La Opinión de A Coruña

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Malestar en la hostelería por los clientes que reservan mesa y luego no acuden ni avisan

Los propietarios los negocios de la ciudad descartan tomar medidas como pedir señal a los comensales, pero advierten de los graves perjuicios que ocasiona la práctica en la facturación

Xabier Barral, propietario del bar La Barbería Casteleiro/Roller Agencia

Como poco, un signo de mala educación, y como mucho, un descuadre en las cuentas de un negocio de hostelería que viene de pasar, como todos, una temporada complicada durante la pandemia. Reservar una mesa para permitirse un capricho o una comilona con los amigos o la familia en un establecimiento y no presentarse sin previo aviso es una práctica poco civilizada, y que algunos hosteleros de la ciudad han visto en cierta medida intensificada.

El propietario de la Parrillada Buenos Aires, Manuel Martínez, se muestra especialmente beligerante con los clientes que han tomado la dinámica por costumbre. “Nos pasa todos los fines de semana. Siempre nos aparece alguna reserva que falta. Nos parece bastante mal, está pasando mucho”, lamenta Martínez, que tiene su propia teoría de por qué ocurre esto, más allá de los despistes puntuales que puedan suceder. “La impresión que me da es que la gente reserva en varios sitios y, dependiendo de dónde se encuentren en ese momento, van a unos o a otros”, reflexiona.

Una coyuntura especialmente sangrante para los restaurantes que tienen varios turnos de comidas: si ocurre temprano, la reserva suele cubrirse, pero si se da en el segundo turno, hacia primera hora de la tarde, ya no hay nada que hacer. “Si no acuden los que tienen la reserva a las 15.30, y esperas 10 minutos de cortesía, ya no recuperas la mesa”, asegura.

Por el momento, no son muchos los establecimientos de hostelería coruñeses los que toman medidas de prevención contra esta práctica, pero, en su caso, el propietario de la Parrillada Buenos Aires al menos se permite su derecho a la protesta. “Si no cogen el teléfono cuando llamas, a veces les escribo un mensaje desde mi número personal para decirles que, al menos, podrían haber avisado. A veces contestan y a veces no, pero queda constancia”, zanja.

Manuel Martínez, propietario de la parrillada Buenos Aires. | // CARLOS PARDELLAS

Xabi Barral, propietario de La Barbería, tiene la misma sospecha que Martínez: “Alguna vez, estando en una terraza, he escuchado cómo en una mesa de varias personas llamaban cada uno a un sitio para reservar. Estoy seguro de que luego no llaman para cancelar. No acudir y no avisar es, ante todo, una falta de respeto a nuestra profesión”, lamenta. En La Barbería, un local que dispone de un aforo para 24 personas, ese tipo de despistes pueden salir caros. “En un bar con esta capacidad, que te falle una mesa de ocho es un tercio de la facturación. A lo mejor la gente no es consciente de eso”, lamenta.

En su caso, un desagradable incidente durante las restricciones de aforo de la pandemia le sirvió para comprobar, también, la mejor cara de la gente. “Una vez, durante el COVID, por probar, puse en la página del local que me había pasado esto. No sé si fue por solidaridad o por qué, pero en cinco minutos tenía las dos mesas cubiertas”, recuerda.

En algunos establecimientos que reservan mesas para un gran número de comensales, como la Raxería As Neves, popular por su gran aforo, medidas como solicitar una pequeña señal del precio tras la reserva ya son actuaciones habituales, aunque, aseguran, las ausencias de última hora en su caso no suelen ocurrir. También porque en As Neves se aseguran de ello. “Es muy raro que pase, porque cuando son grupos grandes, se suele formalizar una reserva por escrito con antelación. Si la mesa es muy grande, también se solicita señal, en función del menú”, ilustra su propietario, Miguel García.

Otros establecimientos de menor aforo descartan poner en marcha este tipo de medidas preventivas, temiendo que la excesiva prudencia se les vuelva en contra. “Creemos que perdemos más si pedimos fianza que si no”, resume Óscar Mato, responsable del Artabria, que sí reconoce que estas situaciones se dan con frecuencia a lo largo de todos los meses. “Siempre hay dos o tres mesas que no te aparecen. Pueden ser de 4, de 6 o de 8”, relata, aunque, matiza, “en grupos grandes es imposible que no aparezcan”, pues clientes y establecimiento se comunican con frecuencia en los días previos para cerrar los platos y el menú.

Esta falta de sensibilidad por parte de los clientes, cuando se da en fechas señaladas, puede ocasionar a los propietarios de los establecimientos algo más que un enfado, y dejar un agujero en las cuentas del día cuando se trata de grupos grandes. Le ocurrió a Manuel Souto, propietario de La.Con.Fusión. “Nos pasó eso precisamente en uno de esos días especiales de cocidos. Nos falló una mesa de nueve personas, que no apareció a las 15.00. Llamamos desde el local y no nos cogían el teléfono, y luego volvimos a llamar desde un móvil y sí nos contestaron. Es ilógico, agradecemos que al menos se avise”, recomienda Souto.

Otros se curan en salud hasta las últimas consecuencias, como es el caso de Luis Veira, propietario del Árbore da Veira, que no da opción a llevarse sorpresas de última hora en uno de los restaurantes más reconocidos de la ciudad. Si no hay confirmación con margen suficiente como para dejar al establecimiento posibilidad de maniobra, no hay mesa.

“Llamamos tanto el día anterior como el mismo día. Si vienen a comer, y a las 12 no nos han confirmado la reserva, anulamos la mesa”, afirma Veira, que, aunque reconoce que en su restaurante no es lo habitual ni mucho menos, el Árbore da Veira tampoco se libra de descortesías. “Son habas contadas, pero nos pasa, al menos, una vez al mes”. Veira, sin embargo, no descarta la idea de comenzar a exigir señal en la hostelería, del mismo modo que se procede en muchas otras operaciones comerciales. “Creemos que es el camino. Si en un hotel o al comprar un vuelo dejas un depósito, ¿por qué no en un restaurante?”, propone.

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