Nací en la calle Emilia Pardo Bazán, donde me crié hasta los veinte años en compañía de mis abuelos, maternos, José y Charo, mi tía Josefina, mis padres, Manolo y Chenta, y mi hermano Gonzalo. Mis padres trabajaban en la central de Telefónica en San Andrés, ella como teleoperadora y él como técnico.

Mi primer colegio fue el de Cristo Rey, en el que forme parte de la primera promoción que hizo tercero de BUP. Al año siguiente fui a Santa María del Mar a hacer el COU y al terminarlo fui a la Universidad Complutense a estudiar Sociología. Al terminar la carrera trabajé unos años en la emisora libre Onda Latina haciendo programas de entretenimiento y música clásica, tras lo que regresé a esta ciudad para trabajar en el sector de la publicidad.

También me dediqué a escribir en gallego libros sobre historia y misterio que publiqué en la editorial Urca, como O enigma dos nove sepulcros e Patacas e máis patacas. Tras estudiar italiano en la Escuela de Idiomas, traduje libros escritos en esa lengua para una editorial online y en la actualidad colaboro con la asociación Própolis y hago prácticas de gestión de archivos en la librería Santos Ochoa.

La autora, segunda por la derecha, con unas amigas. | // LA OPINIÓN María Acosta Díaz

Mis primeras amigas de la infancia fueron Aurelia, Elena, Berta, Sofía y Luisa, con quienes jugaba sobre todo en la plaza de Vigo, que era donde solían hacerlo las pandillas de niñas y niños de mi barrio. También lo hacía con algunas de ellas en el colegio, que tenía un gran patio para el recreo, mientras que los domingos solía ir con la pandilla a la sesión infantil del cine Equitativa. Aunque esa sala tenía ambigú, nosotras solíamos comprar las chucherías en la tienda Meli, que estaba casi pegada al cine.

En verano mi playa preferida para ir con la familia era Riazor, a la que también fui después, cuando me dejaron ir sola con mi pandilla. Los domingos y festivos, cuando ya era una quinceañera, íbamos a pasear por los Cantones y la calle Real hasta la hora de comer y por las tardes íbamos a los cines Avenida, Coruña, Kiosko Alfonso y Goya. Recuerdo que fui al cine Riazor recién inaugurado a ver Lo que el viento se llevó y que la película duró tanto que entramos de día y salimos de noche, así como que hubo largas colas para comprar las entradas.

La escritora de novelas de misterio

También en el centro frecuentábamos el Copacabana, los Tigres Rabiosos, Casa Enrique y La Barra, donde jugábamos al parchís, además de en la Queimada Pequeña, que estaba en el bajo de la casa de María Pita y que nos servía la queimada en unas tazas pequeñas.

Además de mi primera pandilla, también formé parte de otra nueva que estaba formada por Pepe Lui, Gon, Pucho, Jacobo, Yosme, Loreto y Marián, con quienes iba a las discotecas Chaston, Playa Club y Casino. Hoy en día me reúno con mi gran amiga Amelia, profesora en Santiago, con quien recuerdo mi juventud.

Testimonio recogido por Luis Longueira