La Opinión de A Coruña

La Opinión de A Coruña

Andrés Neuman Escritor, presenta este miércoles su libro ‘Umbilical’ en la Fundación Luis Seoane

“Con el libro quise hacerle un regalo a mi hijo y narrarle esos años que él nunca recordará”

“La representación de la paternidad en la literatura casi siempre tiene que ver con el padre terrible kafkiano o bien el padre ausente, que no te daña por acción sino por omisión”

Andrés Neuman posa con su hijo Telmo. L. O.

El rol del hombre en la paternidad, un relato para su hijo y el misterio de la memoria en edades tempranas son los tres pilares sobre los que se levanta Umbilical, el nuevo libro de Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), del que hablará este miércoles (19.30 horas) en la Fundación Luis Seoane junto a Ana Abelenda y Javier Pintor, dentro del ciclo Somos o que lemos.

En su caso, ¿cómo le cambió la paternidad?

Me sorprendieron varias cosas. A la paternidad y, ni qué hablar, a la maternidad, se llega con un conjunto muy pesado de ideas preconcebidas, de recomendaciones, de prejuicios y de valores educacionales. Pero en la experiencia directa no eran como me habían contado. Una de esas cosas tiene que ver con las emociones y la sensación de vínculo durante el embarazo. Desde esa pintura rupestre del futuro, como llamo en el libro a la ecografía, hasta los primeros movimientos del feto en el vientre y esa especie de danza maravillosa cuando ya puede escuchar y reconocer voces. Durante ese proceso, me sentí más vinculado y en sintonía con el bebé de lo que había imaginado. Fue un embarazo pandémico y hubo mucho acercamiento en pareja día a día. Eso hizo que yo sintiese que había un proceso de gestación simbólica, emotiva e incluso poética. Además, yo era de los que pensaba que me gustaban los niños pero a partir de cierta edad, cuando ya pueden hablar, razonar y correr.

¿Ese pensamiento se transformó?

Sí. Me dejó muy conmovido hasta qué punto he sentido y estoy sintiendo una relación completa, a la que no le falta nada, con una criatura preverbal como es mi hijo. El aprendizaje que implica para un escritor tratar de contar con palabras el amor que se genera con un ser que carece de ellas me parecía irresistible. Nunca me imaginé que un amor preverbal pudiese sentirse tan completo.

¿Qué buscaba dejando esas reflexiones por escrito en Umbilical?

Empecé a escribirlo como una reacción emocional natural y como una forma de ir acercándome al embarazo y preparando la llegada de mi hijo Telmo. Uno de los problemas clásicos de la paternidad es que si no nos implicamos lo suficiente, desperdiciamos ese momento precioso que es el embarazo y, sobre todo, la paternidad puede parecer repentina. Escribir fue como una preparación para la bienvenida. Pero muy pronto empecé a darme cuenta que estaba escribiendo una especie de carta futura a mi hijo, una conversación que algún día tendremos. Y también desde la conciencia de la mortalidad. Mi generación ha tenido los hijos más bien tarde, aunque yo siento que era el momento ideal, y eso hace que te vincules con tu criatura de una forma más a flor de piel. Siendo más consciente del tiempo, como si el amor por los hijos fuese un reloj de arena. El escribir esa carta tenía que ver con la certeza de que no sé cuánto tiempo estaré aquí para contarle eso. Quería hacerle un pequeño regalo que fuese narrarle esos años que él nunca jamás recordará. Pero me di cuenta que en la literatura, la representación de las paternidades es muy limitada y muy terrible.

¿A qué se refiere?

Hay muy poca literatura sobre hombres y bebés. La representación de la paternidad en la literatura casi siempre tiene que ver con el padre terrible kafkiano, con el que hay que ajustar cuentas, o bien el padre ausente, que es otra manera de padre terrible, que no te daña por acción sino por omisión. Pero ahora veo padres que tratan de conciliar lo mejor posible y repartirse las tareas. Por supuesto que queda camino, pero sin duda que las formas de paternidad están cambiando y no parece que los discursos artísticos estén representándolo demasiado.

Habla de una historia universal, pero ha conseguido hablar de ello de una forma nueva. ¿Es consciente?

Eso es lo que a mí me sorprende. Hay muchísimas personas que han pasado por lo que cuenta el libro o bien que están rodeadas de personas que lo han pasado. Sin embargo, hemos leído muy poco sobre cómo se sienten y cómo viven los hombres durante la gestación, el parto y la primera crianza. Hay una especie de silencio cultural sobre esto. Por supuesto tiene que ver con que los roles han estado siempre repartidos de manera muy desigual. Eso es innegable. Pero cuando se producen cambios en las sociedades, esos cambios tienen que introducirse en el imaginario y tratar de enriquecerlo. Hace unos años publiqué Anatomía sensible. Cuerpo tenemos todos y, sin embargo, cuántas escenas de erotismo digno recuerdas entre personas ancianas en películas o libros. Todo el mundo parece que es joven y precioso. Me da asco estético. Me parece de una pobreza artística monumental el necesitar que la belleza sea canónica. Anatomía sensible celebraba las estrías, las cicatrices y los llamados kilos de más. Parece que está todo escrito, pero no. Del mismo modo que todo el mundo tiene arrugas o cicatrices y eso sale muy poco, lo que cuenta Umbilical es muy del día a día de todo el mundo y no dejo de preguntarme por qué no recordaba una literatura que me acompañase en ese proceso.

¿Es una obra solo para padres y madres?

No. Yo me he pasado más de 40 años sin hijos y he sido muy feliz sin ser padre y no sentía que me faltase nada. No creo para nada que la gente tenga que tener hijos para sentirse completa. Uno de los aspectos que me interesaba del libro es la estructura de la memoria. Siempre me ha generado mucha curiosidad cómo es posible que de los momentos que más nos marcarán en nuestra vida, los cimientos de nuestra sensibilidad, cuando nuestro cerebro se desarrolla, nuestro lenguaje se forma y nuestro cuerpo crece más que nunca, no recordemos nada. Somos un edificio que no ve sus cimientos. Pensé en narrarme a mí mismo y a toda la gente que tenga curiosidad por sus primeros años de vida cómo pueden ser las aventuras de una criatura que luego preguntará tarde y a destiempo y recibirá respuestas vagas, borrosas e imprecisas. Mi madre murió joven y no está aquí para preguntarle cosas que me gustaría saber, como cuándo empecé a caminar o a comer. Además, por muy inolvidables que parezcan estas experiencias, con la intensidad del presente se te olvidan muchos detalles. Por eso pensé que era buena idea escribirlo.

Compartir el artículo

stats