Lo que se derrumba se puede reconstruir. La ternura vale como herramienta y la reivindica Nacho Vegas (Gijón, 1974). El músico regresa hoy (21.00 h.) a un escenario coruñés, el del teatro Colón, para abrir el ciclo Selección Noroeste y presentar, con nueva banda, su último álbum: Mundos inmóviles derrumbándose, un trabajo de apariencia pesimista pero abierto a la esperanza.

¿Se va a encontrar el público a un Nacho Vegas distinto esta vez?

Los que nos dedicamos a la música y a la canción de autor tratamos de buscar una voz propia que el público reconozca, pero también debemos saber reinventarnos. Tu vida y el mundo en el que vives cambian, y de eso se nutren las canciones. Siempre planteo las giras como giras de banda, no de un cantautor con banda. El sonido es orgánico y la formación nueva me aporta una nueva sensibilidad. Este disco y el inicio de gira son novedosos y espero que lo sean para el público que me ha visto en otras ocasiones.

¿Qué sintonía tiene con estos nuevos músicos en el escenario?

Compartimos ciertas referencias. Hablamos mucho de discos en la grabación y conocí música nueva gracias a ellos. Trabajar con Joseba Irazoki, Hans Laguna o Juliane Heinemann, que tienen trayectoria con sus propios discos o bandas, hace que sepan leer las canciones de forma especial. Las guitarras de Joseba y Juliane tienen energías diferentes pero dialogan estupendamente: la de él es libérrima, la de ella es a flor de piel. Entre ellos y los demás, Manu Molina y Ferrán Resines, sin olvidarme de Cristian Pallejá que es el técnico de sonido y parte de la banda, todos con personalidades distintas y muy marcadas.

Su voz es muy personal, inexpresiva también. ¿Es una inexpresividad expresiva?

Es algo de lo que me di cuenta hace tiempo. Cuando empecé a escribir canciones no me gustaba cómo cantaba. Antes de grabar los primeros discos en solitario quería encontrar a alguien que las cantase, pero no lo logré, así que lo hice yo. En aquellas canciones parecía que estaba cantando para mí mismo y que no buscaba hacerme oír. Tenía complejos con mi voz, pero pronto comprendí que quienes tenemos un registro limitado, como es mi caso, encontramos un universo de posibilidades para bucear en él y descubrir la forma de expresar diferentes emociones, el tono adecuado para cada canción. Es algo a lo que dedico bastante tiempo: a dar con ese tono. Admiro a la gente que sabe cantar muy bien, aunque algunos de mis cantantes favoritos también tienen sus limitaciones.

Para promocionar el disco grabó vídeos y la edición física tiene un diseño muy bonito. ¿Le gustaría que este esmero se valorase más, hoy que la música tiene un consumo rápido de impacto efímero?

Hemos normalizado eso de consumir música en lugar de escuchar música. Hace diez años no hablábamos de consumir cultura y ahora utilizamos unas lógicas consumistas y un lenguaje que van en contra de cómo disfrutamos de la música. La industria, en mi opinión, siempre ha pecado de prepotente porque no estima al público como se merece. Para respetarlo, no hay que pretender saber lo que le gusta. El público es más soberano de lo que creemos. La música es algo que se puede disfrutar de muchas maneras porque es fundamental en la vida de la gente, aunque parezca que ahora todo va más rápido.

¿La música aún transmite el impacto que tuvo en su día para las generaciones mayores un disco de The Clash, por ejemplo?

Los Clash seguirán siendo un grupo importantísimo para muchas generaciones, lo que pasa es que los jóvenes de hoy quizá lleguen a ellos a través de otras vías distintas que nos parecen muy alejadas. Mi generación valora ese impacto pasado, aunque quizá desde una perspectiva un poco fetichista o de coleccionismo extremo que no me gusta. Esto me lleva a la pregunta anterior sobre la edición del disco. Cierto, está muy cuidada porque me gusta dar valor al formato físico de la música y trabajar con otros colaboradores, en este caso con Miguel Brieva, un artista gráfico al que admiro. Es un esfuerzo por ofrecer algo más que la música, es también una riqueza inmaterial muy preciada.

