El Concello de A Coruña ha solicitado a Demarcación de Costas que amplíe el plazo de quince días que les dio a finales de noviembre —no cuentan fines de semana ni festivos— a las familias que todavía residen en el asentamiento de A Pasaxe para que abandonen el poblado. En su requerimiento, el Concello le solicita que ponga ese límite en el 17 de enero. En el asentamiento quedan actualmente seis núcleos familiares, después de que ayer se marchasen juntos dos residentes.

La concejala de Benestar Social, Yoya Neira, confía en que Costas apruebe esta moratoria para permitir que los “trabajos que lleva realizando Servicios Sociales puedan culminar con el desalojo voluntario de las familias que todavía residen en el poblado y que están muy avanzados”, ya que, según explicó ayer Neira en declaraciones a este diario, prevé que “en las próximas semanas” puedan salir “todos los residentes en el asentamiento”.

Bloques del Concello y de Costas, fuera de sitio. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

Neira asegura que todos los residentes en A Pasaxe cuentan con una alternativa habitacional y que, incluso algunos pueden beneficiarse de un plan provisional mientras no se concreta su salida definitiva, ya que, en algunos casos, necesitan tiempo, por ejemplo, para acabar unas obras o para adecentar la vivienda en la que se instalarán tras años de chabolismo. En esos casos, el Concello les ofrecerá una alternativa puente para que puedan esperar y que puedan hacerlo fuera del poblado.

Los residentes en A Pasaxe decían ayer que estaban a la espera de lo que decidiese Costas y que estarían en el asentamiento hasta que pudiesen. Con esta moratoria sobre la mesa, podrían también celebrar las últimas navidades en el poblado y hacer la transición a una vivienda normalizada ya en 2022.

Residentes y antiguos vecinos de A Pasaxe, ayer, a la entrada del poblado. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

A diferencia de otros días, no había muchas ganas de hablar ayer en A Pasaxe, en un poblado en el que, cada vez, quedan menos residentes y llegan más visitantes que ya han dado el paso a instalarse en pisos. Todos dicen que están contentos con este cambio, que llevan bien la vida en el edificio, pero que echan de menos las charlas delante del fuego y echar un cigarro y unas risas con los que han sido sus vecinos desde que tienen uso de razón.

Algunos de ellos nacieron y se criaron en A Pasaxe, así que, en cuanto pueden, pasan a hacer una visita y a ver cómo de cambiado está el asentamiento, antaño lleno de niños y de chabolas y, ahora, cada vez, con más escombros y menos vida.

Carlos Matos, que reside en la entrada del poblado, contaba ayer que se irá a una casa en el Xalo, aunque, por ahora no podrá marcharse, porque las labores para terminar la que será su vivienda se han tenido que posponer por las lluvias de la semana pasada, que anegaron el terreno.

Cristina y Eugenia, que son madre e hija, se mostraban ayer reticentes a abandonar la que ha sido su casa durante más de treinta años. Su ilusión es quedarse, pero ya saben que no va a poder ser, ya que este terreno es de dominio público y como tal lo reclama la Demarcación de Costas.

Desechada esta posibilidad, lo que les gustaría es que el Concello les consiguiese una planta baja en la que poder instalarse, aunque, por ahora, esta búsqueda tampoco ha dado resultado. El asentamiento de A Pasaxe tiene ahora las semanas contadas, en caso de que Costas acepte el requerimiento del Concello —el Gobierno local espera que así sea— ya que, como muy tarde, las seis familias que ahora quedan tendrán que marcharse antes del 17 de enero. Cuando se vayan los últimos residentes se habrá puesto punto final a 35 años de chabolismo en este enclave, el que eligió el Ayuntamiento en 1986 para realojar a las personas que vivían en los barracones de A Cubela.

“Fui la primera de mi familia en dejar la chabola”

“Fui la primera de mi familia en dejar el chabolismo, en dejar la chabola”, confesaba ayer María Jesús Borja, que dejó el asentamiento de A Pasaxe hace ya cinco años. En su hogar está “contenta”, aunque no ocultaba la incertidumbre de no saber con seguridad qué pasará cuando se le terminen las ayudas vinculadas al fin del asentamiento de A Pasaxe. “Yo llegué hace casi cuarenta años a la parte de arriba de la conservera Celta, después bajé. Aquí vine con la niña de tres años y ya tiene 21 y aquí crecieron mis hijos”, relataba ayer. En el poblado queda todavía su hijo con su nieto. Él, como todos los demás núcleos familiares que todavía residen en el asentamiento, tendrá que marcharse. El Concello cuenta ya con una alternativa habitacional para ellos. Sobre si echa de menos el poblado, aunque esté contenta en su piso, María Jesús Borja dice que sí, pero solo por “poder echar la chatarra”, por nada más.