• Crónica musical del concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia el jueves 9 de junio en el Palacio de la Ópera.  
  • Seong-Jin Cho, piano; y Dima Slobodeniouk, director
  • Obras de Stravinski, Mozart y Brahms.

Imagínense en el cine en el momento álgido que el de detrás, violentamente, les tape los ojos un buen rato rompiendo la magia de disfrutar del cine y de su película. Pues la sensación de rabia e impotencia ante el sonido de un móvil durante un concierto, aparte de la falta de respeto a oyentes y artistas, es la misma y cuesta reponerse. Señores y señoras, por favor, apaguen y silencien sus teléfonos móviles por respeto y porque molestan mucho; semana tras semana no tenemos por qué aguantar su desconsideración. Y lo de esta noche no fue normal: al menos sonaron tres móviles en momentos importantes.

Concierto de fin de temporada de la OSG, que además coincidía con la despedida como titular del maestro Dima Slobodeniouk. Comenzaba el programa con Stravinski, en una exhibición de todos los vientos de la orquesta, en la que parece no quiso faltar ninguno de los solistas habituales. Si se preguntan la razón de por qué esta orquesta goza del prestigio y fama que tiene, la encontrarán en el brutal nivel técnico, artístico y de liderazgo que cualquier sección de maderas o metales de la OSG despliega. Y si delante se pone una cuerda con esos mimbres, ahí tienen la respuesta.

Parece que los colegas de la cuerda estaban entre bambalinas escuchando a sus compañeros en Stravinski, porque la introducción de la cuerda en el concierto de piano de Mozart fue espectacular, dejándole al joven pianista Cho el clímax perfecto no solamente para su primer solo, sino para el devenir de todo el concierto.

Gran pianista Seong-Jin Cho, de exquisito y refinado gusto, con un elegido sonido pequeño e íntimo, perfecto para ese Mozart tan bien articulado y preciso que disfrutamos, aunque en pequeños momentos solapado por una gran cantidad de cuerda, a mi parecer, y que conectó perfectamente con el diálogo de maderas y trompas del segundo movimiento; ¡qué manera de hacer música con ese gusto exquisito por parte del pianista!

Esos do a corcheas que guían a orquesta y que marcan el comienzo de la sinfonía de Brahms y que fueron puro espectáculo a cargo de los timbales de un Belmonte muy preciso toda la noche parecieron enchufar desde el inicio a unos primeros violines que esta noche se salieron. Cuando se muestran así, irradian algo que enseguida logra contagiar al resto de compañeros de cuerda. Esa conexión se trasmite y llega perfectamente al público, sin ninguna duda.

Dima parecía querer sumarse a su fiesta de despedida y se involucró como el que más, con su estilo y personalidad, sabedor de que domina el podium sin tener que hacer alarde gestual de más, aunque da la impresión de que a veces tira hacia adelante a la orquesta, como ocurrió en el primer movimiento.

Magnífico el solo al violín de Spadano, que domina los tiempos como nadie y que fue vulgarmente pisoteado al final por un maldito móvil. Un regalo para nuestros oídos la versión de la primera de Brahms. Sublime el final de la sinfonía que Dima tradujo de la partitura y nos regaló como despedida de la que fue su casa durante casi 10 años, y que el público de A Coruña supo premiar con largos y merecidos aplausos y al que deseamos el mayor de los éxitos. Destacaron también los solos de López a la trompa y Hill al oboe.