La Opinión de A Coruña

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La última entrega de Amancio

El popular repartidor de Seur se jubila tras 42 años recorriendo las calles de la ciudad y con innumerables gestos de cariño

Amancio López, ayer, junto a su vehículo de reparto. | // CARLOS PARDELLAS

Amancio López Bello entregó ayer sus últimos paquetes y aparcó su furgoneta de Seur tras 42 años de servicio intachable a sus clientes. El vehículo del repartidor, que lo acompañó casi tres décadas, no llegó a casa vacío: lo hizo con el maletero cargado de regalos que, en esta ocasión, no iban a parar a códigos postales dispersos, sino a la dirección del propio Amancio, que no pudo haber soñado con mejor despedida. “Fue mucho. Sorpresa tras sorpresa, durante todo el día”, resume, emocionado, casi al término de su última jornada.

Su camino empezó, como cada día desde hace cuatro décadas, a las 06.00 de la mañana cargando su furgón con las entregas del día, pero las sorpresas no tardaron en llegar: primero, por parte de las empleadas de la tienda Mango del Obelisco, uno de los puntos habituales de su ruta, que le recibieron con confeti, pancartas y alegría cuando el reloj apenas marcaba las 09.00 de la mañana. “Ahí siguen pegados los carteles, a ambos lados de la calle Real”, comenta entre risas el recién jubilado.

El resto de paradas de su itinerario siguió la tendencia de la sorpresa matutina. Amancio, humilde, se encoge de hombros cuando se le pregunta qué lo hace merecedor de tantas atenciones. “Supongo que será la confianza. Llevas tanto tiempo que todo el mundo te conoce, la policía se porta muy bien con el tema de la furgoneta, la gente confía en ti porque si los paquetes vienen mal, saben que se pueden fiar de que lo apuntes y lo lleves de vuelta. Es un coche conocido también”, reflexiona. No hace falta que lo jure. Mientras habla, en un receso de su marcha en la Plaza del Humor, un conocido lo interpela desde una ventana: “Amancio, vai traballar! Xa terás tempo de xubilarte”. Amancio saluda y sonríe.

La confianza se la ha ganado, igual que el cariño. Su sola presencia es garantía de trabajo bien hecho y trato amable. Su trayectoria lo avala: se puso al volante en el 80, recién llegado de la mili, y ahora que llega el momento de aparcar, le asaltan sensaciones encontradas. “Por una parte da pena, claro, y más después de todo el cariño recibido. Por otra, ya voy teniendo ganas de descansar”, admite.

A lo largo de las cuatro décadas que lleva peinando las calles de la ciudad, ha visto crecer un negocio que no deja de expandirse sin coto y con empuje renovado debido el auge de la compra online. Todo ha cambiado desde entonces. “Empezamos siendo dos repartidores y una chica en la oficina. Ahora somos casi 180 trabajadores, y cada año entra gente nueva”, recuerda.

Tampoco la ciudad es hoy la misma que recorría en el 80 y, aunque reconoce que las peatonalizaciones dificultan a veces la labor de reparto, asegura que hoy la urbe es mejor para el paseo y el descanso, menesteres en los que centrará sus esfuerzos a partir de ahora. Lo hará también su inseparable furgoneta, que, prudentemente, ya ha vendido a un joven que le dará una segunda vida tras 31 años de servicios prestados.

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