Cuando en 1941 concluyeron las obras de construcción del edificio del cine Avenida, la imagen del Cantón Grande inició su transformación con respecto a la que tenía hasta entonces, ya que las cuatro alturas que hasta entonces se permitían en los inmuebles de la época se vieron dobladas por la que alcanzaba el diseñado por el arquitecto Rafael González Villar. Con semejante dimensión, esta construcción se convirtió de inmediato en una referencia del centro de la ciudad, en el que se erguía sobre el resto de la manzana gracias a sus treinta metros de altura.

Con el paso de los años, otros edificios fueron sustituyendo a los más antiguos en el Cantón Grande y equipararon su altura con la del cine Avenida, que abrió la brecha para cambiar la silueta de esta destacada vía.

Plano del edificio realizado por González Villar. La Opinión

González Villar, quien vio terminada su obra pero no llegó a asistir a la inauguración del cine al fallecer solo cuatro días antes de la primera proyección, diseñó un edificio que refleja la evolución que experimentó su estilo arquitectónico, que partió del modernismo seguido para concebir el Kiosko Alfonso, su primera obra, caracterizada en su fachada por la ornamentación y curiosamente situado en la parte contraria del Cantón Grande, aunque ya dentro de los jardines de Méndez Núñez. El cine Avenida muestra sin embargo como el arquitecto apostó en la fase final de su carrera por el racionalismo, aunque integrando en el edificio aspectos propios del art-decó.

Entrada a la antigua sala de cine desde el vestíbulo. | // L. O. La Opinión

El Avenida sustituyó en el Cantón Grande al teatro Linares Rivas, una de las principales salas de espectáculos de la ciudad a comienzos del siglo XX. Los planos originales de González Villar muestran como el cine iba a llevar inicialmente el mismo nombre del teatro, que fue demolido en 1937 pese a la belleza del edificio, proyectado por Leoncio Bescansa. Además del cine, el inmueble que lo sustituyó disponía de viviendas y de una primera planta destinada a oficinas.

Pero el elemento más destacado del nuevo edificio eran las galerías comerciales de la planta baja, donde también se encontraba el acceso a las viviendas, que partía en dos la entrada al vestíbulo, donde se hallaban varios establecimientos y se exhibían las clásicas fotografías de las películas que se proyectaban en la sala, a la que se accedía mediante una escalinata situada al fondo de ese espacio.

Vivir para gozar, dirigida por George Cukor y protagonizada por Katherine Hepburn y Cary Grant, fue la película con la que el cine inició su actividad el 16 de marzo de 1941. En el intermedio de la proyección, una costumbre de la época, los propietarios de la sala transmitieron a los espectadores su pesar por el reciente fallecimiento de González Villar. Con casi 900 butacas y un estilo decorativo sin parangón en la ciudad, el Avenida se convirtió de inmediato en la sala coruñesa más relevante. La ubicación del edificio a corta distancia de un punto tan céntrico como el Obelisco y su amplio vestíbulo, que permitía guarecerse de la lluvia en invierno, hicieron del cine Avenida el lugar idóneo para que los coruñeses se citaran a la hora de pasear.

Así sucedió durante décadas hasta los cambios en los hábitos del ocio fueron cerrando una a una las salas de proyección de la ciudad. El Avenida echó el cierre en 1997 y al año siguiente un incendio destruyó el interior del inmueble, que hoy en día muestra importantes desperfectos en lo que fue el cine. Amancio Ortega se hizo inicialmente con el edificio como una más de sus inversiones inmobiliarias, aunque posteriormente se lo vendió a Caixa Galicia. Tras la desaparición de esta entidad financiera, Abanca asumió la propiedad y puso en marcha un proyecto de rehabilitación que finalmente acaba de ser aprobado.