La antigua sede del Banco Pastor en el Cantón Grande, el que fue el edificio más alto de España, estrenó su nueva cara en febrero, muy renovada respecto a la imagen que presentaba el edificio en los últimos años. El proceso de reforma y restauración fue “minucioso y detallado, siempre con la idea de respetar en la mayor medida posible los elementos del inmueble inaugurado en 1925”, según José Elías de la Puente Formoso, técnico encargado de la intervención por el Banco Santander, actual propietario del inmueble. Uno de los primeros pasos del proyecto, explica, fue la elaboración de planos de gran detalle de cómo se encontraba el edificio justo antes de comenzar la reforma, catalogando todos los elementos con valor patrimonial y también aquellos que carecían de esta especialidad. Precisamente fueron estas zonas las que permitieron a los técnicos de obra operar y transformar la sede en un espacio como el actual. Los elementos prescindibles fueron suelos, techos o moquetas que apenas tenían entre 20 y 30 años de antigüedad. Un ejemplo fueron los techos sobre algunos puestos ubicados en el Work Café, donde las mesas se mantuvieron y restauraron a su aspecto original.

“Uno de los desafíos en el interior del café fue restaurar una columna que estaba a atravesada por una bajante”, apunta el encargado de la reforma. A través de un molde consiguieron restarla tomando como medida otra en buen estado hasta el punto de que no es posible diferenciarlas. La iluminación es otro de los factores que más peso tuvo en la reforma. De la Puente comenta que la sede del Pastor era demasiado oscura, por lo que se decidió recuperar el lucernario original en el patio interior del edificio para que llegase luz natural al Work Café. Además, un sistema de 16 focos ocultos mantienen la iluminación estable en el patio de operaciones conforme decae la luz que entra desde el exterior.

El propio técnico, que trabajó anteriormente en la antigua sede, era consciente de los problemas del edificio, especialmente afectado por los ruidos de la calle y el frío en el interior. “Decidimos mejorar las condiciones térmicas con una ventana que estéticamente está por detrás y lo sella sin que se vea”, explica De la Puente. Otra de las claves de resultado final de la transformación fue el aprovechamiento de los espacios y las dependencias del edificio. La caja fuerte se acondicionó como sala de reuniones y en Durán Loriga adaptaron el acceso para personas con alguna discapacidad. La fachada también sufrió una importante restauración para recuperar su color original.

“Los factores externos como el salitre del Cantón Pequeño y las corrientes de aire de la calle Santa Catalina afectaron durante tanto tiempo a la fachada, que no está hecha realmente de piedra”, indica De la Puente. En su origen se hizo de hormigón con unos acabados de una patente antigua llamada lapidol. Esta técnica consiste en salpicar la fachada co arena que se queda adherida y le da un aspecto pétreo.