Los caminos que uno puede tomar en la vida son infinitos. Al fotógrafo coruñés David Fernández le llevaron primero a Madrid, luego a establecerse en Londres y, entre medias, a recorrer el mundo, cámara en mano, arrancando estampas diversas de aquí y de allá. Muchos años y kilómetros después de hacer las maletas, el joven regresó a A Coruña para establecerse, pensar en el futuro y planear nuevas andanzas. En ese impás, escribió un libro y tuvo un hijo. A la espera de plantar el árbol, el joven recoge en Hoping one might land una de las experiencias más especiales de su carrera, la que le llevó a Túnez en 2019 a buscar nuevos enfoques y que ahora quiere compartir con quien no haya tenido esa suerte. “Más que explicar lo que es Túnez, quería contar lo que significa para mí. Las imágenes hablan de Túnez y de mi relación con el país”, explica el fotógrafo.

Al país norteafricano llegó por motivos laborales, de la mano de The Bartlett, una prestigiosa Escuela de Arquitectura de Londres, que impulsaba un proyecto para estudiar el patrimonio tunecino desde la ciudad de la Medina, con la participación de sus habitantes. “Yo estaba involucrado de dos maneras: primero, impartiendo talleres a la gente de la ciudad sobre fotografía de arquitectura, para que ellos la tuviesen como herramienta para conocer el sitio en el que vivían. La otra parte era documentar, como fotógrafo, el estado de conservación del patrimonio de Túnez”, cuenta David Fernández.

Una de las imágenes del libro. David Fernández

El proyecto le abrió las puertas no solo a los magníficos y singulares paisajes del país, sino a sus costumbres e idiosincrasias, pues tuvo la oportunidad de recorrer la ciudad de la Medina junto a sus vecinos, entrar en sus casas y observar sus hábitos y su forma de vida. “Para mí fue muy enriquecedor. Irte a un sitio de fuera a pasear con sus habitantes es una gran oportunidad. Fue una forma de ver qué era lo importante para ellos, a qué le daban valor”, recuerda.

A través de la otra gran pata del proyecto, la de capturar el estado del patrimonio del lugar, pudo asistir, de rebote, a toda una lección de historia; la de todos los pueblos que dejaron su impronta en la arquitectura del territorio a lo largo de los siglos: de romanos a árabes, cartagineses o franceses. “Es curioso. La Medina de Túnez no está muy bien conservada. Cuando el país se independizó, la gente que podía vivir en una casa mejor se fue de la ciudad”, cuenta. Un patrimonio lleno de capas que fue capaz de encerrar en su objetivo y, más tarde, en Hoping one might land, un volumen editado por la florentina Dürer Editions con un continente que cuida el contenido. “La edición es maravillosa. El libro es un regalo”, asegura el autor.

Fotografía del desierto incluida en el libro. David Fernández

Concluido el viaje y reunido el material, solo faltaba un elemento que lo ensamblase, que no fuese meramente descriptivo y que tampoco perseguía una función didáctica. Entonces, David Fernández tiró de versos. “El hilo conductor es un poema que escribí sobre cómo está el país en este momento. Es un país que cambia muy rápido, diariamente. Me recuerda, en cierto modo, al lugar donde yo me crié: la España de los años 80”, explica, aunque, matiza, es necesario salvar las distancias. En su memoria quedarán algunos episodios vividos en Túnez que hablan, casi tan bien como sus imágenes, del momento social y político que vive la nación. “Un día estaba haciendo fotos en la casa de uno de los arquitectos más conocidos del país. Era un apartamento en un palacio del siglo XIX, un sitio espectacular. De repente, escuchamos el sonido de una detonación. Un terrorista suicida acababa de inmolarse a 500 metros de nosotros. Me impactó enormemente, por lo que pasó, y por que eso ocurriese tan cerca, en un sitio tan hermoso, tan lleno de historia y de cultura”, rememora.