La vida da muchas vueltas. Buenas y malas. Pero si se acompañan con flores, todo es mejor. Si no que le pregunten a Elena Naveiras. Hace un año y medio, la leucemia puso su mundo patas arriba. Ingresada en el hospital, en pleno tratamiento, se imaginaba “en campos de flores, entre la naturaleza”. “Soñaba con eso”, dice. Esa fue siempre su motivación. Y hoy es una realidad: Médula, en la calle Orillamar. El nombre lo dice todo. “Tenía que ser ese. Había gente que me decía que sí y otros que no, pero a mí me gustaba mucho”, cuenta.

Naveiras estudió Enfermería, pero su camino era otro. “Cuando acabé la carrera, me coincidió la crisis. Me encantaban las flores y empecé a hacer cositas para bodas hasta que decidí formarme y empezar más en serio”, recuerda. Así nació su anterior proyecto, Ai Carmiña, una aventura que arrancó en 2017 y de la que se tuvo que alejar en junio de 2020 por la leucemia. “Tuve que parar por completo, el primer ingreso que tuve duró 40 y pico días. No podía compaginar trabajo y tratamiento, porque por mi tipo de leucemia, la quimio era bastante seguida y agresiva”, explica.

Fueron momento malos, pero las flores fueron su salvavidas. “Tenía claro que volvería, era una de mis motivaciones”, detalla. Y regresó. Pero Ai Carmiña quedó en el pasado y dio la bienvenida a Médula, su nuevo proyecto. “Se hizo realidad el viernes pasado. Estoy muy contenta porque está gustando mucho. Es una ilusión increíble. Volver a empezar, pero con más ganas que nunca”, se sincera Elena Naveiras, rodeada ahora de flores muy navideñas. Lo más importante para ella es que Médula lleva su “personalidad”. “Soy yo”, sentencia. Tiene, como anuncia en redes, flores de raíz. “Son flores naturales, frescas, que es la flor que me gusta trabajar a mí. También están ahí las raíces que uno tiene. Es lo que me gusta y eso me da mucha fuerza”, resume la florista, que ahora, con la mochila cargada de experiencia, aprecia “mucho más” pasar su día rodeada de lo que más le gusta: las flores.