La Opinión de A Coruña

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CONCIERTO DE VAN MORRISON EN A CORUÑA

Ruge sin descanso la música del león

Veintidós años después de su primer concierto en A Coruña, Van Morrison presenta su disco número 42 en el Coliseum, donde repasará repertorio propio y ajeno de soul, blues y jazz

Van Morrison, en un concierto en Vitoria en 2018. | // ADRIÁN RUIZ-HIERRO

Coliseum, 7 de octubre de 2000. Diez mil personas asisten a la primera visita de Van Morrison a A Coruña. Llega con la hermana de Jerry Lee Lewis, Linda Gail, sentada al piano; acaban de grabar juntos You win again, el vigesimoctavo disco de estudio del norirlandés, una especie de tributo al sonido de las viejas grabaciones de Sun Records, un viaje musical sobre olas de R&B, country, blues y rock & roll. Veintidós años y otros catorce álbumes después de aquel concierto, Morrison, respaldado por una banda de siete músicos, regresa a la ciudad y al Coliseum (este jueves 31 a las 20.30) con otra colección de canciones que navegan por aguas sonoras parecidas a las de entonces y agitadas por cálidas corrientes de soul, las 28 que reúne el doble disco Latest Record Project, Volume 1 (2021), su octavo trabajo desde 2015, una muestra más de la impecable, e infatigable, adicción musical del león de Belfast.

Aquel concierto de 2000 no fue realmente memorable; sí eficaz, profesional, pero algo frío y calculado, con todo en su sitio y nada abierto a un arrebato de improvisación que desatase las emociones, ni en el escenario ni en la audiencia. Populares canciones como Bright side of the road, Wild night, Brown-eyed girl (el colofón de la noche), incluso Days like this, funcionaron para revivir nostalgias, para recordarle al público que son piezas con las que uno, solo con escucharlas, puede ponerle ilusión a la vida o enamorarse. Pero muchos se marcharon para casa con la sensación de que Van Morrison, respetado autor de un puñado de incuestionables obras maestras desde la década de los sesenta, no estaba a la altura de su nombre, de su leyenda, si es que ha merecido cultivarla.

Puede ser que Van Morrison (Belfast, 1945) no le haya puesto mucho empeño a consagrarse como un artista único y extraordinario, y si en realidad lo ha hecho ha sido desde su burbuja de aislamiento, alejado de focos, modas y tendencias a las que la música popular cae rendida tantas veces. Al margen del resto, en una suerte de atemporalidad permanente, a Morrison no le acompaña el aura de misterio ni la respuesta devota que sí ha estado durante décadas en los pasos de figuras veneradas como Bob Dylan, Lou Reed o Bruce Springsteen, pero en un plano de exposición diferente es tan admirado o más que ellos. Si en su religión tiene adeptos, estos contienen su fervor, conviven en silencio con una pasión por su música que proporciona verdadero placer en la intimidad.

Tampoco Morrison se ha hecho querer como para volverse loco con su música o con su misma presencia. Llega, toca y se marcha. Es raro verle sonreír en un concierto, y si lo hace es de perfil o de espaldas al público, en la fiable camaradería con sus músicos, un grupo de profesionales de sesión y carretera siempre inmaculado. Si la audiencia no le gusta no lo disimula y desde el minuto uno al noventa no descubre la mirada detrás de sus gafas tintadas y bajo el ala del sombrero, elementos que también le sirven para ocultar la profunda emotividad que en realidad desprenden muchas de sus canciones.

Pero su música no se esconde. Blues y soul caminan de la mano, el jazz barniza la atmósfera y el folk, a veces con un acento céltico que va en la sangre, decora ambientes. Cuesta encontrar un disco deficiente en una lista de casi medio centenar de obras que incluye algún directo irreprochable (It’s too late to stop now, A night in San Francisco, documentos inmortalizados a comienzos de los setenta y a mediados de los noventa). La generosa productividad del viejo león deja en las sombras algunos trabajos menos inspirados, pero expone más a la luz excelentes colecciones de distintas épocas como Into the music (1979), The healing game (1997), Down the road (2002) o el más reciente Three chords & the truth (2019).

¿Qué tiene entonces de atrayente, más de dos décadas después, la segunda visita de Van Morrison a A Coruña? ¿Qué esperar de su genio en el Coliseum? Antes de la cancelación del concierto previsto en diciembre pasado el repertorio superaba la veintena de canciones, con clásicos reservados para el cierre (Gloria, Brown-eyed girl) y en un reparto de piezas de siete u ocho discos de distintas décadas, con cinco de su último álbum y otras tantas versiones de standards o desgastados lamentos de blues que en otro tiempo flotaron en las voces y guitarras de John Lee Hooker, Bo Diddley o Sonny Boy Williamson. En los conciertos más recientes previos a su visita a España (el martes 29 en el WiZink Center de Madrid), el público de Inglaterra, Escocia y su Irlanda del Norte natal disfrutó de menos temas.

Polémica en la pandemia

Como muchos músicos que tuvieron que desenchufar sus instrumentos en el confinamiento de la pandemia y en los meses de restricciones, Van Morrison invirtió el tiempo en componer material nuevo, como el que recopila el volumen doble de su último disco y una canción original para la película Belfast que ha sido nominada al Oscar. También desde entonces fue crítico con las medidas restrictivas adoptadas por su país y cuestionó posturas científicas respecto al COVID. El momento más caliente de la polémica se produjo en junio pasado, cuando fue suspendido a última hora un concierto que preveía dar en Belfast y el músico estalló contra el ministro norirlandés de Sanidad, el unionista Robin Swann. Su voz se alzó contra políticos y científicos por “inventarse hechos deshonestos” para justificar unas limitaciones dirigidas, en su opinión, a “esclavizar” a la población. Meses después, la música de Van Morrison vuelve a sonar en vivo y en aparente libertad.

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