La Opinión de A Coruña

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David Broncano | Presentador y cómico

“Quiero pensar que somos los Led Zeppelin del humor”

Con Héctor de Miguel e Ignatius Farray está de gira con ‘La vida moderna’, un espectáculo que empezó como programa de radio. Estará el 6 de mayo en el Coliseum de A Coruña, dentro del Encuentro Mundial de Humorismo

David Broncano.

La vida moderna. Live show es el nombre del espectáculo mutante en el que David Broncano (Santiago de Compostela, 1984), Ignatius Farray y Héctor de Miguel trasladan al escenario ese cóctel de humor, actualidad, filosofía y caos que destilan a diario desde los micrófonos del programa homónimo de la cadena SER. Estará el 6 de mayo en el Coliseum de A Coruña, dentro del Encuentro Mundial de Humorismo, y las entradas están disponibles en Ataquilla. Broncano, presentador también del popular talk show televisivo La resistencia, despeja algunas posibles dudas sobre la naturaleza del espectáculo: “El que quiera gritar ‘¡UPyD!’ gritará ‘¡UPyD!’”.

Se han convertido en algo así como una banda de estadio, ¿no? Los U2 del humor.

La verdad es que sí. Si pudieses poner eso en el título... A ver, me gusta eso de ser los U2 del humor en cuanto a tirón popular, en cuanto a gente que compra entradas, pero en cuanto a calidad... Prefiero que no. Sin dejar mal a U2, ¿eh?, que tiene algún disco que está bien. Yo quiero pensar que en algunos momentos hemos sido los Led Zeppelin del humor.

Héctor de Miguel, Ignatius Farray y David Broncano, el trío de ‘La vida moderna’. José Luis Roca

¿Cambia mucho el espectáculo cuando pasan de hacerlo en un club o un teatro a un gran pabellón polideportivo?

Hay diferencia, sí. En un pabellón grande hay más distancia con el público, los aplausos duran más y todo requiere una intensidad mayor que en otros sitios más pequeños. En un teatro te puedes permitir más silencios, más subidas y bajadas, mientras que en un estadio tienes que esforzarte para mantener un ritmo más continuo.

Ser muy populares, ¿les resta espontaneidad al actuar? ¿No acude la gente a sus espectáculos esperando los gags que ya conoce igual que en un gran concierto lo que quiere el público es oír los hits?

Eso pasa, sí, pero a nosotros no nos parece mal porque lo que llevamos ya es un poco mezcla de las dos cosas. El espectáculo es prácticamente todo nuevo, porque agarrarse todo el rato a los éxitos que has podido tener es un coñazo y rebaja el valor del show, pero siempre hay un pequeño lugar para la nostalgia y para los momentos de solidaridad colectiva en los que se gritan consignas que todo el mundo conoce. Si la gente quiera gritar “¡UPyD!”, se gritará “¡UPyD!”.

“En el ‘stand up’ clásico hay poca improvisación porque requiere un trabajo previo”

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¿Cuánto hay de improvisación en La vida moderna?

En realidad, poco. En comedia, los espectáculos con mucha improvisación son shows muy específicos en los que los códigos ya están muy claros, pero en el stand up clásico hay poca improvisación porque requiere una preparación, un trabajo previo. Siempre surge alguna cosa que se te ocurre en el momento y que, si funciona, se añade en las siguientes funciones. Lo ideal es que parezca que todo lo que sueltas se te está ocurriendo en ese momento, pero el material tiene que estar escrito y probado. Plantarnos en un sitio sin llevar nada preparado y ponernos a improvisar me parecería una falta de respeto.

Héctor de Miguel, David Broncano e Ignatius Farray.

Más allá del entretenimiento y la risa, ¿tiene La vida moderna también un discurso político?

Lo que no hay es una línea editorial predefinida. Pero en el programa siempre hemos hablado un montón de política, sin que sea un programa político. Igual nos hemos tirado dos semanas hablando del Centro Internacional de la Patata porque nos hacían mucha gracia las patatas, y luego hemos tenido épocas en que se hablaba del referéndum en Cataluña o de la sucesión en el PP. Todo con risas, por supuesto, pero a veces también decimos abiertamente lo que pensamos sobre según qué temas. Y está claro que somos tres personas que estamos muy a favor de las libertades civiles, de la libertad de expresión y de la protección social, y eso se traslada al programa y al show.

Richard Pryor decía que él no encontró su auténtica voz como comediante hasta que llevaba 15 años actuando. Usted, que empezó hace 14, ¿la ha encontrado ya?

Eso de Richard Pryor tiene sentido, porque es verdad que necesitas cierto tiempo para empezar a sentirte cómodo con lo que haces. Yo, al principio de dedicarme a esto, muchas veces las cosas que hacía no las podía ni ver porque todo me parecía un desastre; en los primeros monólogos hablaba de una manera superimpostada e imitaba sin querer a la gente que me gustaba. Ahora, aunque sigue habiendo días en que no estoy del todo convencido de cómo lo he hecho, puedo ver vídeos míos y me quedo razonablemente tranquilo con mi labor. Y puedo hasta pensar que esto no se me da mal.

“Agarrarse a los éxitos que has tenido es un coñazo y rebaja el valor del espectáculo”

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¿Qué cosas le hacen gracia?

Lo que más gracia me está haciendo últimamente, a nivel de producto audiovisual, son la serie de Larry David y un vídeo que he visto en Youtube de una oveja que está en una zanja, la sacan y se vuelve a meter ella misma en la zanja. Si la gente no ha visto ese vídeo, que lo busque, porque es increíble. En esos momentos del día en los que te puede la desazón de la vida, no hay nada mejor.

¿Se suele fijar en el trabajo de otros humoristas?

¿Con ánimo de analizarlo y eso? La verdad es que no. Lo veo como espectador, pero no lo racionalizo mucho.

¿Fue a ver a Louis CK el 8-M?

No.

¿En qué casos considera que está justificado aplicarle a un artista la llamada cultura de la cancelación?

A ver, es que la cancelación, al ser un proceso social, popular o cultural que no está basado en ningún artículo del Código Penal, cada uno debe valorar de forma individual cómo de justificado está en cada caso. Yo, cuando tiene su origen en un historial de abusos o acoso sexual, por supuesto que la entiendo.

Hace unas semanas se generó una polémica de cierta intensidad por la presencia en La resistencia del cantante Marc Seguí, que había publicado en Twitter una serie de comentarios machistas y homófobos. ¿Cómo vivió esa situación?

Cuando vi todas esas cosas que él había puesto en Twitter y demás, sí hubo un momento en que me planteé si era o no conveniente hacer la entrevista. Y faltaban solo dos horas para la emisión. Luego investigué un poquito más, hablé con alguna gente de su entorno y también con él y me pareció que, llegados a ese punto, era justo contar la situación de cara y darle a él la oportunidad de pedir disculpas y hablar al respecto.

¿A qué atribuye que tanta gente quiera ir a a La resistencia a que le vacilen y le hagan preguntas incómodas?

Tampoco hacemos tantas preguntas incómodas ni machacamos a nadie. Yo supongo que la gente quiere ir al programa porque le gusta y le parece gracioso. Y porque lo ve mucha gente, claro. Tiene mucha visibilidad y mucho éxito y que está guay. Alguna vez se ha vacilado al invitado un poco y eso, pero no es una carnicería. Al programa ha venido un montón de gente que, por su situación artística o profesional, no tenían ninguna necesidad de venir y lo han hecho porque les gusta y porque saben que, aunque yo les vacile un poco, no voy a mala idea.

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