La construcción de la identidad, con sus múltiples aristas es una cuestión sobre la que las personas migrantes y sus descendientes han reflexionado y escrito a lo largo de las décadas para encontrar una respuesta. La Fundación Seoane trata de dar respuesta a la incógnita que rodea la identidad en el Laboratorio Reinicio, un proyecto que se remonta mayo de 2020, que involucró a más de 30 personas de otras latitudes que encontraron un hogar en A Coruña y que exploran, desde aquí, los componentes de su esencia. “Pusimos en marcha este proyecto para la construcción de la memoria y la identidad, siguiendo las líneas de Luis Seoane a través del pensamiento que fragua en el exilio”, explica la directora de la Fundación Luis Seoane, Silvia Longueira.

Refugiados, exiliados o emigrantes comparten una vivencia pero sus caminos y experiencias, a menudo, no tienen nada que ver entre sí. Cada uno entiende el proceso que le llevo a saltar el charco o la frontera de una manera, y, través del Laboratorio Reinicio, tuvieron la oportunidad de proponer e indagar en el concepto a través de distintas disciplinas o destrezas, y de comenzar a construir un archivo comunitario en múltiples formatos.

“Hicimos una primera convocatoria abierta a personas que hubiesen migrado y quisiesen integrarse en el territorio. Luego se fraguó una comunidad, con gente de Costa de Marfil, Venezuela, Colombia, A Coruña... había de todo: artistas, amas de casa, estudiantes, algún psicólogo,...”, enumera Silvia Longueira. De aquella entente salieron proyectos tan diversos y originales como el que llevó a cabo, con mimo y cuidado, Ivonet Jiménez, jubilada venezolana de 72 años que redactó a mano un manual dirigido a personas mayores en el que explica, con vocación didáctica, cómo empezar a nadar en Riazor; o las videocartas realizadas por Tono Mejuto y Antón Lezcano, que se integrarían posteriormente en el proyecto Las mujeres cambian los museos de la Universidad Complutense de Madrid; La Baralla do mundo, de Laura Alonso, elaborada con vocabulario que mezcla los lenguajes y las jergas de los participantes o el recorrido vital de Yosi Ledesma en Si pudiera pintar el mejor de mis recuerdos.

Así, y con las bajas y altas en el grupo propias de las coyunturas del día a día, el proyecto y la comunidad fueron desarrollándose dos días por semana, y a veces con la presencia de antropólogos, historiadores, cantantes e incluso archiveros, que asistían a los participantes en el proceso de descubrir nuevas facetas de sí mismos a través de sus recuerdos. El resultado podrá verse, en la sede de la Fundación Luis Seoane, hasta el próximo 15 de febrero.