La Opinión de A Coruña

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Marina Echebarría Sáenz | Catedrática de Derecho y activista LGBTI

“Los jóvenes admiten con naturalidad la diversidad si no se les educa en lo contrario”

“Luchamos para que la próxima generación lo tenga más fácil que nosotras”

Marina Echebarría. | // CEDIDA

Marina Echebarría Sáenz es la primera mujer trans catedrática de España e imparte hoy, a las 19.30 horas, una charla sobre educación, diversidad y modelos de valores, en el Rectorado. Lo hará en la segunda edición del Foro Educación.

¿Está presente la diversidad actualmente en el sistema educativo o hay mucho que mejorar?

Estamos hablando de un sistema educativo que acoja a todo el mundo, que permita desarrollarse libremente. Este es el último capítulo que hemos introducido en nuestro sistema educativo y aún estamos aprendiendo a pulirlo y a ejecutarlo. Estamos aprendiendo a hacerlo bien.

¿Es más fácil que los niños y niñas pequeños entiendan la diversidad que los adolescentes?

Yo creo que el problema con la diversidad no son los estudiantes sino quienes les educan. El problema es en qué medida transmitimos nuestros propios prejuicios. Los jóvenes admiten con mucha naturalidad que la gente tiene diversidad si no se les educa en lo contrario. El lema aquí es: “lo que ves es lo que aprendes”. Cuando se enseña a convivir en condiciones de inclusión, la mayoría no tiene ningún problema. Cuando hay tensiones en el sistema, cuando hay gente que, de alguna manera, hace de esto un conflicto político es cuando surgen los desajustes y cuando empiezan a aparecer las víctimas, los acosos, los menores que abandonan el sistema escolar, los suicidios adolescentes... En el fondo, a quienes tenemos que educar primero es a los mayores, que son los que tienen que aprender la asignatura de convivir admitiendo nuestras diferencias.

El lema aquí es: “lo que ves es lo que aprendes”. Cuando se enseña a convivir en condiciones de inclusión, la mayoría no tiene ningún problema

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¿Cómo se explica el auge de la ultraderecha incluso entre los jóvenes cuando muchos de ellos ya han sido educados en la diversidad?

Porque es lo que se les enseña. Si hay gente que desarrolla un discurso muy violento de intolerancia, hay un sector de la población que reacciona y que lo asume. Además, los prejuicios son muy perdurables. Hace solo cuarenta años, la gente con diversidad sexual estaba en el Código Penal. Es poco tiempo para erradicar los prejuicios de la sociedad. Esta sección de la población no es mayoría, pero tiene unos altavoces mediáticos potentes y tiene recursos para hacer valer su discurso alarmista. Está consiguiendo elevar el grado de tensión. En aquellos países en los que está dominando ya y ha llegado al poder tiene una agenda antiderechos. En sus sistemas educativos están apareciendo ya normas de discriminación, de purga del profesorado LGBT y normas de invisibilización o penalización de quien asista a los menores que puedan mostrar diversidad sexual. Esto es muy preocupante, por supuesto. El sistema educativo español ha optado por la inclusión y la mayoría de la sociedad española también. El ruido no debería hacernos perder de vista que este es un país que cree en la convivencia y en una educación que integra a todo el mundo.

Por una parte se habla de personas no binarias y, por la otra, sigue habiendo colegios que segregan a su alumnado por sexo, ¿vivimos en dos velocidades diferentes?

Históricamente ha habido un sector de la población muy influyente que pensaba que la educación segregada por sexos era lo más conveniente para conseguir hombres de provecho y mujeres correctas conforme a sus patrones de sociedad. Quiero recordar que yo soy producto de una educación que segregaba por sexo en un colegio de curas. Quien tenía las expectativas de que una educación así iba a acabar con la diversidad sexual se equivocaba. Por mucho que nos separen, seguimos siendo quienes somos. El Tribunal Supremo avaló la segregación basándose en las diferentes aptitudes o potencialidades de niños y niñas, pero no ha podido explicarnos nunca ni el Supremo ni nadie, en qué consisten esas diferencias.

Yo soy producto de una educación que segregaba por sexo en un colegio de curas. Quien tenía las expectativas de que una educación así iba a acabar con la diversidad sexual se equivocaba. Por mucho que nos separen, seguimos siendo quienes somos.

