Las fotos de Peter Lindbergh como excusa para ir más allá, para crear y para imaginar, también para hablar de temas que no siempre salen en clase y para inventar las historias que las protagonistas de las instantáneas podrían haber contado si pudiesen salir del marco y hablar libremente.

Estudiantes del Antón Fraguas, durante el taller creativo. | // VÍCTOR ECHAVE

Desde la apertura de la exposición Untold stories, en el muelle de la Batería, y promovida por la presidenta de Inditex, Marta Ortega, han participado en el proyecto educativo 5.000 escolares —serán más de 6.000 cuando se cierre el 31 de marzo—, desde Infantil a Bachillerato y también algunos universitarios. José María Mesías, que es profesor titular de artes visuales y educación de la Universidade da Coruña y el director del proyecto educativo de la exposición, cuenta que empezaron a profundizar en octubre del año pasado en la obra del fotógrafo para que ver qué aspectos podrían llevar a las aulas y cuáles podrían poner en práctica cuando los estudiantes acudiesen a la ciudad y, tras meses de trabajo, acordaron que el reflejo y la ciencia ficción podrían ser los ejes sobre los que pivotasen las enseñanzas de Lindbergh.

Lindbergh, una excusa para crear

Durante la jornada de ayer, por ejemplo, visitaron la muestra los alumnos y alumnas de Primero de Bachillerato del instituto Antón Fraguas, de Santiago. Junto a ellos estuvo el fotógrafo Guillermo Calviño, ya que el programa cuenta con una veintena de artistas contemporáneos que, en horario escolar y como una actividad más del curso, les enseñan cómo plasmar en una imagen todas las ideas que les pasan por la cabeza.

Tiffany es una de las profesoras que introduce a los alumnos en el mundo de Lindbergh, es la que, al llegar, les da unos rectángulos de acetato y unos rotuladores para que intervengan sobre las imágenes de la exposición para intentar contar una historia diferente a la que reflejan las fotos. Sabela eligió la instantánea de la chica que ve, en un decorado de película, hacia un haz de luz. “Le voy a poner un ángel”, comentaba ayer, sentada en el suelo y con el rotulador blanco en la mano. Mientras uno de sus compañeros componía dos caras de trazo muy finito para superponerlas sobre una foto aún sin saber muy bien cuál. Cuenta Mesías que todas las obras que realizan los alumnos que recorren la exposición están archivadas con el nombre de su autor, porque, ¿quién sabe? quizá estos talleres les despierten las ganas de aprender más sobre fotografía, sobre imagen y diseño y sea justo esa la primera de muchas obras que creen.

Y, antes de marchar, que cada uno elija una imagen, que explique por qué se identifica con ella. Un ejercicio para conocer y conocerse.