Su labor pasa desapercibida, en ocasiones, en el gran puzle que es un largometraje, pero es imprescindible. Una buena banda sonora puede convertir una película mediocre en un buen filme, y un mal acompañamiento musical, hundir todo un metraje. El compositor de bandas sonoras coruñés Sergio Moure de Oteyza sabe bien, tras 20 años de trayectoria y más de 50 proyectos a sus espaldas, cómo influyen las notas en la narrativa audiovisual. Lo repasa en su autobiografía, A imaxe sonora, que presenta hoy a las 20.00 horas en la Real Academia de Belas Artes.

Cuando uno se pone a hacer balance de su trayectoria todavía en activo, ¿qué conclusiones fundamentales saca?

Yo he vivido en muchos sitios. Mi trayectoria vital ha estado unida siempre a mi trayectoria profesional. Yo viví hasta los 13 años en Carballo. Allí pasé mi infancia. Luego me fui a vivir a A Coruña, donde estuve hasta los 20. Cuando me planteé ser compositor me fui a estudiar a Barcelona, entre los 20 y los 30. La segunda cosa que más me gusta después de la música es el cine; desde pequeño tuve muy clara mi vocación. En Barcelona, aparte de donde estudié, que fue el Conservatorio del Liceo, había dos escuelas de música, el Escac y el CCEC, donde se estudia cine. Contacté con estos centros, empecé haciendo cortos, después conocí a Joaquín Oristrell, que fue el director de mi primera película. Me dijo que Cataluña era un buen lugar para estudiar y Madrid para trabajar. Ahora es diferente, pero antes estaba todo muy centralizado en Madrid. Allí me fui con mi currículum y mis pocos cortos, y estuve haciendo cine 10 años más. Luego volví para A Coruña. He tenido mucha suerte de hacer el cine y la televisión que he hecho. Vivir de la cultura nunca es fácil, pero yo me considero un privilegiado de poder vivir de lo que me gusta.

¿Hay que ser cinéfilo para componer para el cine?

Yo creo que sí. Cuando doy charlas sobre música de cine siempre digo lo mismo: no me cabe en la cabeza un compositor de bandas sonoras que no ame el cine y no entienda de cine. Se sobreentiende que sabes componer música y trabajar con orquesta sinfónica, pero también se sobreentiende que conoces el medio en el que te vas a mover: tienes que saber lo que es un plano secuencia, un plano americano, un montaje, un guion... yo no entiendo que uno se dedique a hacer música de cine sin amar el cine.

Siempre tuvo clara su vocación. Imagino que se reafirmaría cuando recibió una nominación al Goya por su primer trabajo, la música de la película Inconscientes.

Sí. Conocí a Joaquín Oristrell en un curso de guion que él impartía en la Universidad de Barcelona. Sabía que era receptivo a la gente nueva, así que le perseguí un poco, le envié mis CD y mis maquetas. En Madrid quedaba con él, porque me aconsejaba ir a esta u otra productora. Un día me envió una sinopsis, le llevé la música tras un verano componiendo y le gustó. No me esperaba para nada la nominación al Goya, y a partir de ahí intenté seguir haciendo todo tipo de cine.

Tuvo que irse a Madrid para trabajar. Hace años era imprescindible. ¿Cree que hoy en día, con el impacto que está cobrando el Novo Cinema Galego, ha cambiado?

Totalmente. Volví hace 10 años porque me di cuenta de que podía vivir y trabajar en mi ciudad. Puedo vivir aquí y trabajar con productoras punteras a nivel nacional gracias a la tecnología. A nivel Galicia, pues ya es la tercera comunidad española que más productoras tiene. Vaca Films, Portocabo o Ficción Producciones están produciendo aquí para toda España. No hace falta moverse. Esas productoras tienen claro que hacen cine para el mundo y que lo hacen desde aquí.

¿Cómo es el proceso de componer una banda sonora que acompañe a unas imágenes y la comunicación con el director?

Cada compositor tiene su librillo. Yo soy un compositor que me gusta trabajar desde el guion. Lo leo, hago mis anotaciones y compongo un tema inspiracional, de 10 minutos, ya orquestado, a raíz de la primera impresión que me da ese guion. Creo que el compositor tiene que estar desde el principio. Yo estoy desde la preproducción, voy al rodaje de mis películas, estoy en la posproducción, hago pruebas desde el montaje. Para mí es fundamental la comunicación con el director, hablar mucho con él, porque el director es el pintor y tú eres un color de su paleta.

Uno de sus últimos trabajos es la música del documental ¿Dónde está Marta? sobre la desaparición de Marta del Castillo. Un tema tan delicado requiere una música delicada. Puede cambiar el tono totalmente.

Sí. Tuve suerte con la directora, Paula Cons. Ya había trabajado con ella en otro documental, es una periodista magnífica, y además es muy empática. La empatía con un tema tan delicado como este es fundamental. Ella tuvo que convivir mucho con la familia. Hablé muchísimo con ella. El tema me tocó porque mi hija mayor tiene mucho parecido con esta chica. Soy padre de dos niñas, de 12 y 10 años, y muchas veces guardar distancia emocional con lo que estás haciendo cuesta mucho. Hacer música para una película de zombies no cuesta porque no existe, lo que da miedo es el terror real. Esa niña murió dos meses antes de que naciese mi hija. Yo me implico mucho emocionalmente con lo que hago. No fue fácil guardar distancia, pero, a diferencia de otros proyectos, me dieron mucho tiempo para hacerlo. Pude componer con bisturí: la música tiene que estar ahí, pero sin molestar. La historia es lo que prima, los diálogos, las imágenes; pero la música tiene que ir hilvanándolo todo. Nos sorprendió el exitazo el Netflix: en España esperábamos cierta repercusión, pero no que fuésemos quintos a nivel mundial.