• Crónica musical del concierto de la Sinfónica de Galicia el viernes 29 de abril en el Palacio de la Ópera
  • Raquel Lojendio, soprano. Mauro Peter, tenor. Gabriel Bermúdez, barítono.
  • Víctor Pablo Pérez, director.
  • Obras de Cesar Franck y Debussy.

Regreso de Víctor Pablo Pérez a la que otrora fue su casa durante veinte de los treinta años de vida de la Sinfónica de Galicia. Hombre querido por el público, en reconocimiento a su gran labor al frente de la OSG elevándola desde los inicios a ser reconocida en la península como el referente orquestal, a la vez que pionera también en la puesta en marcha de un proyecto pedagógico hoy consolidado y copiado como la orquesta joven.

No causó sorpresa la larga duración de la sinfonía de Franck, una belleza absoluta de obra, en un Víctor Pablo más maduro, sereno y con una renovada estética que no pasó desapercibida. Parece haber abandonado clichés que identifican a los vetustos directores de antaño, sustituyendo frac por traje y corbata, o eliminando la batuta para solamente con sus manos interpretar lo escrito hace cientos de años.

Le gusta al maestro vestir sus interpretaciones jugando con grandes contrastes dinámicos y estirando y alargando el sonido siempre que puede. Es quizás una de sus grandes señas de identidad, muy opuestas a los locos tempi exhibidos por los jóvenes, y no tan jóvenes, que quizás no pueden o quieren abordar la frondosidad de esas obras de arte en los atriles. Como nos tiene acostumbrados, siempre requiriendo más a cada sección, autoexigencia que empieza por sí mismo, no descuidando ningún detalle, con impetuosos movimientos a lo largo de toda la tarima que traslada al brío de cada músico.

Versión larga que uno disfruta como un buen vino cuando el instrumento es la Sinfónica de Galicia, que se regodea en su sonido como nadie, con una cuerda sublime toda la noche, muy apoyada en el sonido desde los contrabajos que era una delicia observar, sobre todo a su primer atril que esta noche pareció disfrutar de lo lindo con la partitura. Una dupla Hill al oboe y Walker a la flauta sensacionales, muy acostumbrados a liderar desde sus atriles en los veinte años de dirección del maestro, destacadas intervenciones de solistas de la orquesta como Landelle al arpa y una memorable Rodríguez al corno inglés, con una musicalidad y sonido que pusieron los pelos como escarpias, talento local a raudales.

Si hay algo que nadie puede achacar al maestro Pérez, es que siempre sabe rodearse y seleccionar a los mejores músicos, de su etapa como director artístico son la mayoría de la plantilla actual de la OSG, pero también la selección de los solistas con los que trabaja y ello fue patente esta noche en El hijo pródigo de Debussy, con una Lojendio que fue de menos a más y rayando a la altura a la que nos tiene acostumbrados, fantástico el tenor Peter en el papel de Azël, hijo, lo mismo que Bermúdez muy metido en su rol, de esos músicos que gusta ver además de escuchar. Por poner una pega, es una lástima no tener manera alguna de saber lo que cantan, ya que ni en las notas al programa aparece, ni existe una pantalla con subtítulos.