La ubicación del mural creado en la antigua cantera de Santa Margarita por Leopoldo Nóvoa al pie del propio parque tiene efectos perjudiciales para esta obra, a la que el artista bautizó en 1989, el año de su instalación, como Mural da canteira o El tapiz de piedra. Así lo explica la restauradora Begoña Albertos, a la que el Concello encomendó la elaboración del proyecto para su recuperación, quien detalla que la labor que habrá que llevar a cabo consistirá en la “eliminación de la vegetación y la revisión de la fijación de todos los elementos que componen el mural y, en caso de que alguno se haya movido o desprendido recientemente, reponerlo”.

Por el momento se desconoce cuándo se acometerá la actuación, que aún tendrá que ser licitada por el Concello, pero Albertos comenta que no se tratará de una gran intervención porque “no hay grandes desperfectos, solo alguna pieza desprendida” y añade que el mural “se mantiene en buen estado de conservación” pero cada cierto tiempo crece la vegetación entre sus piezas.

“Hay muchos sitios por los que se mete la tierra, por lo que vamos a actuar en la cabecera, que está ajardinada, para evitar que se caigan las semillas y ralentizar el crecimiento de la vegetación”, señala la restauradora, quien descarta que exista otra solución para evitar la aparición de vegetales que la de su retirada de forma periódica. “Cualquier producto que se eche tiene su fecha de caducidad, no hay tratamientos a largo plazo, hay muchísimas oquedades y lo prioritario es actuar sobre la cabecera”, afirma.

Sobre la actuación que habrá que desarrollar, considera que “no es una obra compleja, pero sí tiene que ser muy exhaustiva porque hay que ser muy minuciosa para retirar la vegetación y la tierra”. También destaca que habrá que intentar además no dañar el mural y que permanezca en buen estado el mayor tiempo posible, aunque recuerda: “Hay que tener en cuenta que estamos en Galicia y aquí nace la hierba hasta en una plancha de hormigón”.

Una pieza a base de materiales de construcción

El mural de Nóvoa es una obra artística que apenas supera los treinta años de antigüedad, pero Albertos asegura que cuando se interviene en una pieza contemporánea “el cuidado y el mimo es el mismo que si fuera una obra antigua porque siempre prevalece el respeto por los materiales originales”. Para esta especialista, “hay que partir de que todo lo que está ahí es irreemplazable y actuar con cuidado para no dañar nada”.

Sobre el valor artístico del mural, considera que es “una de esas obras que con el tiempo se fueron revalorizando, en origen pudo parecer una especie de excentricidad pero hoy forma parte del patrimonio artístico de la ciudad”. A pesar de que estima que muy poca gente le dio valor en su momento, al realizar el proyecto comprobó por los comentarios de la ciudadanía que “cada vez hay más sensibilidad y hoy en día la zona sería impensable sin esa obra”.

El mural de Nóvoa ocupa una superficie de 700 metros cuadrados, aunque el proyecto original preveía su extensión hasta el Palacio de la Ópera. Fue elaborado con materiales de obra desechados, lo que le proporciona un aspecto singular. Cerámica refractaria, cuarzo, cemento, vigas de hormigón, cenizas, antracita, pizarra, carbón de coque, ladrillo calcinado y tuberías cerámicas se hallan incrustadas o pegadas sobre la roca.

La presencia de materiales tan diversos genera una combinación de colores que se ve favorecida por la exposición del mural al sol durante la mañana, a lo largo de cual la luz origina cambios en el colorido, tal y como pretendió Nóvoa, aunque la pasarela peatonal da sombra a una parte de la obra y acabó con parte de ella.

En 2015, el Concello encomendó al arquitecto Pablo Gallego la restauración de las partes deterioradas del mural, que entonces estaba cubierto por la maleza en buena parte de su extensión.