Tras dos veranos sin Batalla Naval, el cielo de A Coruña se volvió a llenar ayer de fuegos artificiales, de ruido ensordecedor —aunque, menos que otros años, al menos, en lo que se percibía en la parte delantera del colegio de los Salesianos— y, de nuevo, de las típicas disputas familiares, entre los que no se conforman con ver las luces desde el paseo y tienen que pisar la arena para sentir que, efectivamente, están en las fiestas de A Coruña. “Ayer en la playa, el sábado en la playa, ¿no te cansas?”, le decían ayer a uno de los asistentes a la Batalla Naval que, a menos de diez minutos de que empezase el espectáculo, todavía intentaba convencer a su pandilla de que tenían que dejar ese trocito de barandilla que habían conquistado para sentarse en la fría arena del Orzán.

Y, en la playa, como siempre, bicicletas, toallas, algún que otro balón para ir matando los minutos antes de que diesen las 23.30 horas y juegos con linternas, porque estar en la playa a medianoche, sobre todo para los más pequeños, es razón de más para inventar una y mil aventuras. Algunos incluso aprovecharon los minutos previos para hacer una videollamada y, a otros, el primer disparo les pilló dando vueltas buscando aparcamiento.

Ganan las Esclavas

Los más veteranos aprovecharon también para bromear con quienes nunca habían asistido a la Batalla Naval así que, uno de ellos, tras el primer cohete, dijo: “Pues ya está. ¿Te gustó, Martina?”, que se quedó un poco confusa, porque en el mismo instante llegaron los primeros aplausos al ver que se habían apagado las luces del paseo más cercanas a la playa. Y, a partir de ahí, algo más de veinte minutos de luz y de color, sobre todo, en la parte de las Esclavas, donde se pudo ver uno de los elementos más innovadores, como una especie de nave espacial que subía y bajaba dejando una estela dorada, a mitad del espectáculo. En la parte de la finca de los Mariño se pudieron ver fuegos que parecían salir del mar, representando el ataque a la ciudad desde los barcos.

Fueron veinte minutos de fuegos de colores y también de ver cómo ha evolucionado la industria de la pirotecnia, que permite ahora disparar los fuegos por ordenador y hacer formas que muchos años atrás eran imposibles de conseguir. En total, la Pirotecnia Rocha-Areas disparó ayer 734 kilos de material de artificio, de los cuales, 8.000 unidades pirotécnicas partieron de las Esclavas; y 4.000 de la finca de los Mariño. Según fuentes municipales, asistieron ayer a este espectáculo 85.000 personas.