El título del disco transmite cierto pesimismo. ¿Se derrumba algo en el mundo, o en el mundo de Nacho Vegas, que le haya inspirado?

Hay muchas cosas que quiero que se derrumban, tanto en el mundo que me habita como en el que habito. Es verdad que el título induce pesimismo, pero creo que es necesario derribar muros para reconstruir otros nuevos. Estamos en un momento de reconstrucción de muchos vínculos afectivos y espacios colectivos que se han visto dañados por la pandemia. Nuestro mayor enemigo puede ser ese ser reaccionario que todos llevamos dentro y que lo que quiere es que nos quedemos como estábamos antes. Hay que hacer un esfuerzo por mantenernos vivos y derrumbar todo aquello que creíamos que era sólido y con lo que no estábamos cómodos. Si canto, es porque no estoy cómodo en este mundo y quiero cambios. Aunque la música no tenga el poder transformador, sí tiene el de revolver nuestras entrañas y mundos inmóviles.

A ese pesimismo se opone la ternura que da título a un tema y con la que canta algunas cosas duras, en frases como “la locura habita en la podredumbre y el poder”. ¿Adónde conduce la ternura?

Esa frase aparece en la canción más dura del disco, El mundo en torno a ti, con versos en los que hablo a otra persona o a uno mismo para enfrentarnos a nuestras propias contradicciones. Quiero darle valor a algo tan importante como creo que es la ternura. Hoy percibo que está de moda un cinismo especialmente abyecto, algo que caracteriza a ciertas escenas musicales, sobre todo por los egos. Yo lo percibí al empezar a cantar, pero era un cinismo inocente. El cinismo, una mirada descreída hacia el mundo, es lo opuesto a la ternura, que requiere reconocer a los demás y a nosotros como seres que necesitamos cuidarnos mutuamente. No solo eso, también sirve para crear una fuerza colectiva y poner en comunión emociones. Cuando me emociono con una canción o un poema me siento vivo, como para salir del letargo y asaltar el cielo.

Usted ha opinado de todo: política, injusticias, conflictos sociales... ¿Los músicos deben dejar oír su manera de pensar?

Cantar no es un acto del todo inocente, es una manera de posicionarte con respecto al mundo. Cantas porque te lo cuestionas. No se trata de qué estás cantando sino desde dónde lo haces. A veces nos centramos mucho en eso que llamamos el mensaje de las canciones. La música popular es permeable a los procesos sociales que suceden en el mundo en el momento en que la creas y eso está más o menos presente en las canciones. Respeto mucho a músicos como Ismael Serrano por su valentía al posicionarse. Yo, por mi parte, asocio conscientemente mi música a mi militancia en ciertos espacios políticos, además sabiendo que la música puede acompañar algunos movimientos sociales, sin necesidad de que vaya a la cabeza.

¿Neil Young ha sido valiente al retirar su música de Spotify por oponerse a que uno de sus contenidos desinforme sobre el COVID?

Este ha sido un tema de debate en la furgoneta en la gira. Todos admiramos a Neil Young, aunque lo ocurrido generó posturas encontradas porque después de salir de Spotify ofreció su música en la plataforma de Amazon. ¿Lo hizo realmente por la gente que escucha su música o por la pasta? Lo ocurrido está bien por el hecho de cuestionar lo que supone que los músicos tengamos nuestra música prácticamente de forma gratuita en plataformas sin ningún margen de negociación. Hoy estas plataformas tienen mucho poder, más que el que tuvieron las multinacionales discográficas. Que alguien de proyección pública como Neil Young asestara este golpe, que no hará caer los cimientos de Spotify, nos hace conscientes del estatus de los poderosos.