Ficha técnica

  • Concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia el jueves 17 de febrero en el Palacio de la Ópera
  • Clara Jumi, al violín; Asier Polo, al violonchelo; y Juanjo Mena, director
  • Obras de Brahms y Schumann


Concierto de los que hacen y crean afición. Tengo que volver mucho la vista atrás para recordar un concierto en que tanto solistas como director tengan que salir a saludar tantas veces. Comenzaba el concierto con el doble de Brahms. Vibrante partitura en la que en menos de diez segundos de introducción de la orquesta, arranca una nota de lo más hondo del interior del solista, que en este caso es ni más ni menos el gran violonchelista español Asier Polo, que con esa exhalación del Ruggieri del siglo XVII que usa como instrumento, te atrapa y sobrecoge.

Dicha introducción, lleva a la sutil y sugerente entrada de la violinista Clara Jumi, que inicia un bello diálogo con el chelo que poco a poco va a más desencadenando un estallido de semicorcheas y seis acordes, que dan paso a un gran tutti orquestal conmovedor. Preciosa versión la ofrecida por Jumi y Polo, en la que es una maravilla observar las diferentes maneras de entender y producir el sonido, y aún así lograr una fusión al alcance de pocos. Sí es cierto que en ocasiones el registro grave del chelo fue sobrepasado por el sonido de la orquesta, pero no resta un ápice de la música obtenida, que arrancó intensos aplausos que no consiguieron el ansiado bis.

Comenzaba la segunda parte y algo se palpaba en el ambiente. Lo que vino es difícil resumirlo en palabras, porque fue una apoteosis musical a cargo de alguien que utiliza la batuta como una varita mágica para sacar lo mejor de cada músico. De memoria, moviéndose, y utilizando al límite todo el metro cuadrado de tarima en que se eleva, el maestro Mena no dejó de saltar, gesticular e impulsar como pocos a unos músicos entregados a cada gesto del maestro en una versión sublime, que a cada paso de frase me sorprendía.

Sus manos no dejaron de pincelar su visión e interpretación de lo que Schumann había escrito, y acompañaron con ímpetu a cada sección de la cuerda en la esquina de su podium. El movimiento final fue espeluznante y sorprendente. Un tempo vivo, vivísimo, diría yo, que me hizo dudar cómo lo resolvería. Pero es lo que diferencia a los grandes, unos lo llaman magia, otros carisma, otros música.

Cuarteto de líderes esta noche en las maderas que fueron la guinda del pastel: Ortuño a la flauta, Ferrer al clarinete, Harriswangler al fagot y Villa al oboe, siendo éste último el gran conexionador del grupo, siempre buscando cómplices musicales y sacando lo mejor de él mismo y de sus compañeros, no solo de viento sino incluso en el solo de esta noche con Prokopenko al chelo.

Me gusta Mena, mucho, hace música por encima de todo y da respiro al sonido como un maitre al descorchar una gran botella, y nuestra orquesta es un gran reserva que solo se hace más grande con buenos maitres. Espero lo veamos “mucho” por aquí.