El comedor de un colegio de nuestra bella y por ahora no bombardeada ciudad vivió una escena de pánico el miércoles, cuando, ante los truenos de ese día, empezaron los gritos de “Que viene Putin”. Hubo que trasladar a los niños más pequeños a otra sala para que se calmasen y dejasen de llorar. Sacamos varias conclusiones. Uno, les falta experiencia: cualquier veterano sabe que la explosión que se escucha ya no debe asustar. Segundo, los coruñeses menores de ocho años tienen escaso espíritu guerrero. Tercero, algunas cosas no cambian en los colegios y encontramos dignos herederos de las travesuras que los que ya peinamos canas recordamos, con nostalgia, de nuestros tiempos en la escuela.