El batería Miguel Cabana (A Coruña, 1975) se dedica a la música desde la adolescencia, y lleva 23 años como profesor de la Escuela Municipal de Música. Colaborador habitual de muchas bandas de la ciudad, realiza desde inicios de la década pasada conciertos de homenaje en el Jazz Filloa a grandes músicos del género, junto con el saxofonista Pablo Añón, el pianista Iago Mouriño y el contrabajista Simón García. Hoy actuarán a las 22.00 y las 23.00 horas en un recital de tributo al guitarrista de jazz afroamericano John Leslie Wes Montgomery, fallecido en 1968 y representante del estilo hard bop.

Es un concierto de homenaje a un guitarrista... Pero sin guitarrista.

Siempre ensayamos el concierto un día antes, y el guitarrista al que invitamos no podía a esa hora, así que vamos con saxofonista tenor. Pero vamos a hacer la música de Wes Montgomery: tiene material y bastantes obras propias. Llevamos casi diez años haciendo tributos y cada vez se complica más la elección.

¿Cómo eligen a los músicos a los que rinden homenaje, y cómo y preparan los conciertos?

Elegimos en base a que sean grandes del jazz, y a que haya disponibilidad de arreglos. Buscamos material que podamos conseguir y abordar de manera pronta. Mouriño se está encargando últimamente de buscarlo, aunque también lo he hecho yo. Estudiamos los arreglos por separado, pero siempre montamos los tributos la noche anterior al concierto. Nos juntamos y llegamos a un consenso sobre la onda que nos envían los audios: más gospel, más soul…

¿Intentan ser fieles al milímetro?

Trabajamos de manera bastante práctica. Buscamos emular la sonoridad pero no somos exquisitos y no tratamos de tocar tal cual lo hacía el artista. Intentamos acercarnos lo máximo, con todo el respeto, pero adaptándolo a nuestra formación.

Usted ha tocado muchos estilos, pero se ha centrado en el jazz.

Vengo de familia de músicos de orquesta: mi abuelo, su hermanos, mis tíos… Tuvieron el Hogar Musical [una asociación cultural dedicada en la música] en la plaza de España. Nací en ese mundo y estuve tocando en orquestas ocho años. Me tiraba la música latina, el funk, la fusión… Pero José Antonio Acuña formó el aula de jazz y música moderna con varios profesores de la Escuela Municipal de Música. La idea era formarnos para que los alumnos pudieran ir luego a estudiar en la Guilhall School de Londres. Ahí empecé a estudiar más el jazz y a entenderlo. Y empezó a gustarme más, desde luego.

¿Es un estilo más exigente?

Otros estilos son más de llevar el groove [la sensación rítmica de la música]. Pero cuando tocas jazz tienes que tener un control total del conjunto: la improvisación, el groove, el sonido, las dinámicas, conocer las melodías e incluso las armonías. Me vino bien para comprender mejor la música. Controlar la improvisación en tiempo real, para mí, es lo más en la música. Es en lo que me divierto más, aunque a veces estar en la cuerda floja tampoco es fácil.

¿Y como oyente?

Te traslada. En el Jazz Filloa tienes momentos de desconexión total. A veces se consigue más, y otras menos, pero un buen concierto te lleva a cualquier parte. A veces empiezas a pensar en la situación de principios del siglo pasado, cuando se estaba generando este género, en las situaciones que vivían… Esa vida quizás les llevó crear ese tipo de música. El jazz te traslada a esas épocas.

¿Qué ha supuesto el COVID?

Un parón total, un caos, vacío total. Conozco a muchos amigos que cambiaron de trabajo: músicos de orquestas que pasaron a conducir camiones, a trabajar de camareros o en Inditex. En mi caso, en 2021 he tenido bastante variedad de trabajo, porque estoy en diferentes formaciones como músico independiente. Y con las ayudas que hubo del Xacobeo, del Concello, el programa de Música en Salas… Se hicieron bastantes conciertos. Pero no es el caso de muchos compañeros. En los 90, cuando empecé a tocar, en el 91, 92, había una explosión total de conciertos de todo tipo, por todas partes. Era una época de aprendizaje y había mucha desinformación, pero hubo mucho trabajo. Desde que entré en el 99 en la Escuela Municipal ya no puedo hacer tantos trabajos de giras, por la docencia, de manera que cada vez me meto más en el jazz.