colegios e institutos, y extender su compromiso a todos dos actores de la sociedad en la que niños y jóvenes interactúan y se desarrollan: cuando se acaban las horas lectivas, el problema continúa. “Hay colegios, hay clubs de fútbol y de otros deportes. El colegio es un escenario, donde hay treinta chavales sentados y un señor explicando matemáticas. Como marco, es difícil. Los profesores no pueden ser los únicos responsables, es mucho más ancho. El compromiso y la prevención tiene que darse también en la comunidad de fuera. Hay que trabajar para ser un mundo más solidario, acogedor y generoso”, propone Jorge García.