Cada generación guarda unos elementos distintivos y un pequeño ecosistema de recuerdos compartidos. El geólogo coruñés Jorge López-Prado Teijeira fue niño en los 50, adolescente en los 60 y adulto en los 70. Al igual que sus coetáneos, atesora en sus memorias una serie de vivencias propias de su generación, que resultarán familiares a los coruñeses que hayan crecido en el mismo período, y que ha querido recoger en el libro Historias sin importancia, que presentará hoy a las 20.00 horas, al amparo de la Librería Arenas, junto al arquitecto Arturo Franco Taboada y el periodista Emilio Quesada en el Sporting Club Casino.

Que el título no engañe sobre el contenido del libro. “Son historias triviales, que no tienen gran importancia para la sociedad, pero sí la tienen desde el punto de vista sociológico. Son cosas que pueden suceder en cualquier ciudad, y sirven para entender cómo era la sociedad española de aquella época”, explica el autor, geólogo de profesión, pero a quien las horas muertas de la pandemia han convertido en escritor.

En sus páginas hay sitio para esas pequeñas idiosincrasias de la A Coruña de mitad de siglo, con las pandillas de jóvenes del mercado de San Agustín, los futbolines de don Pedro en la calle Pontejos, las lecciones de oratoria del charlatán de Méndez Núñez o las sesiones en el cine Equitativa. “El libro tiene cuatro partes: Historias de chiquillos, Historias de adolescentes, Historias de jóvenes e Historias de adultos”, explica el autor. Entre las páginas, el lector puede encontrar, además de anécdotas propias de aquellos años, los contrastes entre las costumbres de ahora y las de entonces, con sus grises y sus sombras. “La sociedad de antes era más exigente con los comportamientos, con el respeto a la familia y a los padres, pero luego se permitían cosas como el castigo físico. En Salesianos, donde yo estudié, teníamos una educación cuasi medieval”, recuerda.

Con todo, López-Prado evita situar el libro como una obra autobiográfica, con lo que, si bien los relatos son reales, sus protagonistas, incluido el propio autor, están protegidos por el anonimato del pseudónimo. Historias sin importancia representa, más bien, una crónica de una época escrita por un testigo directo de los hechos. Para algunos capítulos, admite, ha necesitado ayuda. “Hay una parte dedicada al mundo femenino, que para mí siempre ha sido muy difícil de comprender. Sobre todo cuando era chiquillo. Ya se sabe que, aunque se tenga la misma edad, las niñas maduran antes. Para mí siempre fue un misterio. Afortunadamente, pude contar con la ayuda de mi mujer”, reconoce.