La Opinión de A Coruña

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Hosteleros de A Coruña alertan de la inminente subida de los precios en comidas y consumiciones

Productos como el café o los vinos ya han subido 10 céntimos en algunos locales, mientras que la mayoría prevé reajustes en el coste de su carta para los próximos meses

Clientes en terrazas de locales de hostelería de la Marina. | // VÍCTOR ECHAVE

La inflación creciente toca todos los palos de la economía, y la hostelería, eslabón final de toda una cadena previa, no iba a ser menos. Responsables de bares y restaurantes de la ciudad coinciden en señalar el que será el escenario los próximos meses: los precios de las comidas y las consumiciones tendrán que subir para cubrir costes ante el incremento del precio de la luz, el gas, el transporte y la materia prima. “El panorama es el mismo en todas las empresas. La inflación está desbocada, la cesta de la compra especialmente cara, lo de la luz nos afecta, porque estamos abiertos muchas horas con la cámara de frío enchufada permanentemente, las freidoras, los hornos de gas... “, enumera el presidente de la Asociación Provincial de Hosteleros de A Coruña, Héctor Cañete.

Un cóctel de factores que ha propiciado a que los márgenes de ganancia sean cada vez menores y que, como consecuencia, los responsables de los negocios tengan que hacer ajustes en sus cartas. “Se trabaja al límite en muchos productos”, asegura Cañete. Muchos ya han experimentado incluso pérdidas en su intento por absorber los sobrecostes y evitar que repercutan en el cliente final.

“Estamos haciendo el esfuerzo para que no sea muy notorio para los clientes, pero si las cosas siguen así, habrá que hacer una revisión, e intentar ser lo más justos y proporcionados posible. Si a mí me cobran el barril de cerveza un X más, no puedo seguir poniendo las cañas al mismo precio”, razona el propietario del bar La Barbería, Xabi Barral. En la escalada de costes no solo han sufrido las bebidas y los refrigerios.

El incremento del precio de los alimentos y la cesta de la compra no solo se ha hecho notar en los hogares, sino en los restaurantes y bares de tapas, que han visto encarecidos los productos de sus menús en los últimos meses.

“Los tomates, el aceite, el pulpo, las carnes... está todo subidísimo de precio. A eso le sumas los problemas de reparto y de suministro, la crisis del transporte, y te queda una situación delicada”, insiste Barral. En algunos negocios mixtos como A Parva, la cantina del Mercado de San Agustín, que transitan entre cafetería y local de comidas, ya han tenido que hacer esos ajustes, no sin antes tomar nota de que la situación no variaba en los establecimientos vecinos. “Notamos una subida en el grueso de los productos esos meses. Pan, leche, bebidas... para que el negocio fuese sostenible, tuvimos que actualizar los precios”, constata una de las responsables del establecimiento, Alba Barbadillo. El café en A Parva ha subido 10 céntimos, como también algún tipo de pan de los desayunos o tentempiés que dispensan. Las placeras de los puestos circundantes hicieron lo propio con su género. “Estamos todos igual”, asegura. El café, casi siempre de importación, es uno de los productos que más ha sufrido los vaivenes de la economía, dada su dependencia de la estabilidad del sector logístico y de transporte. “El transporte internacional de contenedores ha subido un 500 o 600%. Cada local es un mundo, pero ese IPC del 9,8% que se dice que hay se queda muy corto”, acusa Cañete.

La misma suma de diez céntimos tuvo que incrementar José Antonio López, gerente del Mesón Os Castros, en su carta de vinos, un producto que casi siempre depende del proveedor que lo despache pero que no ha resistido a la subida generalizada del precio de la vida. “Llevábamos desde antes de la pandemia sin tocar los precios. Hemos tenido que retocar los vinos, y la comida tendremos que subirla un poco. Carne de cerdo, huevos, las verduras en general... todo ha subido, tenemos que actualizarlo”, asegura López.

Entre los productos que más han incrementado sus precios señala, fuera de la alimentación, las bolsas de papel y los táperes desechables, que han incrementado mucho su demanda desde que las restricciones de la pandemia obligasen a la población a adaptarse a la comida para llevar. “Antes se consumían muy poquitos, luego la gente empezó a llevar cada vez más, y subieron un montón. Además, cada vez son de peor calidad”, advierte. En su establecimiento, como en muchos otros, la factura de la luz ha pasado de los 500 o 600 euros pretéritos a los 1.200, pero no se resiste en cargar al cliente con una diferencia excesiva. “Vas aguantando, tratas de no quemar a la gente, pero aquí somos seis personas para trabajar”, comenta.

A pesar de la sombra de la inflación sin un techo al que mirar, los hosteleros coinciden en señalar la Semana Santa como un punto de inflexión tras el que cabe el optimismo y, en el mejor de los casos, cierta recuperación de cara al verano, aunque las cifras todavía no pueden compararse a las de años precedentes. “Para nosotros fue un poco más tranquila de lo que esperábamos, pero por la calle se veía mucho turismo nacional. La gente está con ganas de salir, de compartir. A ver cómo funciona la eliminación de las mascarillas y las restricciones, pero queremos pensar que este arranque traerá un verano decente y normal”, aguarda Xabi Barral. Un anhelo en el que coincide Héctor Cañete, que se muestra igual de prudente. “Vemos a la gente con ganas de gastar y disfrutar después de lo que hemos pasado, pero tres días no hacen un año y hay que esperar a ver cómo sigue”.

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