La Opinión de A Coruña

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Quinito López Mourelle Presentará ‘Saluda al Danubio de mi parte’ este jueves en el Fórum

“La semilla del odio y del imperialismo está por todas partes, agazapada”

“Me interesa la vida de una persona normal ante la guerra, no del que manda matar”

El escritor Quinito Mourelle, con su obra. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

El escritor, poeta y músico Quinito López Mourelle acaba de publicar su octava novela, Saluda al Danubio de mi parte. A partir de una fotografía de 1936, reconstruye en la ficción la historia de una familia austríaca y personajes ligados a ella haciendo un recorrido por la historia de Europa central hasta la actualidad. La presentará a las 19.00 horas del jueves en el Fórum Metropolitano.

La fotografía, con un hombre, una niña y dos mujeres, aparece en el libro y hace nacer la novela. ¿Qué le llevó a sacar una historia de ella?

El germen para empezar a proyectar ideas fue la propia foto, no había una historia previa. Está fechada en 1936; la localización es dudosa, con caligrafía nerviosa, y no logro discernir cuáles son las letras. Como objeto estético me llamó mucho la atención, y dije, aquí hay una historia. Como la hay en cualquier fotografía de una familia cualquiera; todos tenemos una que contar. La fecha, y el hecho de haberla comprado en Austria, me delimitaron y me dieron pie a fundamentar la historia utilizando los acontecimientos y el espíritu de la época. La fecha no es una fecha cualquiera: hay un escenario de fondo ahí.

Al tiempo presenta la historia de un anticuario actual, Sebastian.

Esa es una historia paralela. Me puse a desentrañar y destripar el año de 1936 y los que vienen antes y después, en concordancia con la vida de esa familia, desde su nacimiento, a lo que heredan y a sus vidas posteriores. Pero como contrapunto a esa época quería hablar también de la Austria de hoy. Y cuando hablo de Austria hablo de Europa y también de nosotros.

En la novela va combinando capítulos en el pasado, partes de un cuaderno escrito en décadas posteriores, el presente... ¿Cómo quería plantear la estructura?

La estructura de alternancia ya la he utilizado en alguna otra novela, como La herida de Bach, y no la he inventado yo, es muy antigua. Pero usarla me da pie a romperla, a que la improvisación me lleve a plantearme si tiene sentido mantenerla. Y en esta novela he roto la estructura, al final, con un epílogo muy particular y muy personal. En La herida de Bach rompía esa estructura bicéfala fusionando las dos historias, aquí con una reflexión final.

En la que habla directamente.

Sí, es mi voz, son mis confesiones puras y duras.

Y además habla de detalles de su propia vida personal.

Cuando uno inventa historias y la vida de otras personas, al final, siempre hay temas que nos llevan a nuestra propia vida. Y en estas reflexiones hago referencias a cosas de la novela y a otras de mi presente. Intento enlazarlo todo de una forma muy orgánica, que es lo que más me llama de la literatura: la conexión entre todo, aunque a veces sea ficticia.

Los personajes nacen a finales del XIX, con el Imperio Austrohúngaro, viven su descomposición, la Segunda Guerra Mundial... ¿Por qué le interesaba hablar de esa época?

Quería coger esa época, el cambio de siglo en Austria, que fue muy importante. Me interesaba también la parte cultural y la aparición del psicoanálisis, que tiene un reflejo importante en la novela. Y luego, también me interesaba ver qué hay de todo aquello hoy, qué cosas se pueden repetir. ¿Se van a repetir de la misma forma? ¿Estamos preparados si se repiten?

¿Cómo se pueden comparar las visiones de la gente de a pie de entonces con lo que está ocurriendo hoy en día?

Es muy difícil llegar a conclusiones, y mi labor como novelista no es tanto llegar a ellas sino plantearlas, hacer reflexionar al lector sobre las similitudes: hablando de las guerras, entre lo que pasó ayer y está pasando hoy. Mi conclusión personal es que al Hitler y Stalin que aparezcan hoy o mañana no los vamos a reconocer como tales. A veces la gente parece esperar que sean los mismos, pero no. Esa semilla horrorosa del odio y el imperialismo está entre nosotros; a veces en una comunidad de vecinos, en un equipo de fútbol, en un partido político... Agazapada por todas partes, y puede presentarse de otra forma más escondida y adaptada a los tiempos. Pero es la misma brutalidad de imponer a los otros las propias ideas.

Hace una mención de pasada, muy breve, desde el punto de vista de la niña, Natalie, a la Guerra Civil. ¿Reflexiona sobre cómo continúa la vida normal mientras se están gestando grandes eventos?

Por supuesto. Hay una frase en el epílogo del Diario de Anna Frank que dice que las guerras no solo lo hacen los poderosos, sino que a mucha gente de la calle le gusta la guerra. La mayoría padece la guerra sin poder hacer nada, y sus vidas tienen que amoldarse al contexto. Me interesa más la vida de una persona corriente que la del que toma las decisiones de bombardear o matar.

No obvia la Segunda Guerra Mundial, pero no se centra en ella.

Hay mucha literatura específica: los caminos muy trillados no me llaman la atención.

¿Cómo es el imaginario literario y cultural que lo lleva a Centroeuropa en esta época?

En la novela hay un listado de personalidades, y la mayoría pertenecen al mundo de la cultura, porque esto no es una novela política, que no es lo mío. Musil es un escritor difícil y complejo, pero apasionante. Me llama Hofmannsthal, y hay una novela capital para entender el Imperio Austrohúngaro, que no cito en este libro: La marcha Radetzky, de Joseph Roth. Están Zweig, Gustav Mahler... Y fuera de Austria, muchísima literatura, como el Ulises.

¿Cómo condiciona esta literatura el mundo que construye la novela?

Me ha dado una visión de aquella época, y quieras o no, está en tu imaginario. He huido de eso al tener también a África como referente: la contrapongo a la Europa de la que huyen estos personajes para comenzar de nuevo. Y se plantea hasta qué punto pueden echar raíces allí.

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