Tras su fallecimiento, creo que este es un buen momento para recordar las aportaciones de Ricardo Bofill al acerbo cultural, arquitectónico y urbanístico de nuestra ciudad, llevadas a cabo en el año 1986. Porque, visto en lo que actualmente se ha convertido la zona de la Dársena y alrededores, tengo que reconocer que no resultan tan fuera de lugar, ni tan desacertada la propuesta de focalizar en este punto la icónica imagen de nuestras galerías enmarcadas por columnatas a ambos lados de la lámina de agua.

No se trata de volver la vista atrás para cuestionar de nuevo la remodelación de una buena parte del borde marítimo de la población, que es lo que Bofill proponía, sino de reconocer que la criticada imagen clasicista para nuestra Dársena, o para algunos de los espacios marítimos próximos, tal vez no merecían el desprecio al que fueron sometidos en aquellos años.

La imagen que Bofill proponía para nuestra ciudad, para la Dársena, la Maestranza, el el Parrote, o la zona de la Torre, ha quedado plasmada en hermosos dibujos coloreados y en una espléndida maqueta y expuestos en el Kiosco Alfonso, donde acudieron masivamente los coruñeses. Por cierto que, tanto la maqueta como los dibujos, no se han vuelto a ver desde entonces y creo que sería este un buen momento para exponerlos de nuevo.

Siendo estudiante, me formé como profesional en el primer Taller de Arquitectura de Ricardo Bofill, situado en la calle Nicaragua de Barcelona. Allí tuve ocasión de colaborar en la redacción de importantes proyectos, como los Apartamentos La Muralla, la Manzanera (Alicante), el Barrio Gaudí de viviendas sociales en Reus (Tarragona), o los apartamentos Castillo de Kafka en Sitges (Barcelona).

Para un inquieto estudiante de arquitectura, el taller de Ricardo Bofill era un lugar idóneo para canalizar las aspiraciones juveniles, porque en su ideario estaba presente la vertiente social de nuestra profesión a la par que la necesidad de investigar y profundizar en los contenidos culturales y estéticos más avanzados.

Conservo muy buenos recuerdos de mi estancia durante dos años, en un ambiente donde la música de Bach, de Vivaldi o de los Beatles siempre estaba presente y a donde acudían profesionales de la cultura, como el poeta José Agustín Goytisolo, el filósofo Xavier Rubert de Ventós, el escritor Manuel Vázquez Montalbán, el escultor Xavier Corberó, su primera esposa Serena Vergano, protagonista del film Circles, primera experiencia cinematográfica Ricardo.

Ricardo Bofill tuvo una formación poco o nada académica, y no llegó a tener el título profesional hasta muy tarde, como ocurrió con otros grandes arquitectos, Frank Lloyd Wright, Mies van der Rohe, Le Corbusier, a pesar de lo que llegó a obtener recientemente la distinción como Doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona.

La trayectoria profesional de Ricardo Bofill fue muy variada. Inició su carrera construyendo edificios de influencia vernácula, vinculados con la arquitectura italiana de postguerra, como los apartamentos en Castelldefels, los edificios de viviendas en la calle Compositor Bach o el de la calle Nicaragua de Barcelona. A partir esta primera fase Bofill inicia un período más preocupado por el Urbanismo, intentando fusionar las experiencias del Movimiento Moderno con la tradición, fruto del que surgen viviendas como el Barrio Gaudí o el Walden 7 en San Just Desvern (Barcelona).

A partir de aquí Bofill construye barrios enteros y nuevas poblaciones de viviendas con un estilo arquitectónico propio, cercano al clasicismo manierista, poco admirados por la crítica profesional, utilizando elementos prefabricados de hormigón. Algunos de ellos sin embargo, como el barrio de Antígona en Perpiñán, fueron divulgados por las revistas especializadas como paradigma de los nuevos crecimientos urbanos.

Es el momento en que Bofill elabora el ambicioso Proyecto de Remodelación de todo el perímetro de la costa coruñesa, que no llegó a construirse, para lo que utilizó los mismos modelos arquitectónicos que en las ciudades que construía en Francia.

Bofill tardará años en abandonar esta tendencia clasicista, decantándose en los últimos años por un estilo más tecnológico, de lo que resultan representativos el Aeropuerto de Barcelona o el Hotel Vela de la misma ciudad.

A pesar de las diferencias que me separan de él, es el momento de valorar tanto la persona de Ricardo Bofill, por su audacia y coraje en llevar a delante con tanto entusiasmo sus ideales arquitectónicos, como al variado y disperso conjunto de su obra, que fue referente indudable entre los arquitectos de mi generación, abriendo la práctica de la arquitectura a nuevas y fructíferas experiencias.