“Me emocioné de tal manera que creía que seguía trabajando allí”, comenta Concha Nion tras su visita al teatro Colón. El pasado fin de semana participó en una de las visitas por el interior del recinto con una guía caracterizada como María Casares. Todo parecía nuevo para Concha treinta años después de dejar de trabajar allí. A su mente se vinieron recuerdos y sentimientos de muchos años trabajando como encargada de la limpieza de las salas de los teatros coruñeses, que en otro tiempo servían como salas de cine. “La visita fue impresionante, como volver a vivir. Empecé a recordar mucha cosas. Me emocioné mucho al ver lo que hay detrás, cómo era entonces y cómo están los artistas ahora”, cuenta.

Concha Nion empezó como fija en el Riazor. El comienzo fue a mediados de los 70 y se mantuvo entre butacas y hasta 1991, año en el que pasó a trabajar en el Ayuntamiento. “Cuando cerró el Riazor, a mi y a dos compañeras más nos pasaron al Rosalía. La empresa cogió todos los cines de Coruña, y como yo corría el turno de la que era fija por las tardes, yo pasé por todos ellos”, explica. Cuando empezó era la más joven de la plantilla, con 33 años. “Todas mis compañeras eran mayores, no había ninguna más joven que yo”, asegura Nion. La tarea era ardua. “Antes había que fregar de rodillas en las filas con cepillo y estropajo. Y los hierros de las puertas, estaban todos brillantes”, añade. Pese a lo duro el trabajo, la emoción la embargo porque se “sentía como en casa”. Reconoce la buena estética que tienen las zonas detrás de bambalinas. “Antes eran feísimos, ahora los vi más normales”, señala con gracia.

La idea de realizar la visita fue de su hija, Erica. “Sabía que le iba a hacer ilusión volver después de trabajar aquí tantos años”, comenta la hija. Acompañó a su madre en algunas ocasiones al trabajo. “Con doce años te parece que es un rollo ir al trabajo de tu madre, pero aprovechaba para ver las películas gratis”, bromea.

La propia Concha Nion aprovechó su empleo para disfrutar del séptimo arte, del que es aficionada. Por delante de sus ojos pasaron películas icónicas de los años 70 y 80. Recuerda con nitidez el revuelo que se formó con Jesucristo Superstar. “Me encantaba verla una y otra vez, pero para trabajar no”, dice Nion. “Estuvo tres meses en cartel y luego se movió por todas las salas”, añade. También siente nostalgia de la parte de teatro y de música en vivo, como las actuaciones musicales que había algunos sábados y domingos por la mañana en el Rosalía de Castro. Su lugar de trabajo menos favorito eran los cines Equitativa, situados en la plaza de Vigo y hoy convertidos en el Registro Civil. “Le llamábamos el cine de los policías por el uniforme que tenían los acomodadores, verde y con un gorro”, indica. Muchas cosas cambiaron en ese negocio. Una de ellas, las papeleras. “Debajo de cada fila llenaba dos o tres recogedores”. No era para menos con la cantidad de gente que acudía. “Antes el cine se llenaba, incluso en la primera fila”, sentencia Concha Nion.