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Si los derechos conquistados por las mujeres se ponen en entredicho, como el del aborto, ¿qué panorama le espera a la comunidad trans que aún hace poco que ha conseguido sus primeros derechos?

A mí no me preocupa tanto la minoría que pretende una involución como el miedo de la mayoría silenciosa. Lo que busca esta gente con tanto ruido es crear un estado de pánico moral y de ese modo, paralizar las reformas educativas y sociales que pretenden ampliar y garantizar los derechos de todos. Tienen en mente un modelo de sociedad segregada, por grupos, por etnias, por sexos... Entienden que les es favorable, pero la mayoría sabemos que no nos beneficia a todos y que no es un modelo de convivencia social.

Sin embargo, les gusta aparentar que no están contra nadie...

Estos movimientos usan la argumentación demagógica. Cuando hablan del derecho a elegir un centro, pero lo que quieren decir es: el derecho de los padres a poder excluir a los niños que no consideran correctos; dicen que no están en contra de las minorías, pero sí de que gocen de sus mismos derechos. No tiene nada de raro, lo malo es que el resto les hagamos caso y les compremos su marco teórico. Eso es lo preocupante. Ellos, a base de soltar barbaridades, nos dicen de qué podemos o no podemos hablar. Sería trágico porque la sociedad se endurecería mucho.

¿Cómo de importante es para los jóvenes tener referentes de diversidad sexual, aunque sea en la ficción o en las redes? En su época, supongo que no tendría ningún espejo en el que reflejarse.

Yo no tenía absolutamente ninguna información ni referente y eso generaba desconcierto. Si teníamos alguno era una persona que vivía en condiciones marginales o excepcionalmente a gente del espectáculo, que nada tenía que ver con nuestra forma de vida. Ahora todo el mundo tiene acceso a la información y puede encontrarse con alguien que la ayude, con sus iguales. Nos ha costado mucho, hemos desarrollado esta lucha en los últimos treinta años. Muchas lo que hacemos es pelear para que la siguiente generación no tenga nada que ver con lo que hemos vivido nosotras de jóvenes.

Incluso dentro del feminismo hay una facción que no las acepta dentro del movimiento.

Es paradójico, pero es una facción y no es mayoritaria. Es un argumentario que sorprende porque adopta los criterios que utilizaba la iglesia más integrista contra la mujer y le hace coincidir con la ultraderecha. Nos ha surgido este problema y tenemos que vivir con él. La ultraderecha también aprovecha porque es una posición que desgasta al feminismo. Ya hubo un intento de hacer esto mismo en los años ochenta, que se planteó incluso dentro del movimiento LGBT pero fracasó porque el sida estigmatizó a todo el movimiento y obligó a la unidad.

El sistema, a cualquiera que fuese como yo, le expulsaba de inmediato. Ahora eso ya no ocurre. Estamos ante un sistema que normaliza más y mejor la existencia de personas que no cumplen con la norma mayoritaria

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Por ahora, los pasos siempre han sido hacia adelante en la lucha del colectivo trans...

Que hemos avanzado es innegable. Cuando yo estaba en la educación no era concebible y el sistema, a cualquiera que fuese como yo, le expulsaba de inmediato. Ahora eso ya no ocurre. Estamos ante un sistema que normaliza más y mejor la existencia de personas que no cumplen con la norma mayoritaria. Hemos avanzado muchísimo. Ahora los menores no salen tempranamente del sistema educativo, como pasaba antes, porque ese era el primer paso de una vida marginal, que era lo que pasaba en mi generación. Eso lo estamos frenando. Tenemos miedo de que haya parones e involuciones. El mejor ejemplo está en EEUU donde se acaba de aprobar la ley No digas gay en Florida. Son 200 normas en unos cuarenta Estados, de segregación de las personas trans, de negación de asistencia sanitaria... Si hablas en el aula de cualquier cosa que tenga que ver con el género, incluido el feminismo, se te puede sancionar y expulsar del sistema educativo. Y eso ocurre en un estado democrático. El miedo está ahí, pero creo que lo podemos pelear, que esta batalla no está perdida y creo que vamos ganando la gente de bien.

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