En muchas casas, Papá Noel se adelantó para traer un regalo inesperado y nada agradable: el coronavirus. Un positivo que nunca fue tan negativo. Esa mala noticia que ha obligado a muchos a pasar la Nochebuena y Navidad confinados, sin más compañía que las videollamadas y la televisión. Otros, como Sara Gallego, han podido compartir el mal trago con compañeros de piso, aunque siempre con mascarilla y distancia. “Me empecé a encontrar mal el lunes, tenía fiebre. Me hice un test de antígenos y se lo hicieron también mis compañeros. Solo uno dio negativo”, cuenta la joven de Ponteareas, que tenía pensado reunirse el día 24 con su familia. Plan anulado, como tantos otros.

A Javi Torres le tocó cenar solo y en su habitación, para no poner en riesgo a su familia. “Antes de dar positivo, como me enteré de un contacto estrecho, me confiné. Luego ya me confirmaron que tenía coronavirus. Me encerré en la habitación, donde hago vida, para no contagiar a mi mujer y mi hija”, explica. Su idea era viajar a Alicante para pasar allí la Navidad con parte de su familia, pero la cuarentena le estaba esperando.

Matías Morales juega en el ordenador Casteleiro/Roller Agencia

Han sido días —y probablemente lo sigan siendo— de incertidumbre, de no saber si la Nochebuena se pasaría en familia o en solitario. Los positivos conocidos se multiplicaron, un tema que copaba las conversaciones de ascensor. O más bien de portal, porque pocos vecinos se atreven a compartir un espacio tan reducido. Muchas farmacias agotaron los test de antígenos y las colas en el aeropuerto y en la estación de tren para someterse a la prueba del palo por la nariz parecían interminables. Como si fuese El juego del calamar, bromeaban algunos por redes. Hubo quien lo superó, y pudo celebrar como antes de la pandemia. O casi. Otros no. Matías Morales, que comparte piso con Sara Gallego, es asintomático, pero el resultado del test le ha llevado al encierro. Sus ordenadores, como buen informático, son su compañía, una forma de matar el tiempo. Gallego, en cambio, ha optado por la lectura. “Tenía muchos libros pendientes. También veo series y hago videollamadas. Creo que veo a más gente así que si estuviese fuera”, señala, todavía con un toque de humor a pesar de la situación. Torres siguió trabajando desde casa, pero ahora trata de “descansar” para reponer fuerzas.

Javi Torres posa en la puerta de su casa. Casteleiro/Roller Agencia

Por una cosa o por otra, estas Navidades quedarán grabadas en el recuerdo. A Sara y sus dos compañeros, Matías Morales y Patricia Soares, les salvó que saliese un negativo de su piso. “Lo mandamos a casa de su madre, que, además, fue quien nos hizo la cena de Nochebuena y la comida de Navidad”, comentan. Juntos compartieron ese momento en la mesa, aunque “con la mascarilla puesta en casi todo momento y con distancia”. Después, cada uno a su habitación.

Javi Torres, que está como si le hubiese pasado “un camión por encima”, cuenta los días para salir de la cueva. “En principio”, dice, tratando de ser cauto, podrá disfrutar de la Nochevieja en compañía. “Lo importante”, recuerda Gallego, es pasar la enfermedad “lo mejor posible”. Ha tenido fiebre y tos, pero ya está mejorando. Ayer salió de casa para hacerse la PCR. Su compañera Patricia tuvo cita en Nochebuena a las 21.00 horas. “Yo fui ayer, día de Navidad, a las dos de la tarde. Pasamos las horas punta de estas fiestas en el auto COVID del hospital”, expone la joven, a la que le dio “mucha rabia” informar de su positivo a las personas con las que había tenido contacto. Pero muchos estos días han tenido que pasar por eso. Entrar en las redes sociales bastaba para saber de algún positivo nuevo. “Eso consuela un poco, ver que hay más gente en la misma situación”, se resigna Sara Gallego, que también espera festejar el fin de año con los suyos, sin virus y con libertad.