Los propietarios de muchos restaurantes de la ciudad se frotaban las manos hace un mes: la Navidad de 2021 recuperaba —parecía— las comidas y cenas de trabajo y empresa que el año pasado la pandemia en una de sus olas de contagios había eliminado. Reservas de 15 personas, de 20, de más de 30 comensales, de 40. Las previsiones eran muy buenas. Un mes después, con los casos de COVID disparados en todo el territorio nacional por la expansión de la variante ómicron, la hostelería coruñesa digiere frustración y enfado cada vez que tiene que anular una cena o comida masiva para despedir el año. Llamar a un restaurante de la ciudad para preguntar cuántas reservas ha cancelado en los últimos días es obtener una respuesta común: muchas.

Lo normal es anular, aunque todavía hay citas que se mantienen, con el mismo número de personas o más reducido, algo habitual ahora. “Ahí andamos”, responde quien desea conservar el optimismo frente a la evidencia. “Unos cancelan, otros no”, dicen en el restaurante A Peneira. “La mayoría de las reservas han venido y tengo alguna para después del día 25. Toco madera porque otras cenas se me han caído”, confía José Manuel Castro, dueño del asador El Atlántico. En el mesón restaurante La Dehesa ya no hay prevista ninguna reunión culinaria de empresa, aunque grupos reducidos de amigos guardan la esperanza de no tener que posponer el encuentro, cuenta Juan Carlos Martínez. Pero lo que predomina es el desánimo.

“Ya doy la Navidad por perdida. Será mejor que la de 2020, pero en esta montaña rusa de la pandemia hemos sufrido un frenazo en seco”, lamenta Miguel García, gerente de Raxaría As Neves. “La situación es muy preocupante. De 30 o 40 personas para arriba es muy raro que se mantenga una reserva”, añade. En septiembre, octubre y noviembre el local recibió grandes grupos divididos en mesas con ocho cubiertos, la misma distribución que tendrán los que aún no han renunciado de despedir 2021 con una cena en los restaurantes de la ciudad.

Si no hay cancelación hay reducción de comensales, algo que, al menos, no supone que se pierdan los productos de cocina adquiridos con antelación. “Se veía venir por cómo evolucionaba la pandemia. Lo encajas con una mezcla de disgusto y cabreo, y además no puedes echarle la culpa a nadie. Noviembre fue complicado, diciembre fue bajo y afrontamos un primer trimestre complicado para la hostelería en general”, repasa Javier Fraga, de A Pulpeira Rompeolas. “Ya no tenemos ninguna comida de más de veinte personas, pero las de siete y ocho casi todas se mantienen. O en mesas en las que iban a venir quince ahora vienen siete u ocho. La gente tiene miedo, es normal”, comentan los responsable del restaurante Fado.

A la hora de cancelar una reserva hecha semanas antes, los restaurantes se han encontrado con que los clientes suelen llamar con tiempo de antelación, pero algunos cogen desprevenidos a los dueños, con la planificación de menús y de personal hecha. “Nos han llamado un cuarto de hora antes de venir para decir que han tenido un caso o dos en el grupo o que son contactos estrechos de los contagiados. Estos días se nos vienen los planes abajo”, se queja Mari Carmen, de Casa Celia en Cambre.

Un gran recinto como Palexco, que también organiza cenas multitudinarias, ha tenido que encajar cancelaciones de empresas con numeroso personal. Las grandes celebraciones, bien para conmemorar algo o para recibir la Navidad, tampoco serán habituales en el cierre de otro año. La fiesta, y la comida o cena, se vuelve a celebrar en casa y con precaución.

Comida para llevar como solución en Navidad y Año Nuevo

Para evitar disgustos, hay hosteleros que se ha adelantado a los clientes y han cerrado su establecimiento, como Suso Pedreira, propietario de El Mirador del Madrileño en Santa Cristina, restaurante que, en cambio, ofrece sus platos en servicio a domicilio cuando tiene más demanda, como ocurre en estas fechas. “Primero se me fueron cayendo las reservas de veinte personas para arriba y solo me quedaban las de diez, ocho, seis. Que si un contagio, que si dos, lo que fuera. Luego decidí cancelar yo todas llamando directamente a los clientes porque no me atrevía a reservar nada”, admite.

En su caso, no hay mal que por bien no venga, como pudo comprobar el año pasado este hostelero, porque a su clientela no le importa comer en su propia casa. “Para los días de Navidad y Año Nuevo tengo muchos pedidos de comida para llevar. Es lo que hicimos el año pasado y fue magnífico, algo impresionante”, recuerda Suso Pedreira.