¿Dónde nacen las ideas geniales, de dónde cae la manzana de la invención, quién eleva los monolitos de la inspiración, que elevan un nuevo piso el zigurat de nuestra civilización? En un bajo de Monte Alto hemos visto nacer una nueva innovación tecnológica. El dueño de un bajo, que puso un cartel para advertir a los dueños de perros que no les dejasen orinar ante su puerta, se debió encontrar como aquel vecino madrileño que escribió ante un altarcillo “donde hay cruces no se mea” para que Quevedo le respondiera “donde se mea, no se pone cruces”. Fracasadas las ideas, recurrió al mundo material: un plástico guarda ahora la esquina, y los perros atrevidos se mojan las patas.