“Estos días son muy difíciles para nuestra familia”. Contesta por escrito, con pocas palabras pero muy elocuentes, Peter Velicky. No por ser el décimo aniversario, una efeméride redonda, recuerda más que otros años (que otros días) a su hijo Tomas, fallecido hace una década en la playa del Orzán. “Gracias por este gesto tan bonito”, dice tras ver en la pantalla de su ordenador las imágenes de un reportaje publicado el domingo pasado por este periódico en el que seis personas que participaron en el operativo de rescate de los cuerpos de su hijo y de los tres policías nacionales que intentaron salvarle aquella terrible madrugada del 27 de enero de 2012 recuerdan la tragedia.

Peter Velicky estuvo dos veces en A Coruña: la primera vez, una estancia fugaz, fue el martes 31 de enero para conocer el lugar en el que Tomas, un estudiante eslovaco de Erasmus de 24 años, se había ahogado, acompañado por el entonces jefe de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento, Germán Lago, y el psicólogo de Cruz Roja Juan Redondo; este estuvo también con él poco después en un encuentro en la Jefatura Superior de Policía con los padres de Rodrigo Maseda, uno de los agentes fallecidos en el Orzán, cuyo cuerpo aún no se había encontrado. “Ni mi familia ni las de las víctimas somos personas importantes en esta triste historia. Los verdaderos héroes son sobre todo Javier [López], José Antonio [Villamor] y Rodrigo”, dice convencido tanto tiempo después de los ahogamientos.

El diario eslovaco Pluska publicaba una fotografía de aquel encuentro en una sala policial. Aquel día Peter Velicky se marchó enseguida en coche a Santiago para subirse a un vuelo que lo llevaría a Palma de Mallorca, enlazar después con Viena y aterrizar más tarde en Bratislava y reencontrarse con su familia. Regresó a A Coruña casi un mes más tarde, cuando, tras aparecer el último de los cuerpos rescatados del mar en la zona de la playa de As Amorosas, el de su hijo, tuvo que tramitar su repatriación. Ese último rescate supuso “un gran alivio” para los Velicky.

En compañía de otros familiares, a finales de febrero el padre de Tomas confirmaba en el juzgado de primera instancia número 7 de A Coruña que los restos de su hijo serían incinerados y llevados de regreso a Eslovaquia. El acto tuvo lugar poco después en el tanatorio de Servisa y el fin de semana, ya en su país, Peter y su familia y amigos del joven lo despidieron en la intimidad de una pequeña iglesia de la capital.

“En A Coruña solo conocimos a gente realmente encantadora. Pese al desconsuelo, aquellas personas nos ayudaron a gestionar el dolor. Eso es algo que nunca olvidaré”, recuerda hoy Peter Velicky. “Tomas estará siempre en nuestros corazones, pero estos días también hay un sitio en el corazón y en la memoria para Rodrigo, José Antonio y Javier”, admite.

La pérdida de un hijo es un dolor insuperable y la familia Velicky carga con la pena en silencio. Fuentes próximas a los padres de Tomas reconocen que diez años después se “conmueven” solo al recordar el trágico suceso y toda la operación de rescate organizada para encontrar los cuerpos, “la entrega de los profesionales y la ayuda desinteresada de los vecinos”. Peter y su esposa Jana agradecen hoy que la memoria de los héroes perviva en iniciativas como el torneo de fútbol sala que honra cada año a los agentes. “Si tuviera que decirle ahora algo a aquellas personas que conocí en A Coruñ, me gustaría que sus ciudadanos sigan comportándose tan bien como cuando estuve allí”, traslada Peter Velicky desde Eslovaquia.